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Ninguna candidata a mejor película en los Globos de Oro 2017 ha sido dirigida o escrita por una mujer

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Cinco nominadas a mejor película de drama: Hasta el último hombre, Comanchería, Lion, Manchester frente al mar y Moonlight. Otras cinco nominadas a mejor película de comedia o musical: La La Land, Deadpool, Sing Street, 20th Century Women y Florence Foster Jenkins. Las candidatas a mejor película en los Globos de Oro de 2017 parecen cintas muy distintas pero tienen una cosa en común: ni una sola mujer ha escrito una línea o dirigido una sola escena en alguna de ellas.

La circunstancia no es nueva en los premios de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA). Tras los galardones de 2005 y los de 2014, sería la tercera vez en este siglo que los Globos de Oro solo nominan a películas hechas exclusivamente por hombres, según el análisis realizado por eldiario.es. 

Este cálculo se ha hecho utilizando los datos de Internet Movie Database (IMDb) y teniendo en cuenta a los autores de las obras originales en caso de adaptaciones. Por ejemplo, la película Una mente maravillosa, dirigida por Ron Howard y con guión de Akiva Goldsman, sí incluye a una mujer, ya que se basa en el libro de la periodista Sylvia Nasar. Lo mismo para La teoría del todo, que, a pesar de estar escrita y dirigida por hombres, se basa en las memorias publicadas de Jane Wilde, exmujer de Stephen Hawking.

Desde el año 2000, solo una de cada cuatro nominadas a mejor película en los Globos de Oro ha contado con al menos una mujer en su equipo de guionistas o dirección. En total, 47 de las 185 nominadas. Por el contrario, tres de cada cuatro han sido escritas y dirigidas exclusivamente por hombres. Unos datos que señalan que los grandes productores, guionistas y directores reconocidos con galardones son, en mayoría, hombres.

Mamma mia!, No es tan fácil y Lost in Translation. Las únicas nominadas a mejor película por la Asociación de la Prensa realizadas solamente por mujeres caben en una línea. En dos de las tres, además, las labores se duplicaron: Sofia Coppola escribió y dirigió Lost in Translation, al igual que Nancy Meyer en No es tan fácil.

Una labor que no parece muy reconocida por los Globos de Oro. Desde el inicio de los premios, cinco mujeres han sido nominadas a la Mejor Dirección y solamente una ha sido vencedora del galardón. Barbra Streisand (que ganó en 1984 con su cinta Yentl), Jane Campion, Sofia Coppola, Kathryn Bigelow y Ava DuVernay son las únicas mujeres merecedoras de esta nominación en 74 años, según la Asociación de la Prensa Extranjera.

Apenas la mitad aprueba el test de Bechdel

Después de un largo camino atravesando montañas, pantanos, ciudades y bosques, Frodo llega a Mordor en la última película de la saga de El Señor de los Anillos. Más de 10 horas de metraje no han servido para que alguna de las tres películas cumpla el sencillo test de Bechdel. Para pasarlo, se tiene que cumplir: (1) que haya dos mujeres con nombre en la película, (2) que hablen entre ellas y (3) cuyo diálogo no verse sobre un hombre.

Las tres cintas de la saga estuvieron nominadas a Mejor Película en los Globos de Oro de 2002, 2003 y 2004. Un suspenso más común de lo que se piensa en las candidatas de los premios de la Asociación de la Prensa. De las 185 nominadas a mejor película de drama o comedia en el siglo XXI (2000-2017), solamente el 54% aprueba este sencillo test. Deadpool suspende. Shrek suspende. Avatar, también.

Este análisis de eldiario.es se ha realizado utilizando los datos de la web colaborativa bechdeltest.com. Aunque el test solo mide la presencia de diálogos entre personajes femeninos y no el rol de las mujeres en la historia, es un indicador relevante para medir el machismo en el cine. Por ejemplo, ¿cambia el porcentaje de aprobados dependiendo del sexo de los escritores y directores?

Los datos señalan que sí. El 53% de las películas nominadas dirigidas y escritas exclusivamente por hombres suspende el test de Bechdel. En las cintas en las que hay, al menos, una mujer en el equipo de directores o guionistas, el porcentaje cae hasta el 26%. Entre las pocas que suspenden el test y que también fueron escritas, al menos en parte, por mujeres está la trilogía de El señor de los anillos.

Estos datos señalan como la poca presencia de mujeres en los equipos de guión y dirección también influye en el punto de vista sobre el que se hacen las películas, predominantemente masculino.


Hitler y vaginoplastias: llega el feminismo divertido de Bridget Christie

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Como en todo buen chiste, la cosa empezó con un pedo.

Así narra la historia la humorista británica Bridget Christie: allá por 2012, tras una irregular carrera haciendo monólogos de humor, Christie se adentró en una librería buscando la Biblia, el Corán y la Torá. Al no encontrar los ejemplares, se decidió por libros feministas. A saber, Vindicación de los derechos de la mujer, de Mary Wollstonecraft, Una habitación propia, de Virginia Woolf y She-Wolves, de la historiadora Helen Castor. Tampoco los tenían, pero el librero de mediana edad se ofreció a acompañar a la humorista a la sección de feminismos y ayudarla a elegir un ejemplar adecuado. Y allí, se tiró un pedo.

Inmediatamente, Christie supo que tenía la metáfora perfecta: ¿en qué nos hemos convertido cuando el feminismo es el espacio dónde la gente va a tirarse pedos? ¿Tan solas estamos? ¿Tan poco atractivo es? Y Christie lo vio claro. Había que contarlo como una historia divertida. Y lo más importante de todo: simplemente había que contarlo.

Christie no era nueva en esto del feminismo. De hecho, llevaba una década malviviendo con stand ups sobre domesticidad con dosis de surrealismo y muchísima ironía. Pero fue en ese momento cuando la humorista tomó el caso como una revelación mística. Había sobrevivido como cómica de personajes, pero entonces se lanzó a la batalla. Divertidas situaciones del día a día, exageraciones varias para derribar mitos absurdos e incluso un alargado chiste sobre las hormigas como colectivo... ¿feminista?. Todo se convirtió en parte de su siguiente show.

Y Bridget Christie estalló de éxito. En cuanto cambió su estilo, se convirtió en la actuación más deseada del nutrido circuito profesional británico. Su show A Bic for Her, basado en la tasa rosa que se aplica como táctica de marketing a las mujeres que compran productos más caros por el simple hecho de estar comercializados para ellas, fue un éxito en 2014. El libro Un libro para ellas,  que ahora publica Anagrama y está basado en ese show, es su progresión natural.

A caballo entre un monólogo cómico y su autobiografía, Un libro para ellas llega para molestar. No porque sea especialmente escabroso o polémico, sino porque se le presuponen de antemano varios problemas. Uno de ellos es que no tiene nada que ver con lo académico. Christie nos relata su biografía desde el punto de vista de una cómica y deja de lado cualquier tono didáctico que tenga que ver con las olas del movimiento feminista. Por ello habrá quien tratará el libro de frívolo e insustancial, pese a la comicidad y el evidente talento con el que está escrito.

El síndrome de la impostora

Probablemente desde otros foros, se le acusará, a ella o a sus editores, de seguir la estela del bestseller de Caitlin Moran, Cómo ser mujer. El libro feminista 2.0 se ha convertido en un nicho de mercado y solo puede quedar uno. La burbuja editorial -o así se ha denominado en algún espacio de crítica literaria- con respecto a los libros escritos por mujeres con perspectiva de género le dará a Christie, con toda seguridad, el título de 'La segundona de Caitlin Moran'.

Por tanto, Christie queda en una especie de tierra de nadie: no formará parte de la biblioteca de análisis académico y aparece en España como heredera natural de una obra que no le pertenece, le sea ajena o no.

Ante todo esto, la humorista tiene dos grandes bazas: la hipérbole y el trabajo previo. Así, Christie no pretende establecer un manual de feminismo para usuarias confundidas, o definir en qué consiste la práctica feminista y en qué no, sino hacer reír. Y como en eso tiene experiencia, por el libro desfilan los bolis rosas, las vaginoplastias y Hitler (nombrado siete veces ¡solo en el prólogo!) con el mismo desparpajo con el que cuenta su infancia católica rodeada de nueve hermanos.

Porque ese es el otro fuerte de Christie: conoce las mecánicas del humor, y ninguna funciona como la exageración. Por eso la autora desgrana una desopilante competición con la joven premio Nobel de la Paz Malala Yousafzai ("está muy bien que hayas arriesgado tu vida por la libertad y la democracia enfrentándote a terroristas armados, pero yo hice un show en Hull en el verano de 2013 dónde no había lavabos"), o arremete contra Charles Darwin por su 'postureo' ("sus acciones eran feministas, pero sus cartas no, seguro que era una estrategia para hacerse el machote con los amigos en el bar"). Ante todo, Christie es humorista y explota con inteligencia sus armas.

De entre las risas, un destello hace comprender que no es oro todo lo que reluce: una y otra vez, Christie se contempla a sí misma desde afuera, habiendo acabado el libro y su siguiente show. E imagina las terribles críticas de los medios: "Qué horror, qué vergüenza. Le llevó a Christie diez años encontrar su voz y solamente uno perderla" (The Guardian); "Bridget Christie, flor de un día, se repite con otro show sobre sexismo" (The Times). El famoso síndrome de la impostora que se da entre las mujeres de éxito no le es ajeno, y la afilada cuchilla de la crítica mucho menos.

Quizás es ahí dónde Bridget Christie se revela más sincera y combativa. Cuando no lo pretende. 

Sin nombre y sin sombrero: las artistas borradas de la Generación del 27

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"¿Por qué no podremos ser nosotras sencillamente sin más, no tener nombre, ni tierra, no ser de nadie ni nada, ser nuestras, como son blancos los poemas y azules los lirios?", escribía Ernestina de Champourcín a Carmen Conde el verano de 1928. Probablemente no podrán citar ni una sola de las obras de estas autoras ni les pongan cara. Incluso es posible que nunca hayan escuchado sus nombres, a pesar de que los poemas de la primera, por tomarla como ejemplo, fueron incluidos en la antología de Poesía española contemporánea de Gerardo Diego de 1934 junto a otros artistas que de seguro les sonarán: Luis Cernuda, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre o Pedro Salinas. 

Aunque es posible que aún no lo sepa, todos -ellos y ellas- son artistas de la Generación del 27. Convivieron en el espacio y en el tiempo, compartieron amistad, se influyeron mutuamente y fueron condenados al exilio. La obra de ellos volvió, se reconoció y se incluyó en los libros de texto, algo así como el instrumento de la historia oficial para perpetuarse. Los nombres de ellas siguen, 89 años después, sin formar parte de la nómina de creadores que les pertenece. Sus creaciones se borraron con disimulo de un relato histórico que Tania Balló se ha empeñado en reescribir en Las Sinsombrero.

"Para mí, Las Sinsombrero son todas las mujeres que tomaron la decisión de irrumpir en un mundo tan masculinizado como el arte y en un modelo cultural que las relegaba a la sección femenina o, como mucho, al arte para mujeres", explica la coordinadora del proyecto, una iniciativa coral de la que también forman parte Serrana Torres y Manuel Jiménez.

El término para aglutinar a todas las artistas del 27 no se lo ha inventado ella. De hecho, ya existía en la época y responde a un gesto muy simbólico de quitarse el sombrero en público que protagonizaron Maruja Mallo, Margarita Manso, Salvador Dalí y Federico García Lorca en la Puerta del Sol. "Nos apedrearon llamándonos de todo", relata la misma Mallo en unas grabaciones tras volver del exilio.

Aunque no les suene de nada, esta pintora influyó y fue influida por su compañero Dalí en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En el exilio se codeó con Picasso, Magritte o Miró y fue referente surrealista en Nueva York. Murió en España sin un ápice de reconocimiento, atormentada por el olvido.

Posiblemente en todos los momentos de su vida las artistas fueron muy conscientes de que la permanencia de su legado artístico iba a ser complicada. "Cada vez que pienso en una autobiografía tengo una sensación muy rara [...] porque cada vez que me pongo seria, siento que me sale bigote y me digo: ¡qué barbaridad!", solía decir la editora Concha Méndez, pareja de Luis Buñuel durante siete años.

Apenas las recuerdan tampoco sus propios compañeros de generación. "En esa sociedad machista donde las mujeres estaban predestinadas a ser madres, esposas y beatas, los hombres se enfrentan a un grupo de artistas que no piden permiso, que están dispuestas al trato del tu a tu. Ellos las aceptan pero no las recuerdan, y no porque no sepan sus nombres", afirma Balló tras empollarse las biografías de diez esas diez mujeres. Solo conocerlas en detalle le ha llevado siete años. "Son todas las que están, pero no están todas las que son", recalca.

"No supe verlas hasta que me las señalaron"

La semilla de tan titánica tarea está en Lorca y el mundo gay, una obra del biógrafo oficial del poeta en la que se mencionan repetidamente varios nombres de mujeres. Y entonces algo hizo click: "No nos habíamos fijado en algo tan obvio como que en la lista de artistas de la generación del 27 no había ni una sola mujer". A partir de ahí, reconoce Balló, aprendió a mirar. "Se dieron una serie de casualidades. Tal vez lo tuve toda la vida delante pero no supe verlo hasta que me lo señalaron".

Precisamente uno de los objetivos del proyecto transmedia, que incluye también un documental, es la entrada de Las Sinsombrero en las aulas. "Es la parte más ambiciosa, la más difícil", incluso para las artistas actuales cuya proyección pública (y en los libros) es mucho menor. "Las mujeres ya no tenemos que pedir permiso por participar, pero sí para tener poder. Ya es hora de dejar de utilizar el falaz argumento de la calidad para explicar la menor presencia de las artistas en la cúpula", indica Balló.

La autora evita ponerse catártica, pero de algún modo descubrir a Las Sinsombrero le ha reconciliado con la historia y sobre todo con su propia memoria. "He aprendido a tener una inmensa paciencia y descubierto que todas las historias tienen su momento. Para este momento hubo que esperar siete años". Porque si largo ha sido el olvido, pausada tenía que ser la recuperación.

'Las Sinsombrero' son Ernestina de Champourcín, María Teresa León, Concha Méndez, Maruja Mallo, María Zambrano, Rosa Chacel, Josefina de la Torre y Marga Gil Roësset. Aquí puedes consultar una pequeña biografía de cada una de ellas.

María Moliner, la mujer que revolucionó el diccionario

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Al final de su vida, víctima del Alzheimer, María Moliner tenía momentos de lucidez en los que recordaba los años de la II República. Durante ese periodo trabajó como bibliotecaria y fue miembro de la Delegación de Valencia del Patronato de Misiones Pedagógicas. En esa institución, y obcecada con la idea de que la cultura tenía que acercarse al pueblo, llegó a desarrollar una red de bibliotecas de la que formaron parte cientos de centros.

Fue solo uno de sus logros. No el más célebre; ese honor recae en la elaboración de su Diccionario del Uso del Español, más conocido como Diccionario María Moliner, cuya publicación cumple este mes de abril 50 años. Ambos momentos de su vida están recreados en la ópera que se representa estos días en el Teatro de la Zarzuela, centrada en los 15 años que dedicó a escribir el DUE.

Al director Paco Azorín le vino la idea de hacer una obra sobre María Moliner leyendo la biografía escrita por Inmaculada de la Fuente, El exilio interior. En ella se relata cómo tanto ella como su labor como bibliotecaria fueron derrotadas por la Guerra Civil: “Aunque no le encontraron prácticamente nada que hiciera pensar que era una izquierdista peligrosa, porque no se definía, más bien actuaba, por sus cargos durante la República fue considerada roja o amiga de rojos. Así que fue depurada; no perdió su plaza pero sí 18 puestos de su escalafón. Así que durante la Dictadura queda condenada al ostracismo, ya no puede progresar, como mucho volver a lo que tenía”, narra de la Fuente.

Por eso, aunque la lexicógrafa aragonesa no se exilió como tantos otros (aunque estuvo a punto de coger un barco con su marido, Fernando Ramón Ferrando, catedrático despojado de su cátedra y más posicionado explícitamente en la izquierda), sí tuvo que hacerlo intelectual y emocionalmente. Así que en 1950, a los 50 años, encerrada en casa, se planteó retomar una idea de juventud: la lengua española necesitaba un diccionario más claro y sencillo que el de la Real Academia. Lo escribió y finalmente “ese diccionario le salvó del exilio interior y le otorgó de nuevo reconocimiento”.

La revolución de las palabras

Porque resultó ser una revolución. Se adelantó con él a un trabajo que los académicos estaban realizando con bastante lentitud. “Ella respetaba muchísimo el DRAE y pensaba que era necesario, pero consideraba que en algunos aspectos estaba obsoleto. El DRAE era la norma y ella quería un diccionario de uso, para emplearse, para encontrar las acepciones exactas”, explica de la Fuente.

Redactó un diccionario complementario caracterizado por su organización por familias de palabras e ilustrado con ejemplos. Además, de autor, algo impensable ahora, en un siglo XXI pleno de equipos de filólogos y tecnología. Pero la aparente locura no debió de ser tal, pues recibió, entre otros muchos, los elogios de Gabriel García Márquez, que a su muerte, en 1981, dijo de aquel trabajo que era “el más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. (...) Viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y, a mi juicio, más de dos veces mejor". 

También abrió camino a la Real Academia e incorporó aspectos que luego tomó el DRAE: “Acabó con los círculos viciosos muy típicos del diccionario de entonces, ese buscar una palabra y que en vez de definírtela te mande a su sinónimo; de tonto a bobo, de bobo a idiota, de idiota a imbécil y de imbécil a tonto. También metió la 'CH' dentro de la 'C', y la 'LL' dentro de la 'L'. Y muchas palabras que no estaban incluidas en el DRAE ella las recogió, las definió, y fueron añadidas más tarde”, explica la autora de El exilio interior. Desde la segunda edición, de 1967, Gredos lo ha ido renovando siguiendo el espíritu inicial de la lexicógrafa.

La Academia le debe mucho pero le devolvió poco. Conocido es el rechazo que le profirió a esta “académica sin sillón”. “A partir de los años 60, los más avanzados de la academia empezaron a defender que se podría levantar el veto a la mujer, que algún día sí podría incorporarse alguna. Aunque no lo veían muy urgente. Ante la buena acogida del DUE, una serie de miembros liderados por Rafael Lapesa sí que la proponen a ella”, cuenta de la Fuente.

Pero el ambiente (corría 1972) no era el propicio para que efectivamente fuera apoyada masivamente. Seguía habiendo muchos partidarios de que no entrara: “Aunque tuviera 72 años ya, parece que no corría prisa. Camilo José Cela, por ejemplo, esgrimió que no compartía su 'ñoño criterio' de no incluir tacos en el diccionario”, comenta la biógrafa como anécdota. Salió un candidato que concitaba un interés más unánime, Emilio Alarcos Llorach, intelectual conocido en círculos minoritarios, lejos de la atención mediática del DUE y de la entrada de la primera mujer en la institución.

“La decisión causó mucha decepción, entre los periodistas, entre las mujeres y en la sociedad”, rememora. Lapesa volvió un año después a sugerirle que lo volviera a intentar, pero a sus 73 años ella ya estaba dedicada a cuidar de su marido enfermo y sus propios achaques comenzaban a ser más frecuentes. Consideró que “había pasado su momento”. Cuatro años más tarde, ya por fin, sí consiguió un sillón Carmen Conde, muy consciente de que el título de primera académica le había correspondido por derecho propio a María Moliner.

Una ópera para María

Toda esta historia se puede conocer en más profundidad el día 19 y 22 de abril en el Teatro de la Zarzuela. Azorín espera que la ópera "contribuya a llenar el vacío de conocimiento sobre esta figura. Si gracias a esto se habla de María Moliner, ya es todo un éxito”. La elección del formato, nada corriente en la cultura española actual, constituyó un reto: “Me gustaría que este estreno propiciase que otros libretistas, compositores y directores se lanzaran al mundo de la ópera, para dar vigor a un género que en unos siglos se estudiará, como se estudia ahora la zarzuela. No es fácil hacer una ópera contemporánea que no tire para atrás, pero hemos demostrado que no es imposible”.

Lleva cinco años trabajando en ella y la coincidencia con el aniversario ha sido casi casualidad, sujeta a la agenda del Teatro y a la propia producción. Se representa únicamente durante unos días de abril, pero espera que esto sea sólo un “primer capítulo” de una historia que hoy en día todavía se puede ver “desde un punto de vista moderno, pedagógico y didáctico”.

Pásate estas nueve casillas para moverte como una experta en 'Ellas Crean'

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"Me siento sola y una, como una sola luna, por ser igual a todas las mujeres y no parecerme a ninguna", escribía Gloria Fuertes en su poema Me siento abierta a todo. Estos versos encajan como un guante en la filosofía del festival Ellas Crean, que hoy llega a la capital en su decimotercera edición.

Cada una de las protagonistas es única en su forma de hacer arte, en su identidad racial y en su época, pero todas tienen algo en común: el compromiso por presentar a las mujeres en la cultura, reivindicar su papel de autoras y renegar del lastre de las musas.

La poeta madrileña abrirá el telón rosa este lunes rodeada de homenaje, pero será la primera de muchas. Durante más de un mes, del 1 de marzo al 7 de abril, habrá arte para todos los gustos y eventos dispuestos con orden y concierto para no perderse nada. Nosotros hemos hecho una selección de nueve para agendas apretadas. Hay músicas que han cruzado el Atlántico, obras teatrales que no se cortan ni con el ISIS y grandes figuras literarias del pasado.

El secretario de Igualdad recordó en la presentación que "la mujer ha estado siempre en la vida cultural y artística a lo largo de la Historia, pero no siempre ha podido hacerlo público". Y, como bien señaló Mario Garcés, ya que "el arte nos permite hacernos visibles", este festival mantiene su vigencia mientras aún existan voces encerradas en el baúl de nuestra memoria. 

Homenaje a Gloria Fuertes:

Mucho más que la poeta de los niños, Fuertes se escudó en la literatura infantil para escribir del dolor sin desnudarse y, de paso, combatir el analfabetismo de los más pequeños. Sus poemas fueron las primeras lecturas de muchos jóvenes que, tras el franquismo, la quisieron rescatar en su versión para adultos.

Esos versos donde la escritora se definía a sí misma, su sexualidad y su desconsuelo con franqueza. Las dos Glorias se recuperan ahora en el centenario de su nacimiento. Ellas Crean se servirá de ambas facetas para dibujar una línea cronológica dividida en autobiografías, guerras, amor y poesía social. La presentación desembocará en dos obras emblemáticas: Glorierías (para que os enteréis) y Pecábamos como ángeles, reeditadas ahora por Torremozas.

Documental sobre María Moliner:

Moliner es una de esas figuras que no recibe suficientes homenajes por todos los años que ha permanecido en el ostracismo. La bibliotecaria y lexicógrafa elaboró durante quince años el Diccionario del Uso del Español, más claro y sencillo que el DRAE, que más tarde se bautizó con su nombre de pila.

Para celebrar los 50 años de su publicación, la Zarzuela programó una ópera que la puso de nuevo en el mapa. Ahora, en Ellas Crean, la cineasta Vicky Calavia presenta su documental María Moliner. Tendiendo palabras, donde recorre sus facetas menos conocidas. Además de organizar por familias de palabras e ilustrar con ejemplos su diccionario, fue clave en la labor educativa y formativa de los bibliotecarios rurales. Moliner estaba convencida de que la educación era el motor de regeneración del pueblo y en esa línea trabajó durante toda su vida.

Obra Ecos:

La compañía Pasionarte, capitaneada por la directora Alexandra Fierro, se estrena en Ellas Crean con la valiente obra de teatro ganadora en el Festival Fringe de Edimburgo 2015. Ecos se representará el jueves día 2 a las 19:30 en el teatro Conde Duque, por 10 euros la entrada. 

El argumento no deja indiferente. Dos mujeres británicas. Una de ellas es una estudiante brillante, islamista, perteneciente al ISIS; la otra, una joven victoriana en las colonias del Imperio británico. Pese a estar separadas por 175 años, las dos se sienten atrapadas con sus maridos violentos, intentan luchar por hacer lo correcto hasta llegar a sufrir por ello y son conscientes de su condición de mujer, aunque no pueden hacer la vista gorda ante las terribles injusticias de su época.

Introducción a la poesía china con Li-Qingzhao:

En un año en el que la brillante película La doncella nos acercó a la literatura erótica japonesa ero-guro, Ellas Crean hacen lo propio con otro tipo de escritura asiática. La poesía china encuentra uno de sus exponentes máximos en la figura de Li-Qingzhao, una aristócrata nacida en el periodo de la dinastía Song. 

Alcanzó su maestría con el poema del género ci, que significa literalmente "canción y palabras", y su obra fue recogida en español por la sinóloga Pilar González España. Ella será quien dirija el recital en español y en chino, acompañado por la música en directo de la arpista Li Lizhen. 

Sands of silence, documental sobre la explotación sexual:

La periodista y cineasta Chelo Álvarez-Stehle recorrió durante quince años los márgenes invisibles de Asia y América Latina, donde miles de mujeres desaparecen dentro del mercado de la trata. En su película, Sands of silence, la reportera se mete en la piel de Virginia Isaías, que escapó de una red de prostitución en la frontera de México con su bebé de seis meses en los brazos. El documental ha recogido premios por el festival de Málaga, Los Ángeles o Malibú.

El sábado, el público de Ellas Crean podrá asistir también a un coloquio con la directora y la propia Isaías, convertida en una de las líderes mundiales contra la explotación sexual. 

Mesa de debate:

CIMA, MAV y Clásicas y Modernas son tres asociaciones que están trabajando muy duro por fomentar el papel de la mujer en la cultura española. Estas plataformas, lideradas por mujeres, realizan actividades en el campo del cine, las artes visuales y la literatura donde se pone de manifiesto la brutal desigualdad de nuestra sociedad a pesar de las cifras, que indican que un 58% de las tituladas en carreras de letras son mujeres. En la mesa redonda de Conde Duque, las tres responsables debatirán sobre la situación y posibles medidas para solventarla.

La generación femenina del 27:

Todos reconocemos a Luis Cernuda, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre o Pedro Salinas como pertenecientes a la generación del 27. Pero quizá no ubiquemos a Ernestina Champourcin, Carmen Conde o Josefina de la Torre entre sus homólogos masculinos. Todas ellas fueron escritoras y poetas con las que los intelectuales de la época tuvieron amistad y se influyeron en largas charlas de licores y cigarrillos. Las obras de ellos se han revisitado y estudiado hasta la saciedad; las de ellas permanecen en el olvido.

Para ayudar a su rescate, la Hemeroteca Municipal de Madrid ha seleccionado varias publicaciones donde las del 27 dejaron su impronta. Protagonizaron portadas de revistas literarias, escribieron los artículos de primera plana y donde tuvieron un nombre y un sombrero. Esta exposición podrá verse en el vestíbulo de Conde Duque durante todo el festival Ellas Crean, hasta el 7 de abril.   

Concierto de Hindi Zahra:

Hindi Zahra cuece las notas como un tajín asa verduras. Nació hace 31 años en Jurigba, un pueblecito de Marruecos a 200 kilómetros de la capital, y desde entonces no ha parado de mezclar, poner y quitar. En su cabeza suenan Ella Fitgerald, Maria Callas, Om Kalsoum o Nina Simone y, mientras tanto, la califican como la Patti Smith magrebí. 

Su estilo favorito es el jazz, pero también se mueve entre muchas otras cosas. Para su primer disco, Hand made (2010), Zahra alquiló un piso en París durante tres meses. Cuando dio a luz el álbum, la crítica y el público se lo agradeció con premios, nominaciones y galardones por decenas. El año pasado publicó su segundo disco, Homeland, y la reacción de la prensa especializada se duplicó. Ahora, por 30 euros la entrada, podemos disfrutar de su camaleónica voz en el teatro Barceló de Madrid.

Concierto de Sophie Auster:

El plato fuerte de nuestro tablero está reservado para ella. Hija del escritor Paul Auster y la novelista, ensayista y poeta Siri Hustvedt, Sophie ha triunfado con apenas 30 años en un ámbito distinto de al de sus progenitores. Sin embargo, la literatura le viene en la sangre y en la formación, lo que se deja notar en sus profundas letras.

Auster es amante de Walt Whitman y Emily Dickinson y dice liberar todas sus "mierdas" interiores a través de la música, aunque también ha probado el papel. El entorno de Sophie Auster es leyenda viva de muchos que ya no están, como el gran amigo de su padre Lou Reed. Ahora la traslada hasta el escenario del auditorio Conde Duque, donde podremos escuchar temas de Sophie Auster, Red Weather, Dogs and Men y su último álbum, Next Time.

Los cinco ejes de Kosmopolis 2017

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La fiesta de la literatura amplificada que se celebra cada dos años en el CCCB de Barcelona ha evolucionado. Hace diez años solo quería "abordar el concepto literatura de una forma amplia". El lema del este año en Kosmopolis es "cuando todo cambia": el cambio climático, el cambio de la idea de Europa, el cambio en el sector del libro, el cambio en el feminismo.

Esta ejecutiva sueca sabe cómo conseguir la igualdad de género en el cine

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En Suecia, hasta 2012, solo el 26% de los largometrajes estaban dirigidos por mujeres. En 2015 ya eran el 50%. Además, el logro se alcanzó sin renunciar a la calidad: el 70% de la representación sueca en los festivales más importantes del mundo era femenina, y las directoras, guionistas y productoras recibieron ese año el 60% de los premios Guldbagge, los Goya suecos. Todos estos datos, facilitados por el Instituto del Cine de Suecia, no han sido cosa de magia. Han sido cosa de una mujer.

Se llama Anna Serner y es la CEO de dicha institución desde 2011. Durante estos cinco años, promover la igualdad de género en el sector ha sido su prioridad. Un acuerdo de 2013 convirtió el combate contra el sexismo en una cuestión interseccional (aunque hace hincapié en los campos de guion, dirección y producción). “Por supuesto, he recibido muchas críticas por ello. La industria del cine, que tiene muy establecida su manera de hacer dinero, se siente muy amenazada, porque con nuevas normas tienen que esforzarse más. Y tienen grandes voces, y las utilizan. Pero tengo mucho apoyo de otros, también del Gobierno y de mis colegas de Instituto del Cine, y eso me ayuda, claro. Es necesario tener muchos amigos cuando tus enemigos son fuertes”, nos cuenta en un email que responde con cordialidad nórdica.

Este es el plan de acción

El plan con el que ha conseguido la paridad partía de desmontar cinco premisas falsas (pero "muy comunes", afirma). La primera: “Hay pocas mujeres directoras competentes”. Respuesta: no es que haya pocas, es que no se las ve. Para demostrarlo, creó el sitio web Nordic Women in Film, en colaboración con otros institutos, escritores y realizadores de los demás países nórdicos. Ahí van agrupando trabajos tanto recientes como históricos.

La segunda: “las mujeres no llegan a hacer su segunda o tercera película”. Sí, sí que las hacen, ¿por qué no?. Pero sí es verdad que tienen más dificultades. Para contrarrestarlas, creó el programa mentor Moviement, en el que cinco directoras consagradas guían a diez con una sola película en su haber para aprender técnicas de estrategia y empoderamiento.

La tercera: “tener en cuenta el porcentaje de mujeres y de hombres no nos llevará a la igualdad”. "Sí, sí lo hará", dicen en el informe del Instituto. “Miramos cuántos filmes dirigidos por mujeres y por hombres reciben las ayudas, y creemos absolutamente que esto marca la diferencia. La perspectiva de género será una parte muy importante de nuestro día a día”. Explican así una medida fundamental: equidad al otorgar las financiaciones públicas.

La cuarta: “No hay tantas chicas jóvenes que sueñen con ser directoras como chicos”. Sencillamente, no es verdad. Y si en algún momento lo es, es que algo pasa. “Por ello, estamos desarrollando iniciativas para fomentar modelos que sirvan a chicas adolescentes que estén interesadas en desarrollarse en el mundo del cine”. La respuesta tiene forma de programas educativos en colegios, campamentos, festivales o concursos regionales. En este caso hay un problema, que nos detalla Serner: “hemos apoyado especialmente acciones en todas las regiones de Suecia para fomentar a jóvenes cineastas femeninas. Eso dio lugar a muchas redes de trabajo, pero por desgracia, la mayoría de regiones dejaron de apoyar las iniciativas cuando nuestro dinero se acabó. Así que vamos a mantener este punto en el nuevo plan de acción 2017-2020”.

Quinta: “Los que están en el poder no desean que las cosas cambien”. En este sentido había otro impedimento: uno de cada cinco filmes que se realizan en Suecia lo hacen sin financiación del Instituto del Cine, y esa línea no pueden traspasarla. “Estamos convencidos de que el deseo de cambiar existe, pero hace falta más información. Para ello, estamos fomentando un proyecto con la Asociación de Productores Suecos de Televisión y Cine y con el Real Instituto de Tecnología para estudiar las estructuras presentes en la industria”, decían en el informe. Serner se explaya más: “el sector privado va más lento. Tenemos que seguir luchando, y buscando apoyos independientes en cada medio. Pero, claro, tendría que pasar por un cambio de legislación". "Ojalá las cuotas dejaran de ser necesarias, pero parece que solo la amenaza impacta”, lamenta.

“Suecia es tan patriarcal como cualquier otro país”, responde cuando se le pregunta si es que todo esto fue necesario porque su nación no es tan feminista como a veces percibimos. “Por eso tuvimos, y tenemos, una gran cantidad de prejuicios contra los que luchar. Si nos fijamos en otros números de Suecia, en las 200 principales empresas del mercado de valores solo hay 4 CEO's, lo que no equivale ni al 4%”. El informe del plan termina con una pregunta: “¿Qué estás haciendo tú?”. “Creo que cualquier país puede hacer un plan de acción por la igualdad de género como este. Quizá no el mismo, tal vez habría que ajustarse a las posibilidades de cada territorio, y adaptar los objetivos en el tiempo según las circunstancias”, nos comenta Serner.

¿Qué hacemos en España?

Preguntémonos, entonces, ¿qué estamos haciendo en España? Hace poco lo contábamos. Según el último informe de CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales), y lejos de los datos suecos, alrededor del 16% de las películas de ficción de 2015 las habían dirigido mujeres. Además, ellas solo acaparan el 15% de las nominaciones de los Goya. Lorena González Olivares, directora del Instituto de Cinematografía y Medios Audiovisuales, asegura que desde su junta directiva, conformada casi en su totalidad por mujeres, sí tienen sensibilidad hacia esta realidad.

“Damos un apoyo explícito a CIMA. Y por supuesto, respetamos la Ley de Igualdad, y en todos los comités hay al menos un porcentaje femenino del 40%”, señala. Pero contra el sexismo, lo más explícito que se hace es "puntuar positivamente que haya mujeres a la hora de dar ayudas a la producción, tanto las del tipo selectivo (dirigidas a cine más independiente) como general (al de mayor impacto industrial)”. Se refiere así al sistema de puntos que establece las prioridades a la hora de otorgar subvenciones a distintos proyectos, lo cual es la principal competencia del Instituto. "Al final, esto promueve que haya mujeres, porque un productor cuando presenta una idea lo que quiere es tener más puntos”.

Es así desde antes de que ella ostentase el cargo en 2014, pero en la nueva norma en el BOE del 23 de diciembre de 2015 de ayudas al cine hay una ligera modificación. Ya era un plus que hubiese directoras y guionistas en los equipos, pero ahora se añaden las productoras ejecutivas y las jefas de equipo. Estas medidas se llevan a cabo a propuesta del propio CIMA. Su presidenta, Virginia Yagüe, cree que "se podría haber hecho más, de ahí nuestra intención de seguir trabajando activamente con el ICAA. Los datos hablan por sí solos, hay que seguir incentivando y activando medidas de impulso".

Lo ven algo insuficiente por dos motivos. El primero es que las ayudas de tipo general van para proyectos con un coste mínimo de 1.300.000 euros. "Y la mayoría de películas de mujeres se quedan fuera porque, de media, su coste inicial es inferior", explica Yagüe. "Si existe ese límite, deberíamos fomentar medidas que diesen acceso a presupuestos mayores, pero no se ha mirado desde ese punto de vista", reflexiona. El segundo: la igualdad de género tiene un tope de 4 puntos de beneficio en generales y selectivas. Y estos se reparten, por lo que el hecho individual de que un filme sea dirigido o escrito por una mujer solo puede ser valorado hasta por 1 punto, "cuando antes podía llegar a 2,5", precisa Yagüe. Así que aunque aprecian que se tengan en cuenta otras profesiones, "hemos retrocedido en el valor, porque las directoras y guionistas son creadoras y es importante fomentar la autoría. Hemos trabajado mucho tiempo en eso".

Para Yagüe, el sueco es un modelo en el que fijarse, "de medidas concretas y en positivo, la línea de CIMA va en ese sentido". González Olivares reconoce que no han mirado hacia Escandinavia a la hora de realizar la nueva ley. Y es que no solo tuvieron en cuenta a la Asociación de Mujeres Directoras, sino que fue redactada "con la colaboración de muchos interlocutores", muchos de ellos representantes de otras organizaciones: “La ley no busca solo fomentar la igualdad de género, aunque lo tenga siempre en cuenta. Es que hay muchos otros aspectos relacionados con la producción, y con otros colectivos". Pero eso sí, según la directora del ICAA, hay una meta última: "el horizonte final es que no tengamos que puntuar de manera excepcional el hecho de que haya participación femenina en una cinta".

El 81% de las candidatas a mejor película en los Goya, dirigidas y escritas exclusivamente por hombres

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Mi vida sin mí, Te doy mis ojos y La vida secretas de las palabras. En una línea caben las únicas tres candidatas a mejor película en los Goya que han sido escritas y dirigidas exclusivamente por mujeres. La lista es bastante más larga si hablamos de las nominadas a mejor película con equipos de dirección y guionistas únicamente masculinos: 97 de las 120 candidatas (un 81%) fueron exclusivamente cosa de hombres.

Son las cifras que se desprenden del análisis de las nominaciones de todas las ediciones de los galardones del cine español (desde 1987) realizado por eldiario.es. Los datos señalan que la presencia de mujeres directores y guionistas entre las mejores películas para los Goya es ínfima. Apenas un 19% de las candidatas contaron con al menos una mujer en su equipo de dirección o guión, según el cálculo realizado en base a los datos de Internet Movie Database (IMDb) y teniendo en cuenta a los autores de las obras originales cuando se trata de una adaptación.

Por ejemplo, la película Un monstruo viene a verme, con 12 nominaciones, fue dirigida por Juan Antonio Bayona y escrita por el novelista Patrick Ness. Sin embargo, sí cuenta con una mujer entre los guionistas ya que la historia parte de una idea original de la escritora anglo-irlandesa Siobhán Dowd, que murió antes de poder terminar la obra.

Los nominados de este año no parecen cambiar la tendencia histórica. Entre los candidatos a los galardones que se entregarán este sábado, ni una sola de las nominadas a mejor película ha sido dirigida por una mujer y tampoco hay mujeres entre los candidatos en la categoría principal de mejor dirección. Solo hay una mujer entre los que optan al premio de mejor guion original y adaptado: Isabel Peña, por Que Dios nos perdone. Aunque lo ganara, tendría que compartir el premio con otro hombre, Rodrigo Sorogoyen. Nely Reguera, que aspira a conquistar el Goya a la mejor dirección novel con María (y los demás), es el otro nombre femenino que se cuela en una lista de hombres.

Unos datos que señalan una realidad del cine español y también del estadounidense: las películas están, en su mayor parte, dirigidas y escritas por hombres. "Objetivamente las películas dirigidas por mujeres son muchas menos y con un presupuesto menor", señalaba la actriz Leticia Dolera en una entrevista a eldiario.es.

Josefina Molina, Pilar Miró, Gracia Querejeta, Isabel Coixet, Iciar Bollaín y Paula Ortiz. Estas son las seis mujeres directoras que pueden presumir de tener un título entre las nominadas a mejor película en los Goya. 

¿Se valora igual a las actrices después de los 40?

A la hora de premiar las mejores interpretaciones del año, la Academia de Cine español tiene en cuenta la complejidad del personaje, la expresión facial, la fuerza de la actuación, la verosimilitud y, en el caso de las mujeres, también la juventud. Según el análisis realizado por eldiario.es, las candidatas a mejor actriz protagonista y de reparto en los Goya son, de media, cinco años más jóvenes (46 años frente a 41) que sus homólogos masculinos en el momento de recibir el premio.

La diferencia se acentúa cuando se trata de las protagonistas. Las actrices nominadas por un papel principal tienen, de media, siete años menos que los actores candidatos.

Rafaela Aparicio es la única mujer con más de 70 años nominada a un Goya a mejor actriz principal desde 1987. Por el contrario, hasta diez actores que ya habían llegado a la setentena fueron candidatos a mejor papel protagonista en toda la historia de los galardones.

Una de las causas de esta diferencia parece encontrarse en la propia industria. Tal y como publicó El Mundo, las actrices tienden a empezar más pronto sus carreras pero a partir de los 35 "se convierten en material defectuoso para la industria del cine". El medio digital comparó las carreras de actores con actrices y descubrió que ellos seguían haciendo películas hasta los 60 y tantos, al contrario que las mujeres.

Los datos de los Goya analizados por eldiario.es parecen confirmar esa tendencia. Las actrices nominadas son más jóvenes y los actores siguen siendo candidatos aunque pasen los años. Mientras que para las actrices la edad de oro para estar nominada a los premios de la Academia se encuentra entre los 25 y los 39 años, para los hombres está entre los 30 y los 50.


Mujeres cineastas proponen cuotas en las subvenciones para conseguir la paridad

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En Cataluña, más de la mitad de los estudiantes de Comunicación Audiovisual son mujeres. La cifra oscila entre el 74,40% de la Universidad Pompeu Fabra y el 52,28% de la Universidad Blanquerna. Incluso en la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Catalunya (ESCAC), de orientación más técnica, el porcentaje de matriculadas se ha estabilizado alrededor del 40%. En cambio, la realidad laboral en el sector es muy diferente. Según datos extraídos de los Premios Gaudí 2017, el porcentaje de mujeres solo supera el 25% en la tarea de dirección artística.

"Hay más presencia femenina en los estudios vinculados al audiovisual, pero después hay que atravesar un puente para llegar a la industria. Y este puente es difícil de atravesar. De ahí la necesidad de actuar", afirma Anna Petrus. Esta cortometrajista y docente habla en representación de la rama catalana de CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales), en proceso de convertirse en delegación oficial de la organización estatal.

La primavera pasada, un grupo de cineastas comenzó a mantener conversaciones con perspectiva de género sobre la realidad del sector, plantando la semilla de lo que se ha convertido en CIMA Catalunya. Los informes que manejaban eran demoledores y ratificaban sus sensaciones sobre una desigualdad estructural, por motivos de sexo, en el acceso a puestos de responsabilidad. Sabían que el Instituto Catalán de Empresas Culturales (ICEC) iba a negociar su Plan Estratégico del Audiovisual 2017-2020, que marcará las políticas institucionales de los próximos años. "La directora Carla Subirana fue la que promovió intentar que el Plan incluyese medidas compensatorias para incidir en la situación que vivimos", revela Petrus.

Medidas a múltiples niveles

Tras analizar la realidad estadística del sector, tanto en su vertiente formativa como en la laboral, CIMA Catalunya estudió diversas políticas de acción, como las que ha impulsado el Instituto de Cine de Suecia. Como revela Petrus, el modelo sueco ha sido inspirador "porque es el único país que ha conseguido la paridad en el sector".

El resultado ha sido un plan de acción que contempla un sistema de cuotas para asegurar una presencia mínima de proyectos liderados por mujeres en el reparto de ayudas públicas otorgadas por el ICEC. Este sistema ha recibido la adhesión de diecinueve entidades, tanto centros formativos (las cinco universidades catalanas donde se imparte el grado en Comunicación Audiovisual) como asociaciones profesionales (Academia de Cine Catalán, Colegio de Profesionales de Audiovisuales de Cataluña, Colegio de Directores, Asociación de Actores y Directores Profesionales de Cataluña...). Según Petrus, eso significa el apoyo "de la práctica totalidad del sector. Y las instituciones al final lo que hacen es escuchar al sector".

En paralelo, el plan contempla toda una serie de medidas y proyectos destinados a visibilizar la tarea de las profesionales, a ofrecerles herramientas para navegar en una industria actualmente masculinizada y a monitorizar los posibles avances o retrocesos en materia de igualdad.

CIMA Catalunya apuesta por la creación de un directorio de mujeres cineastas (en una primera etapa, centrado en directoras, guionistas, productoras, montadoras y directoras de fotografía) inspirado en iniciativas ya existentes como Nordic Women in Film y la estadounidense The Director List. También demanda la creación de viveros para proyectos y de programas de mentoring, en la linea de iniciativas impulsadas por las instituciones suecas o por el Instituto de Cine Americano, que mantiene talleres prácticos y programas educativos.

También se contempla la búsqueda de acuerdos con festivales cinematográficos, centros culturales y otros canales o espacios de difusión, para que contribuyan a la hacer visible la tarea de las profesionales. En el aspecto de la visibilización, o no-invisibilización, algunos medios de comunicación también tendrían que afrontar sus propias responsabilidades. En la última ceremonia de los Premios Gaudí, el realizador Isaki Lacuesta criticó que ciertas coberturas de La próxima piel sólo le citaban a él como autor, a pesar de que la obra estaba firmada por dos directores: Isa Campo y el mismo Lacuesta.

Cuotas contra los techos de cristal

La medida más llamativa propuesta por CIMA Catalunya sería la introducción de cuotas en los programas de ayudas públicas al audiovisual. Algunas autonomías y el Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICCA) han introducido un sistema que bonifica la participación de mujeres en los puestos clave de un proyecto, para facilitar que se cumpla la Ley de Paridad. A nivel nacional, el ministerio de Cultura da puntos a la presencia de mujeres en la película. Así, según se recoge en el BOE del 23 de diciembre de 2015:

Que la autoría del guión o la labor de dirección de la película sea íntegramente femenina: 5 puntos. En los supuestos de coparticipación masculina en la dirección y el guion, la puntuación será la proporcional a la cantidad de mujeres directoras y guionistas, para lo cual se baremará por separado la participación femenina en cada uno de los conceptos, y se sumará la puntuación obtenida, hasta el límite de 5 puntos.

"No hemos detectado que estas bonificaciones hayan tenido un impacto significativo. Creemos que necesitamos un sistema de cuotas para que haya un cambio de mentalidad del sector, para que se empiece a pensar en femenino. Y, en paralelo, trabajar un cambio profundo de la sociedad. Hay que operar en ese doble nivel: el resto de políticas han de acompañar, porque sino la cuota no tendrá éxito", afirma Petrus.

La propuesta de CIMA se basa en el concepto de "proyecto liderado por mujeres". Para conseguir esta denominación, un filme tendría que conseguir como mínimo 1,5 puntos de un máximo de 3,5. Una dirección exclusivamente femenina (sea personal o compartida entre varias cineastas) sería suficiente para entrar en esta categoría. Una escritura o producción a cargo de mujeres (valorada cada una de ellas con 1 punto), en cambio, no lo sería. Se ha valorado el impacto específico de las tarea de dirección en la mirada que proyecta una película.

Estas cuotas serían de implantación progresiva. Un 25% de los proyectos subvencionados por el ICEC deberían ser liderados por mujeres en 2017; el porcentaje se iría incrementando anualmente en cinco puntos, hasta alcanzar el 40% en 2020. 

A preguntas de este diario, el ICEC afirma la igualdad entre sexos es "un tema sensible y en el que se está trabajando". La definición del Plan Estratégico del Audiovisual se explica como una tarea de consenso con los profesionales ("todos los criterios de valoración que recogen las bases de las diferentes ayudas son negociados con el conjunto del sector, a través de los representantes de las diferentes asociaciones") todavía por culminar. Desde la institución sí avanzan que el Plan abordará la igualdad de oportunidades entre sexos: "Aunque las lineas de subvención del año 2017 no están aún definidas del todo, la voluntad es poder incluir iniciativas pro igualdad".

Fondo de armario para una biblioteca feminista

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El movimiento feminista ha recorrido un largo camino. Desde la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, escrito en 1791 como respuesta a la Declaración de los Derechos de los Hombres y del Ciudadano que excluía a la mitad de la población hasta el nuevo feminismo combativo de Caitlin Moran o Pussy Riot, se ha analizado desde todos los ángulos el comportamiento de las mujeres contra los corsés de lo “correcto”, lo apropiado y lo imposible.

La historia de las mujeres es necesariamente radical, no sólo por su resistencia a la norma y su politización de lo doméstico y de lo íntimo sino porque es una historia alternativa a la historia: como dijo alguien, “qué diferente hubiera sido la historia de las mujeres si no hubiese sido escrita por hombres". Aquí recogemos algunos de los libros que podemos considerar imprescindibles para comprender la historia y evolución del feminismo, el momento en el que se encuentra ahora y su motivo de lucha actual.

Los textos fundacionales

Hablando de hegemonía, fue durante la Revolución Francesa que se redactó la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, un título donde no cabe una arroba. Como respuesta, Olympe de Gouges redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791), uno de los primeros documentos históricos que aboga por la emancipación de la mujer y pide la igualdad de derechos y mismo tratamiento legal y jurídico tanto para hombres como para mujeres.

Posiblemente le sirvió de inspiración a la famosa Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792) de Mary Wollstonecraft, para quien "el matrimonio no se considerará nunca sagrado hasta que las mujeres, educándose junto con los hombres, no estén preparadas para ser sus compañeras, en lugar de ser únicamente sus amantes".

Sobre legislación, Reforma o Revolución de la gran Rosa Luxemburgo sigue siendo un libro clave para entender que el feminismo es también una lucha de clases, y tampoco hay que olvidar la contribución de Clara Campoamor y Federica Montseny al marco legislativo. Las dos escribieron regulación pionera en torno a los derechos de la mujer, incluyendo el derecho al aborto. Y, con cierta inclinación por la ironía, podríamos incluir el Manual de socialismo y capitalismo para mujeres inteligentes de George Bernard Shaw para navegar las aguas políticas actuales que, como todo lo nuevo, tiene al menos una reencarnación anterior. Porque el sistema capitalista aplasta a la mujer y no se puede conseguir una sociedad igualitaria y feminista si dejamos que esta estructura social, económica y política rija nuestras vidas.

Un regalo más ligero para no iniciadas: Olympe de Gouges es una novela gráfica de Catel Muller y Jose-Louis Bocquet.

Segunda ola: Lo personal es político

El segundo sexo (1949) se preguntaba por primera vez algo que en su momento parecía exótico pero tocó tecla con las señoras: ¿Qué significa exactamente ser mujer? Simone de Beauvoir reflexiona sobre las construcciones de género: somos mujeres ¿porque nacemos mujeres o por qué nos construyen mujeres? La francesa plantea que la mujer debe reconstruir su identidad propia, lejos de lo que quieren los demás que seamos.

Inspirada por este libro, Betty Friedan escribe La mística de la femineidad en 1963, un análisis sociológico del retrato mediático que hacen las revistas femeninas de la mujer ideal. Friedan descubre que, en la generación posterior a la victoria sufragista, las revistas dejan de celebrar a la mujer independiente con carrera y profesión para centrar la felicidad femenina en la consecución de otros valores: el marido rico, la figura esbelta, la ropa cara, la cocina moderna y dos niños perfectos. Como consecuencia, las mujeres pueden ir a la universidad pero lo hacen para encontrar marido. En este orden de cosas, sólo "las feas" consiguen acabar la carrera, embarcándose en una vida yerma y carente de afecto. Así nace la vampírica "mujer de carrera" que intenta robarle el marido a sus dulces congéneres.

La revolución de la Política sexual

Decían que la televisión acabaría con la cultura pero, como hoy ya sabemos, lo que trajo fue la guerra, dejando que libros radicales llegaran a las masas gracias a tres amazonas de carisma peculiar. En Política Sexual, Kate Millet argumenta que lo político afecta a lo personal y, por ende, a las relaciones sexuales. El libro ahonda en cómo las estructuras del sistema patriarcal afectan también a las estructuras existentes en cualquier relación, y encuentra sus ejemplos en el cánon literario: D.H. Lawrence, Henry Miller, Norman Mailer y -contra el canon- Jean Genet.

El famoso Intercourse (coito) de Andrea Dworkin declara que, en una sociedad en la que todo está estructurado para que las mujeres estén subordinadas a los hombres, el sexo es sólo otra pieza más para perpetuar esta subordinación. Este argumento, y su lucha particular contra la recién llegada industria pornográfica, fue reducido a una de sus frases más desafortunadas, "Toda penetración es violación”, dejando así en un segundo plano el verdadero debate. Que incluye, por cierto, el derecho al aborto, el acceso a los anticonceptivos y las expectativas de cuidados en torno a la maternidad, la vejez y la enfermedad, debate liderado por la vaca sagrada Gloria Steinem.

Reacción. La guerra no declarada contra la mujer moderna cierra el círculo de Betty Friedan. Donde ésta señalaba la reacción mediática contra el movimiento sufragista, Faludi detecta el mismo proceso en los años 90, cuando los medios y el cine manufacturan un sinfin de estereotipos negativos contra "la mujer de carrera" (¿se acuerdan de Glenn Close en Atracción Fatal?). Años más tarde llega su heredera pop con Female Chauvinist Pigs: Women and the Rise of Raunch Culture de Ariel Levy, donde habla del síndrome de abeja reina, esas mujeres que todos conocemos cuya práctica habitual incluye reforzar las estructuras patriarcales para ser la única mujer poderosa en su entorno, poniéndole la zancadilla a todas las demás. En todas las empresas hay una, todo el mundo sabe quién es.

Queer y Cyberfeminismo: la anatomía no es identidad

Desde que un psicólogo neozelandés llamado John William Money se inventara la palabra género en 1947, la parte más radical del movimiento ha trabajado para separar la identidad sexual de la anatomía. El movimiento Queer estalla en Francia y en Estados Unidos en los 90, en plena crisis del sida, y rechaza las categorías de control de lo privado como "homosexual", "gay" y "lesbiana" y la psiquiatrización de las preferencias identitarias, íntimas y sexuales para reclamar la identidad sexual independiente a la ley, la sociedad y la familia.

Entre las más interesantes están la fundadora Judith Butler y la propia Beatriz Preciado, sin duda uno de los cerebros más interesantes del ensayo en español, aunque ninguneada -precisamente- por la elección de sus temas. En Cuerpos Que Importan, Butler coge la Historia de la sexualidad de Foucault y se la lleva al feminismo, con resultados electrizantes. Y en su Manifiesto contra-sexual, Preciado teje un sólido manifiesto contra los prejuicios sexuales, enlazando la producción tecnológica y farmacológica con la imposición de identidades convenientes basadas en lo físico, lo social y lo tecnopolítico. Más ligero pero no menos interesante, hay que leerse los comics de Alison Bechdel, desde su obra maestra Fun Home, hasta la reedición de su famosa tira cómica, Lo indispensable de unas lesbianas de cuidado.

Variante de la misma semilla y entretejido con esta, el movimiento Cyberfeminista explotó en los 90 con dos textos: Un manifiesto cyborg: ciencia, tecnología, y feminismo socialista a finales del siglo XX de la "feminista, más laxamente neomarxista y postmodernista" Donna Haraway y Ceros y Unos de Sadie Plant, un ensayo que sólo podía envejecer mal (como todos los hijos de su época, como Matrix) pero que reclamó el lugar de las mujeres en el desarrollo científico y desenterró a la santa del movimiento: Ada Lovelace, hija del poeta Lord Byron, madre del lenguaje de programación.

Tercera Ola: Tetas y cerebro

Para empezar, un regalo para aquellos que declaran que el feminismo ya no tiene sentido porque las mujeres han conseguido el reconocimiento, la emancipación y el derecho al aborto que tanto ansiaban y sólo les queda ganarse todo lo demás. Manifesta: Young Women, Feminism and the Future, de Jennifer Baumgardner y Amy Richard explica por qué el feminismo no ha muerto, cómo se entiende en el siglo XXI y cuáles son sus luchas, que son muchas y variadas. En la misma línea, El Futuro del Feminismo de Sylvia Walby desmonta los argumentos por la defunción y/o irrelevancia del movimiento, recordando lo mucho que nos queda para alcanzar algo parecido a una igualdad de oportunidades.

Aclarado esto, vamos con las chicas. Aunque no lo parezcan, son herederas de Beauvoir y plantean nuevos modelos de ser mujer en un mundo falsamente lleno de posibilidades. No soy ese tipo de chica, de Lena Dunham y Cómo ser mujer, de Caitlin Moran no dan lecciones de cómo son o deben ser las mujeres. Se dedican a escribir lo que les atormenta, les apasiona, cuáles son sueños y qué obstáculos han encontrado en su camino para conseguirlos. Y asuntos de importancia severa: cómo nos relacionamos las mujeres con nuestro cuerpo. Y con la comida. Y con los hombres, las amigas y la familia.

Es el fenómeno Tits and wits” (tetas y cerebro): se puede ser mujer, apasionada de la moda, independiente, inteligente y emprendedora y también tener tetas. Funcionan por el mismo motivo por el que funcionó su antepasada francesa; porque refleja las dudas, los miedos y las posibilidades de su generación.

Quita de allá esas estrellas

¿Por qué nos enamoramos de gente que no nos merece? ¿Qué nos hace renunciar a cosas por amor? La socióloga Eva Illouz se ganó el cielo con Por qué duele el amor, donde analiza los atributos de valor que otorgamos a la adoración ajena y que desaparecen con la ruptura, con el consiguiente dolor espantoso. en El consumo de la utopía romántica, se dedica a desmontar los mitos del amor romántico, incluyendo lugares comunes como el beso bajo la lluvia. En el mismo género, la Crítica del pensamiento amoroso, de Mari Luz Esteban, explica cómo nuestra forma de entender el amor afecta a los comportamientos y relaciones que tenemos con todo lo demás, ya sean relaciones de amor, de clase social o de etnia. Esto afecta a la construcción de identidades y, por tanto, de sujetos.

Finalmente, en La construcción socio-cultural del amor romántico, Coral Herrera disecciona las emociones, preguntándose si se tratan de un fenómeno biológico o una construcción social. Herrera hace una reflexión de cómo las emociones están predeterminadas por mitos, relatos y estereotipos que hemos ido interiorizando poco a poco hasta que los hemos asumido cómo algo innato.

Economías radikales

Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria de Silvia Federici (2004) es uno de los textos estrella de los últimos años. Profesora en la Hofstra University de Nueva York, Federici ofrece una revisión historica de Marx y del capitalismo desde una perspectiva feminista. Entre otras cosas, el libro enlaza la famosa caza de brujas con la usurpación de bienes a mujeres por parte de la Iglesia. No es casual que haya más brujas en aquellos lugares donde una mujer puede heredar legalmente bienes familiares- como Euskadi- y por tanto acumular tierras o casas sin necesidad de casarse. De aquí el mito de la bruja que vive sola en una casa en mitad del bosque.

Con idéntico espíritu -y no en vano en la misma editorial- Amaia Orozco propone una Subversión feminista de la economía, donde se establece el género como "una variable clave que atraviesa el sistema socioeconómico, es decir, no es un elemento adicional, sino que las relaciones de género y desigualdad son un un eje estructural del sistema, el capitalismo es un capitalismo heteropatriarcal." ¡No olvides leer nuestra entrevista!

Finalmente, un libro radical sobre una economía muy sumergida: en Dónde está mi tribu, Carolina León reflexiona sobre la maternidad y la crianza, con especial y doloroso énfasis en el asunto de la lactancia y la borrosa raya que separa la responsabilidad de una madre de la prisión.

Brujas: Manifiestos literarios

Si hay un precedente -y olvidamos la Antígona de Sófocles porque la escribe un señor- tendrá que ser Cristina de Pizán y La Ciudad de las Damas (1405). En el contexto de la "Querella de las Mujeres", un debate teológico sobre la supuesta inferioridad del sexo femenino, Pizán imagina una ciudad medieval diseñada y habitada por mujeres, arropada por el renacentismo y amurallada contra el patriarcado bruto, chovinista y apestoso de ahí fuera.

Seis siglos más tarde, en Una habitación propia (1929), Virginia Woolf interviene juiciosamente en lo doméstico para ofrecer "una opinión sobre un punto sin demasiada importancia: que una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas". Y donde la mujer -aunque no sea escritora- pueda ser ella misma, con sus extrañezas y sin interrupciones.

Más impactante -aún hoy o, quizá, sobre todo hoy, es la relectura que hace Jean Rhys de Jane Eyre. En Ancho mar de los sargazos (1960) Rhys literalmente hackea a la vaca sagrada de Charlotte Brontë, recreando la biografía de un personaje aparentemente secundario: la primera mujer del señor Rochester, que vive encerrada y oculta en el ático de su siniestra mansión victoriana. Reivindicación postcolonial donde las haya, manifiesto feminista atemporal, es imposible volver a leer a Brontë -o cualquier literatura decimonónica- de la misma manera. Eso sin mencionar lo maravillosamente escrito que está.

Claramente inspiradas en esta corta pero impactante novela, las académicas Sandra Gilbert y Susan Gubar publican La loca del desván: escritoras y la imaginación literaria del siglo XIX en 1979, cuya intención y contenido se explica por sí misma. Como complemento, dos estudios sobre el origen del mito de la "mujer fatal": Ídolos de perversidad: la imagen de la mujer en la cultura de fin de siglo, de Bram Dijkstra y Las hijas de Lilith, de Erika Bornay.

En estos dos libros imprescindibles se explica cómo el movimiento de demonización literal de las mujeres corre paralelo al de su proceso de emancipación, desde su papel en la Revolución Francesa hasta su incorporación al mercado laboral. El arte y la literatura decadentista se llena de vampiras, gorgonas, serpientes y sirenas, que se anteponen a la dulce criatura doméstica con sus insaciables apetitos sexuales y sus rituales demoníacos. Para una lectura más moderna de rol de la mujer en el arte, la literatura y la política, recomendamos leer cualquier cosa de la brillante y viperina Camille Paglia, estrella de los 90, hoy injustamente olvidada pero más necesaria que nunca.

Rebecca Solnit: Feminismo de datos

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Uno de los problemas del feminismo es que su lenguaje está lleno de gestos que escapan al sexo opuesto, como el de llevar las llaves apretadas en un puño camino del portal o el de sonreír y asentir con la cabeza cuando un hombre te explica algo sobre un tema del que sabes mucho más que él. Este último protagoniza el famoso ensayo de la historiadora, activista y ensayista californiana Rebecca Solnit que da nombre a este libro, posiblemente el texto feminista más celebrado y comentado de los últimos diez años.

La ola de reconocimiento que generó Los hombres me explican cosas cuando se publicó por primera vez en 2008 fue tan grande que introdujo (aunque ella lo niegue) un nuevo verbo en el vocabulario anglosajón: mansplaining. Se usa para describir al hombre que explica algo a una mujer de manera injustificada, condescendiente y no solicitada, sin tener necesariamente mucha idea sobre lo que explica, pero asumiendo que ella lo ignora todo sobre el particular. Solnit decidió contarlo porque "las mujeres jóvenes necesitan saber que ese menosprecio no es el resultado de sus defectos o falta de conocimientos sino la vieja y aburrida guerra de género de siempre. 

En otro ejemplo menos hilarante, una profesora invitada a una universidad pregunta a los estudiantes jóvenes qué medidas tomaban ellos para evitar las violaciones. Ellas tienen mil respuestas, ellos ninguna, porque no han tenido nunca que pensar en ello. Estas son las estructuras que aquí hemos llamado Micromachismos, y que no son sutiles pero sí invisibles, incluso para quien las sufre.

Ser hombre como factor de riesgo

El otro problema del feminismo, que comparte con otras causas nobles como la lucha contra el racismo, el maltrato animal o el calentamiento global, es que la implicación emocional de los implicados conduce la discusión hacia parámetros éticos, empañando los datos empíricos con una carga emocional que confunde el resultado. Contra este problema, Solnit propone una lectura literal de los datos tal y como se nos presentan, buscándolos en contextos que no están vinculados a la violencia de género, sino a la violencia sin más.

Con esos datos en la mano, es difícil  no coincidir con la impactante conclusión de un estudio médico: "Ser hombre ha sido identificado, en varios estudios, como un factor de riesgo para el comportamiento criminal violento, igual que la exposición al tabaco antes del nacimiento, tener progenitores antisociales y el pertenecer a una familia pobre".

Los hombres cometen la mayor parte de los crímenes. "Las mujeres entre los 15 y los 40 años tienen más posibilidades de morir o ser lesionadas o desfiguradas debido a la violencia masculina que debido al cáncer, la malaria y los accidentes de tráfico juntos", dice en una cita el periodista Nicholas D. Kristoff. Pero este no es un libro contra los hombres sino contra la violencia machista. Si somos capaz de aceptar lo que dicen los números, argumenta Solnit, "tal vez seamos capaces de teorizar acerca de la procedencia de la violencia y sobre qué podemos hacer al respecto de la manera más efectiva".

De la misma manera, aborda conflictos que hemos identificado como culturales, generacionales o económicos, como el matrimonio entre personas del mismo sexo. Para Solnit, la radicalidad del matrimonio homosexual consiste en transformar una relación tradicionalmente jerárquica en una igualitaria. Lo que rechaza la iglesia y el sector conservador de manera tan fehaciente no es el acto sino el contrato: un matrimonio donde no haya un hombre y una mujer debe necesariamente renegociar las leyes que establecen que, citando al derecho estadounidense, "la misma esencia o existencia legal de la mujer se suspende durante el matrimonio, o al menos es incorporada y consolidada a la del marido". Un matrimonio entre iguales es una granada lanzada al corazón mismo de la desigualdad.

Locas, malas y mentirosas

El genio de Solnit, cuya prolífica carrera incluye libros tan deliciosos como Wanderlust. Una historia del caminar, consiste en hacernos mirar lo que ya hemos visto y verlo de otra manera. "Siento que formo parte de una nueva fase de la revolución feminista para restablecer la dignidad, la integridad corporal, la autonomía y la plena participación de las mujeres en la vida pública", decía en una entrevista reciente. Su ensayo sobre Virginia Woolf es un tratado sobre la empatía, la emoción contra la que luchamos cuando no queremos ayudar ni entender a los demás. Allí discute con Susan Sontag sobre la importancia de mirar, y sobre el valor de continuar mirando, cuando somos testigos de atrocidades. "Porque las atrocidades no tienen un fin y de alguna manera debemos trabajar con ellas".

En El síndrome de Casandra, habla de cómo las mujeres que ponen en cuestión a un hombre suelen oír "que deliran, que están confusas, que son manipuladoras, maliciosas, conspiradoras, congénitamente mentirosas". Todas esas locas maliciosas saldrán de su lectura transformadas en activistas de su propia causa. En los dos últimos ensayos de este libro imprescindible encontrarán las herramientas.

"A un hombre siempre le resulta castrador dar autoridad a una mujer"

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La primera vez que veo a Siri Hustvedt está enmarcada en un portal. Sentada en plena calle, posa con la madurez de los escritores de éxito que son a su vez respetados por crítica y público. La fotógrafa dispara y la escena adquiere un tono simbólico: miro a Siri Hustvedt mirada por una cámara. Las mujeres que miran a las mujeres, pienso, un trasunto de su último libro, La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (Seix Barral), donde desgrana una serie de ensayos que mezclan sus disciplinas favoritas, arte, ciencia y análisis literario.

La carrera de Hustvedt se despliega especialmente desde 2003. Pese a haber escrito y estudiado diversas disciplinas desde hace más de treinta años, fue con la novela Todo cuanto amé cuando llamó la atención del gran público. Desde entonces, el sempiterno título de 'mujer de Paul Auster' dejó de rondarle con tanta frecuencia, especialmente tras la publicación de Elegía para un americano y El verano sin hombres, en los que amor, desamor y los tránsitos de la enfermedad mental la hicieron mundialmente conocida.

Ahora, el regreso de Hustvedt se muestra como un complemento de sus intereses: habla con el mismo entusiasmo y humor sobre migrañas, modelos computacionales y feminismo, todos elementos presentes en su último libro, que presenta en plena vorágine editorial del Día del Libro.

Su último libro es extraño puesto que no es confesional, pero sí tiene algo muy personal. Por ejemplo, el psicoanálisis se pone en valor después de mucha desvalorización por parte de la ciencia.

Soy de un grupo de neuropsicoanálisis desde hace diecisiete años. Una de las premisas es que muchas de las tesis de Freud han sido confirmadas por la neurociencia. Él estudió neurología, era científico, escribió un libro maravilloso sobre la afasia. Creo que se trata de una unión interesantísima. Hay psicoanalistas hostiles a la idea de una unión con la neurociencia, mientras que los neurocientíficos suelen ser más abiertos porque han sido declarados los jefes de la cultura. Se pueden permitir ser benevolentes con los psicoanalistas, que han sido marginados y tienen una posición mucho más difícil.

Usted lo usa varias veces a lo largo del libro para hablar de su propio análisis y cómo le ayuda a escribir.

Se trata de una respuesta poética, pero también analítica a mi propio psicoanálisis que fui adaptando con distintos grupos terapéuticos cuando me pedían que diera conferencias. Pese a que había leído y estudiado psicoanálisis desde la adolescencia, especialmente a Winnicott, lo que me fascinó fue que cuando realicé mi análisis, mi conocimiento previo no fue significativo ni útil. Y no entiendo por qué ese proceso, que es una forma de diálogo, ha sido una gran liberación en mi vida. ¡No entiendo por qué! Pero es así [ríe].

Podría ser porque le obliga a verse desde otro lugar, desde otra perspectiva, que es exactamente lo que hace usted al examinar algunas obras de arte en el libro.

Es verdad. La imaginación es un vehículo para habitar al otro, pero también para habitar otras formas de conocimiento. Puede tratarse de otra disciplina, pero también de otra persona.

El ensayo que da título al libro trata una obra de Picasso, Mujer que llora, y sirve para explorar cómo las mujeres son vistas en el arte y cómo se crean y centran los discursos alrededor de su percepción. ¿Sabía usted que la última exposición sobre Picasso en Madrid le interpreta como feminista?

Me parece una locura que alguien considere feminista a Picasso. No sé cómo pueden decir eso. He leído muchísimos libros sobre Picasso, la biografía de John Richardson y varios otros. Que no sea feminista no devalúa en nada su obra, y se puede admirar igualmente.

Picasso, para mí, siempre ha sido un innovador estilístico, pero sus sujetos son siempre muy tradicionales, muy clásicos, aunque luego los deconstruyera. Lo comenté con un especialista en Picasso: para él, las mujeres eran objetos sexuales y simbólicos. La subjetividad femenina aparece a veces, por ejemplo, con algún retrato de su esposa, donde se ve que le interesa su vida interior. Pero ¿Picasso feminista? ¡Es absurdo!

La exposición comisariada por Anne Wagner habla de que las mujeres se usan en su obra como armas.

Ah, lo pillo. La pintura se "resignifica", como dicen ahora. Y las mujeres en la guerra también son vistas como víctimas. Tampoco me parece una posición feminista, qué quieres que te diga [ríe].

Su libro también trata a los hombres que no dejan hablar a las mujeres: usted describe un caso muy concreto durante un panel en una universidad. No dejaron hablar a una mujer, aunque de manera sutil. Pero no le dejaron hablar.

Sí, ¡aquella fue una situación terrible! Eramos tres mujeres en un grupo de 15 personas. Fue extraordinario ver como sucedía. En ese seminario, a mis 62 años yo era la más joven. Y estos hombres simplemente no veían lo que le estaban haciendo a esa persona. No le dejaban hablar.

¿Qué le parecen los libros que se están escribiendo alrededor de esta temática, como Los hombres me explican cosas, de Rebecca Solnit?

Yo tengo una posición mucho más teórica, pero Solnit tiene razón. En mi ensayo sobre Karl Ove Knausgard lo interpreto como un problema de emasculación. Como los hombres se valoran de acuerdo al valor que les otorgan otros hombres. Las mujeres pueden ser ignoradas, incluso aquellas que no son especialmente tímidas. He estado en muchísimas conferencias en las que las mujeres son tímidas y no insisten en sus argumentos. Pero esta persona sí lo hacía y no le dejaban existir.

Su descripción de la situación provocaba furia al leerla.

Lo sé, pero el humor es un buen arma. O te lo tomas como algo absurdo o te enfadas. Por supuesto, cuando lo ves sientes muchísima rabia, pero puedes elegir como tratarlo [ríe].

El ensayo sobre Karl Ove Knausgard es extremo, resume como las mujeres son invisibles en literatura porque se consideran un nicho y no suponen competencia para un autor como él.

Yo no creo que Knausgard piense que las mujeres no sepan escribir. Creo que cuando le entrevisté me dijo algo que muchos hombres en literatura sienten: que compiten con otros hombres y que las mujeres, aunque sean brillantes, no son parte del juego. Ese es un problema enorme y suele ser verdad. No se trata de un ataque, quiero entender por qué pasa.

Por ejemplo, cuando un hombre quiere que le firme el libro inmediatamente dice que es para su mujer y que él no lee ficción. A un hombre siempre le resulta castrador dar autoridad a una mujer, es una cuestión de autoría.

De la misma manera, usted alude a un estudio de Goodreads que incide en como los hombres no leen a mujeres y que por tanto siempre son categorizadas como "literatura femenina".

Eso es muy común. Las artes se consideran espacios femeninos y la ciencia masculina. Me suele pasar que los hombres leen mi no ficción y las mujeres mis novelas. Soy un sujeto escindido [ríe].

Además, cuando las mujeres crean personajes, inmediatamente son percibidas como el personaje de sus novelas. Toda novela escrita como mujer se percibe como autobiográfica.

Cuando no escribes literatura confesional, creen que sí lo haces. Siempre pasa, ¡aunque te lo hayas inventado todo! Cuando escribí El verano sin hombres todo el mundo incluidos mis amigos pensaron que estaba sufriendo una crisis matrimonial. ¡Y no era así! ¡Simplemente me lo inventé! En cambio, cuando un hombre escribe una y otra vez la misma historia, y es siempre autobiográfica y estupenda, se les lee de otra manera.

Me resulta extrañísimo que se reduzca todo a la autobiografía. Mi conclusión es que el hecho de que la mujer tenga imaginación es siempre problemático.

Su ensayo sobre el porno y Susan Sontag activa la idea de lo radical. Algunas feministas son muy contrarias al porno.

No soy una gran consumidora, como explico en el texto. Lo que no entiendo es que la gente lo considere aburrido o que no les excite. Me sorprende muchísimo, a menos que hablen de algo violento, que sí queda fuera de mi espectro erótico. Pero si se trata del debate feminista, soy de las defensoras de la pornografía, evidentemente siempre que se trate de adultos que la realizan de forma consentida.

Su libro tiene algo de gabinete de curiosidades decimonónico, con un montón de compartimentos que dialogan. A usted le obsesiona la pregunta de por qué no se comunican arte y ciencia. ¿Es el conocimiento demasiado estanco en la actualidad?

El diálogo ha aumentado porque ciertas disciplinas han asumido que necesitan aire, y que ese aire puede venir de otras disciplinas. En las humanidades se han adoptado algunas ideas científicas para los estudios literarios, con mayor o menor éxito. Hay algo de diálogo y charlas interdisciplinares pero son pocas. Yo puedo permitirme el lujo de leer sobre muchísimas cosas porque no tengo que ocuparme de escribir trabajos académicos para mantener mi posición en una universidad, pero es muy poco común.

Usted habla de como la especificidad de internet tiene algo que ver con eso.

La gente sabe más y más sobre menos y menos cosas. Y el conocimiento compartido es prácticamente inexistente. En algunos espacios puedes citar argumentos filosóficos muy importantes y nadie sabe de qué estás hablando.

En el ensayo Historia de los peinados realiza una labor antropológica: el pelo se usa como marca de género, pero también como un espacio psicoanalizable de sus propias fábulas y relatos.

Sí, está en el centro de todo. Al fin y al cabo "trenzar" es una metáfora muy antigua para el verbo narrar. La rueca en la mitología noruega se relaciona con narrar. La historia de Rapunzel me fascina. Es maternal, trata sobre el amor de una madre, que más adelante se sustituye: hay una madre original y una sustituta, algo clásico de las fábulas.

He leído que también le obsesiona Goya.

Sí, no puedo parar de mirar sus cuadros.

Y encontró una cara en uno de ellos, Los fusilamientos del Dos de Mayo.

Sí, los historiadores del arte no están muy contentos con eso. Me pasó también con un cuadro de Vermeer, encontré un pequeño huevo que nadie había visto en La muchacha del collar de perlas, lo que le daba un nuevo significado como pintura de anunciación. Ahora se la considera como tal, pero nadie me reconoció el mérito.

¿No?

Sé que publiqué sobre eso antes que nadie, pero ya se sabe como son los amantes de las jurisdicciones [ríe].

Las mujeres en las Reales Academias: pioneras en un territorio vedado

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Se pueden contar con los dedos de una mano en la mayoría de las Reales Academias. No importa si hay 10, 20 o 50 sillones, porque las mujeres, sin excepción, son siempre minoría. Hasta hace pocos años, algunas instituciones ni siquiera tenían representación femenina. Una asimetría de sexos que transmite una realidad más o menos certera según quien la mira: que la autoridad intelectual en España sigue siendo masculina. 

Ana María Villegas ha sido la última persona que ha ingresado en la Real Academia Nacional de Medicina. Es la tercera mujer que ocupa un asiento en la institución. Su currículum está encabezado por 23 años como jefa de servicio de Hematología en el hospital San Carlos de Madrid, además de cientos de trabajos de investigación.

Tras más de 40 años viviendo entre quirófanos y laboratorios, la hoy presidenta del Grupo Español de Hematología advierte de que el triángulo jerárquico con los hombres en el pico más alto no es solo cuestión de las Reales Academias, sino que "está presente en todas las estructuras de las ciencias de la salud". "A la vez que yo estaba al frente de Hematología habría más o menos cinco o seis mujeres en jefaturas de servicio cuando en el hospital hay más 40 puestos de este rango". Y de todas las cátedras del ámbito sanitario de la Universidad Complutense de Madrid en el año 2000, la única ocupada por una mujer era la suya.

"Para avanzar en el bienestar colectivo debemos contar, hoy más que nunca, con la aportación de los intelectuales, de los pensadores; de hombres y mujeres comprometidos con su país", aseguró el rey Felipe al inaugurar el curso de las Reales Academias. Pero lo cierto es que, aunque en el discurso se cuente con ellas, en la realidad no se les hace hueco.

Una realidad muy evidente en el caso de Medicina, cuyas tres académicas contrastan con los datos de mujeres colegiadas de los últimos años: según el INE, en 2013 fueron 122.113, frente a los 110.703 hombres. Si echamos la vista hasta 1997, los colegiados de sexo masculino son apenas 4.000 menos. Son las mujeres quienes han dado el salto más importante en número: en 16 años las médicas colegiadas se han multiplicado casi por tres. 

En el campo de las letras, la paridad sigue siendo también una quimera. Especialmente, como apunta la escritora Laura Freixas, cuando "desde los años ochenta el 70% de las licenciadas en letras son mujeres". Este porcentaje, añade, se amplía a prácticamente todas las áreas de conocimiento en los noventa. "No puede ser que estos organismos dotados de tanto poder simbólico estén transmitiendo que la sociedad no ha cambiado. La autoridad no puede ser simbólicamente masculina", subraya la también presidenta de la asociación Clásicas y Modernas. 

¿La igualdad en estos órganos es cuestión de tiempo? Para Freixas es más bien una cuestión de "voluntad de ir al compás de la realidad" y, sobre todo, "de tener conciencia de que existe esa desigualdad". "Seguimos moviéndonos en esa inercia machista por la cual el juego del poder no se reparte", apunta.

Los cargos, al ser vitalicios, no se pueden renombrar. Por eso, dice, "hay que centrarse en los nuevos ingresos". Incluso aboga por medidas de discriminación positiva. "El artículo 26 de la ley de Igualdad de 2007 exige paridad en los distintos órganos consultivos, científicos y de decisión y no se está cumpliendo. Creo que el 100% los ingresos desde ese año tendrían que haber correspondido a mujeres y sin embargo el 80% de los que han entrado han sido hombres", opina.

No solo importa el número

En algunas reales academias, el porcentaje femenino estuvo a cero hasta bien pasados los 2000. Hoy, la media de mujeres no alcanza ni siquiera el 10%, según la recopilación de datos realizada por el Instituto de la Mujer. En la de Ciencias Morales y Políticas, hasta hace cinco años no se incorporó ninguna mujer y hoy cuenta solo con dos (2,44%), una más que en la de Jurisprudencia y Legislación, donde la única académica (de un total de 34) es Encarnación Roca i Trías, que tomó posesión a finales de 2012. La Real Academia Española y la Real Academia de Farmacia son las instituciones con mayor representación femenina en sus sillas. Y es un 16,67%.

Con todo, y en el supuesto de alcanzar la paridad cuantitativa, Freixas avisa de que la igualdad en número no compromete necesariamente una igualdad real. "Lo que en apariencia es paritario, a veces no lo es tanto. La discriminación también es cualitativa. El Gobierno de Zapatero, por ejemplo, estaba formado por el mismo número de hombres que de mujeres. Pero si sumamos el presupuesto de los ministerios dirigidos por ellas, la cifra es sustancialmente menor que el de las carteras capitaneadas por ellos", observa. 

Una vez dentro de esa élite aún custodiada por vallas para las mujeres, Ana María Villegas dice sentirse "plenamente incorporada". Aunque reconoce que "cuesta llegar", porque "indudablemente todavía nosotras tenemos que hacer más esfuerzos que los hombres para llegar al mismo lugar". También porque, "a pesar de que ha habido una cierta evolución, hay ciertas tareas que parece que siempre tenemos que asumir las mujeres, como ocuparnos de los hijos cuando se ponen malos, o resolver ciertos problemas familiares. Y a la hora de asumir un cargo de estas características, precisamente por estos retazos, se tiende a pensar que nosotras tenemos menos capacidad de compromiso". 

La curiosa misoginia de la RAE

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Hasta en tres ocasiones (1889, 1892 y 1910) rechazaron en la Real Academia a Emilia Pardo Bazán esgrimiendo la simple razón de que “las señoras no pueden formar parte de este Instituto”. Antes que la escritora gallega, ya había intentado entrar a formar parte la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda. Era 1853 y el escritor José Zorrilla fue todavía más claro en su caso: la mujer que escribe era “un error de la naturaleza”. También entonces Juan Valera predijo: "No sería esto lo peor, sino la turba de candidatos que nos saldrían luego. Tendríamos a Carolina Coronado, a la Baronesa de Wilson, a Dª Pilar Sinués y a Dª Robustiana Armiño. Y a poco que abriésemos la mano, la Academia se convertiría en aquelarre".

En los albores de la democracia (1972) la candidatura de María Moliner, autora de uno de los diccionarios más completos de la lengua española, perdía la votación frente a la del mucho menos trascendente filólogo Emilio Alarcos Llorach. En 1978, todavía fresco aquel bochorno histórico y a punto de estrenarse la Constitución, “tocaba” poner a una mujer. La primera desde que su fundación en 1714. “Convenía por el ambiente general, y además, para acabar con esta discriminación”, declaraba a El País aquellos días el académico Antonio Tovar. El director Dámaso Alonso afirmaba por su parte que “Las mujeres tienen siempre posibilidades de llegar a la Academia (…) No hay misoginia alguna -añadía- por parte de la Academia como corporación”.

Entonces se presentaron tres candidaturas para ocupar el sillón que había dejado Miguel Mihura: la de Rosa Chacel, la de Carmen Guirado y la de Carmen Conde. El mismo diario decía entonces que una de ellas rompería “con la tradicional reticencia de los académicos a compartir sus puestos con colegas femeninos”. Finalmente, fue la tercera la que se convirtió en la primera académica de la lengua en los entonces 264 años de historia (a menudo se menciona a María Isidra de Guzmán y de la Cerda pero no, ella solo fue, leyó su carta y se marchó, y por imposición de Carlos III). Lo hizo con un discurso titulado Poesía ante el tiempo y la inmortalidad: “vuestra noble decisión pone fin a una tan injusta como vetusta discriminación literaria”, comenzaba, inocentemente agradecida por el gesto.

Once en tres siglos

Poco podía imaginar Conde que el suyo era el primer apaño en una historia de desplantes (también se los hicieron a Blanca de los Ríos o a Concha Espina, y a otras que lo hubiesen merecido como Carmen Martín Gaite o Carmen Laforet) en una institución que por supuesto jamás ha dirigido una mujer. Antes de que terminase el siglo XX, y como pronosticaba Valera, llegaron dos académicas más: Elena Quiroga (1984) y Ana María Matute (1998). Luego lo harían Carmen Iglesias (2002) y Margarita Salas (2003). Con el cambio de década parece que planeó de nuevo la sensación de “ya toca”, porque en estos seis últimos años han entrado más mujeres que en los otros 300 juntos: Soledad Puértolas Villanueva (2010), Inés Fernández Ordóñez (2011), Carmen Riera Guilera (2013), Aurora Egido (2014), Clara Janés (2015) y Paz Battaner (2016), estas dos todavía electas. La última persona que ha pronunciado un discurso ha sido Félix de Azúa.

En total, la presencia femenina actual es de ocho mujeres de 44 miembros, un 18% del total. Once de casi quinientos miembros en toda la historia. Como académica honoraria nunca se ha nombrado a una mujer. Puértolas, durante una entrevista con El Mundo en el momento de su entrada, se preguntaba: "Lo que sucedió en el pasado es comprensible, pero ¿cómo se explica la apabullante inferioridad numérica de mujeres en 2010?". 

Como decimos, a partir de ella los porcentajes comenzaron a mejorar. Cuando Janés era elegida, en mayo del año pasado, se desató el revuelo mediático porque se trataba de la décima en tres siglos. Ella esquivaba el tema: "No me he planteado nunca si la RAE es machista o no. A mí lo que me preocupa es la violencia de género. Ahí es donde me duele el asunto y sobre lo que habría actuar con fuerza. Es terrible lo que está sucediendo".

Battaner sí que se pronunció algo más sobre la desigualdad de mujeres en la institución cuando se la votó el pasado diciembre: “hay que hacer esfuerzos en incorporarlas”, señalaba. “El Diccionario de María Moliner es un buen ejemplo de lo que pueden aportar las mujeres al conocimiento de la lengua; es cambiar la mirada”, señalaba Battaner. “Las cuotas desmerecen. Hay que luchar por salir de los lugares discretos, sin focos, en los que las mujeres nos albergamos y, en cambio, hacer en ellos hueco amplio a los varones. La frase de que ‘tras un gran hombre hay una mujer’ tiene que poder ser invertida; los casos en que esta frase se cumpliría son poquitos”.

Por cierto, si miramos a otras academias vecinas, el panorama no mejora demasiado. En la Académie Française, encontramos a cinco mujeres de entre sus 38 inmortales (13%). En la Rats für deutsche Rechtschreibung (Academia de la lengua germana) es algo mejor: cuentan con 11 mujeres entre sus 40 miembros (27'5%). La Academia Sueca la conforman 18 miembros, entre ellos, solo cuatro mujeres (22%). La brecha de género de este tipo de instituciones no termina en los Pirineos.

El lenguaje machista como consecuencia

La ausencia de presencia femenina en la Real Academia no es solo injusta, anacrónica e inapropiada, también tiene consecuencias. Hubo que esperar a la 23ª edición (del 2014) del Diccionario para que se eliminaran significados como "débil, endeble" asociados a “femenino”, y se admitieran términos adaptados a la realidad social, como 'presidenta'. Pero el Diccionario continúa recogiendo definiciones sexistas; sonado es el caso de la 'histeria', “más frecuente en la mujer que en el hombre”, dicen todavía, contra todo criterio médico. En su cuenta de Twitter el otro día parecían avisar de la próxima incorporación de un significado incorrecto para la falacia “hembrismo”.

La RAE, por otra parte, siempre se he mostrado reacia a promover el uso del lenguaje no sexista. Célebre fue su crítica a las guías aprobadas en 2012 por comunidades, sindicatos y universidades. Recientemente tuvieron a bien rechazar el uso del lenguaje inclusivo cada vez más frecuente en la política y la educación: “La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas (…) Así, los alumnos es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones”.

Mientras tanto, seguimos esperando el comunicado que, desde la institución encargada de darle esplendor a nuestra lengua, corrija las forma que ha elegido Félix de Azúa para referirse a la alcaldesa Ada Colau. Por algo decía el exdirector de la RAE Víctor García de la Concha que la Academia es "un clarísimo espejo de la Historia de España".

Las académicas de la RAE quieren dar "un esplendor feminista" al lenguaje

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La Real Academia Española despide por segunda vez a Ana María Matute. El sillón K, que había guardado el luto a la escritora desde 2014, amanecerá mañana con un nuevo inquilino varón. El ingreso de este académico sitúa el marcador de miembros en 36 hombres y 8 mujeres, que apenas alcanzan el 17% de la institución.

Matute fue la tercera en conseguir un lugar en la Academia de la Lengua después de tres siglos de cortijo masculino, y ahora muchos se han tomado la noticia como un paso atrás. También ha significado una afrenta para la Ley de Igualdad de 2007, que establecía la obligación de corregir cualquier discriminación por razón de sexo. Una medida que no solo ha sido olvidada por nuestro templo linguístico, sino en todas las Reales Academias.

La tradición misógina de la RAE ha vuelto a ocupar la primera plana y, con ella, las consecuencias que pueda traer para el lenguaje. El proyecto Golondrinas a la RAE lleva siete años denunciando los términos y definiciones machistas del diccionario, demasiado reacio a promover el lenguaje no sexista. Por poner un ejemplo, no fue hasta hace un mes que la Real Academia anunció la revisión del término "sexo débil" asociado a "conjunto de las mujeres".

Un avance perezoso que es el reflejo de su lenta regeneración interna. Tampoco es una casualidad que la corrección de estos patinazos machistas se estén dando justo ahora. A partir de 2010, seis mujeres han ocupado sillones donde solo se habían sentado hombres desde 1713. Hay quienes piensan que esto es obra y milagro de la Ley de Igualdad; pero otros dicen que la RAE suavizó el cerco masculino "porque ya tocaba". Esto último molesta sobremanera -y con razón- a las académicas de la Lengua, que se niegan a ser calificadas como un mero encaje de bolillos. 

Ninguna se alza con el mérito de estar cambiando la Academia desde dentro, pero sí admiten haber plantado una semilla entre sus colegas hombres. Aunque sus prioridades varían, no se quejan del relevo masculino de Ana María Matute porque todas coinciden en que la RAE avanza hacia la paridad sin imposiciones. Pero hay un cambio que sí les parece imperioso: eliminar la herencia misógina de las palabras. 

Los discutibles "méritos"

"Mi proyecto ideal dentro de la RAE sería limpiar y darle un esplendor muchísimo más feminista al lenguaje", dice la académica Carme Riera en una entrevista con este medio. La escritora que ocupa el sillón N piensa que eliminar la herencia misógina del lenguaje debería ser una de las prioridades de la Academia. "Escribí varios estudios al respecto antes de entrar y te aseguro que es algo que se debate de forma constante", afirma. 

"Mi proyecto ideal dentro de la RAE sería limpiar y darle un esplendor muchísimo más feminista al lenguaje"

Riera pertenece a una de las comisiones culturales más polémicas, la de la incorporación de nuevas palabras al diccionario. Fue su grupo el que decidió aceptar selfi en la sorprendente última edición, aunque "la Academia mantiene una postura conservadora, y hay muchos términos que ni siquiera considera". A pesar de eso, asegura que no hay grandes alborotos en su comisión y que todos sus compañeros comparten un criterio parecido.

Por eso no duda de que le apoyarían en su "proyecto feminista", ya que "no se puede decir que la RAE en estos momentos sea misógina". Para la novelista, "la misoginia es algo negativo y horroroso" y ser feminista es un condicionante moral. "Cualquier persona que sea racional y honesta tiene que ser feminista", agrega. La revisión de los términos machistas ayudaría entonces a demostrar que "defendemos un lenguaje moderno, alejado del siglo XII".

También cree que es una prioridad extensible a las ocho académicas. "Nosotras estamos más concienciadas porque somos mujeres y tenemos las antenas abiertas a todo lo que tiene que ver con el sexismo linguístico". Su emoción con este compromiso se amortigua, sin embargo, al hablar de igualdad de género entre los miembros.

"Yo no estoy por la paridad. Si una mujer tiene méritos, debe entrar", apunta. Riera piensa que los académicos son conscientes de que deben admitir a más mujeres y que se conseguirá en un futuro cercano. "Yo, por mi parte, lo tengo muy claro. Conozco a mujeres realmente estupendas que pueden entrar al mismo nivel que cualquier hombre", dice a título personal, sin declararse muy amiga de las cuotas.

Soledad Puértolas no comparte el argumento de los méritos, pero también piensa que las cuotas "serían una fórmula de obligación mal planteada". Ella ingresó en la Academia en 2010, justo cuando despertó la conciencia paritaria de la RAE, aunque todavía sigue en un estado de vigilia. "Se arrastra la costumbre viciosa de que no entren mujeres en la Academia. Ya no tenemos esa cerrazón, pero claro, hay que hacer por verlas donde antes no miraban", dice contundente.

"El lenguaje debe ser polémico"

Puértolas, que fue la quinta mujer en ocupar un sillón, considera que la labor de las académicas es señalar y descubrir a posibles compañeras. "Hay dramaturgas, filólogas, poetas e historiadoras magníficas, pero están invisibilizadas", opina.

También achaca la lentitud de la regeneración al interminable proceso de selección. En él, tres académicos deben ofrecer un candidato, estudiar su obra, exponerla y votar. Por razones evidentes, tanto los encargados de la selección como los votantes, son en su mayoría hombres "que buscan entre la parte visible de nuestra sociedad, es decir, entre otros hombres".

La académica de la 'G' se encuentra ahora mismo en una comisión dedicada a revisar palabras que arrastran un contexto arcaico o están en desuso. "Por ejemplo, la palabra vicio sigue definida por unos baremos religiosos y católicos, y no tiene nada que ver con el uso que se da hoy en día". En ese sentido, Puértolas asume que las palabras nacen y mueren, y que en su comisión "estamos muy interesados en borrar del diccionario esa herencia misógina".

Comparte, al igual que Carme Riera, que debería ser un aspecto primordial de su trabajo en la RAE, aunque también duda de que sea una tónica general entre las académicas. "Hay hombres más interesados en eliminar la herencia misógina de la RAE que algunas mujeres. Hay de todo, variedad", dice. Puértolas piensa que, además de reflejarse en la RAE, estos dejes machistas del lenguaje deben desaparecer primero de la sociedad. "El progreso tiene que darse a la vez, no podemos dictaminar", expone.

"Hay hombres más interesados en eliminar la herencia misógina de la RAE que algunas académicas"

Ella sí admite que las polémicas del lenguaje traspasan las paredes de la Academia y llegan a las comisiones. "Pero es que el lenguaje debe ser polémico y generar debate, siempre que se mantengan las formas", apunta. La académica también piensa que es bueno salir y escuchar el rugido de la calle, "porque la RAE es una institución que se ha mantenido siempre muy al margen de la sociedad", y eso la convierte en un templo arcaico y elitista.

En cuanto a proyectos, Puértolas reconoce que tiene muchas ideas vivas, pero siempre chocan contra el mismo muro: el del dinero. "Es bueno que la gente sepa lo que hacemos y también que, con todos los recortes, ahora es una institución mucho más precaria", afirma.

Los recortes de las letras

Los recortes también son la principal reivindicación de la filóloga Inés Fernández Ordóñez. Es miembro de la Real Academia desde 2008 y, a sus 55 años, la muestra de que una profesional no necesita estar en su ocaso para ser digna de la RAE. Su discurso gira en torno al dinero porque lo considera esencial para ofrecer un buen servicio a los ciudadanos. "El Gobierno redujo la subvención a la Academia en más de un 40% hace ya cinco años, cuando comenzó la crisis. Y sin dinero no salen las cosas", recalca. 

Fernández Ordóñez es catedrática además de académica, y ahí si que encuentra un caso grave de brecha de género. "Somos apenas el 14%, aunque las profesoras titulares ya han conseguido ser la mitad de la plantilla. Confío en que, cuando ellas se promocionen para la cátedra, estén en una mayor situación de igualdad", afirma. 

Mantiene ese espíritu esperanzador con la Real Academia Española, donde asegura que "hay voluntad de cambiar las cosas". Aun así, no le produce desagrado que el sillón de Ana María Matute no vaya a ser ocupado por una mujer. "Igual que un novelista no es sucedido por un novelista, y puede ser ocupado por una persona de distinto perfil, lo mismo ocurre con el sexo", dice en cuanto al polémico relevo del sillón K. De momento, "se va a intentar que haya una conciencia muy clara de aumentar las posiciones de las mujeres".


El lenguaje como herramienta sexista (y la hecatombre que profetizan algunos si se cambia)

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La lengua española tiene sexo y es masculino. Se alinea con una visión del mundo que parte del hombre, y no del ser humano, como centro. Y esa cosmovisión se materializa en diccionarios y manuales de uso. Esta es la tesis de la filóloga y ensayista Yadira Calvo, que en su nuevo libro, De mujeres, palabras y alfileres aborda "el patriarcado en el lenguaje", como indica el subtítulo del volumen.

'American Bitch': el acoso sexual como nunca se había tratado en televisión

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"A veces, cuando estaba dando la clase, se ponía detrás de mí y me frotaba el cuello". Hannah lo cuenta como su primera experiencia de abuso en el episodio más atípico y ambicioso de las seis temporadas de Girls.

Lena Dunham lo bautizó como American Bitch en homenaje a todas esas chicas que se culparon por callar ante el manoseo de su profesor favorito. A las que fueron demonizadas por provocar los peores instintos del hombre. Y, en definitiva, al alto porcentaje de humanidad que aún confunde el abuso con la penetración.

El tercer capítulo de esta última temporada podría haber sido una charla TEDx o un artículo de opinión, pero Dunham decidió colarnos un tabú incómodo en media hora de caja tonta. Y lo mejor es que no somos conscientes hasta que la pantalla se funde en negro con Rihanna sonando de fondo. Es ahí cuando descubrimos que Hannah es más Lena Dunham que nunca y que American Bitch no es tanto un episodio al uso como el testimonio a bocajarro de su propia guionista.

Hace poco decíamos que Girls molesta y atrae porque se regodea en los defectos de sus protagonistas; y este episodio no es una excepción. La diferencia es que aquí Dunham sale de su microcosmos de malcriadas para arriesgarse con una crisis mundial: los abusos sexuales. En un país donde una de cada cinco universitarias ha sido víctima del acoso machista, es importante derribar los clichés que rodean al acto de la violación.

La ficción, desde las series de detectives hasta las películas más explícitas, suele repetir un patrón peligroso: callejón oscuro, chica borracha y hombre pervertido. Poco a poco se han ido abordando otros escenarios más realistas pero con menos gancho argumental. El agresor ya no siempre era un marginado social ni un sintecho, sino que podía ser el compañero más brillante de la universidad o tu escritor favorito, como en American Bitch.

Consentido pero sin sentido

¿Dónde se encuentra el límite del consentimiento? ¿Es el abuso de poder tan grave como la fuerza física? El episodio aborda todas estas preguntas a través de un dúo formado por un novelista cuarentón y una joven aspirante a escritora. El primero, Chuck Palmer, ha sido acusado por unas universitarias en Tumblr de abuso sexual; y la segunda, Hannah, ha llevado el caso a una web feminista para mancillar su imagen de tótem de la literatura. 

En el apartamento de él se suceden las acusaciones, anécdotas y traumas que nos acercan al escritor, el mismo que en los primeros minutos de episodio se presenta como un ser maníaco y despreciable. Sentimos compasión por un hombre solitario que paga su propio éxito con pastillas para dormir y una precoz caída del pelo. Nos tragamos que quizá haya sido víctima de una conspiración de dos chicas que solo buscaban un momento de gloria. Como Hannah, le acompañamos a la cama (con ropa) porque "solo quiere sentirse cerca de alguien" mientras le miramos con ternura como a un cordero degollado. Y, entonces, ocurre: saca su pene y lo pone sobre la pierna de la protagonista. 

Lo que pasa a continuación sorprende porque nunca hemos visto una situación parecida en la televisión ni en la cultura audiovisual. Hannah se lo toca, lo acaricia y al momento salta de un brinco de la cama con espanto. Palmer no ha necesitado forcejear ni someterla para que ella le toque el pene, simplemente lo ha sacado y el resto ha surgido con pleno "consentimiento". "Así es como alguien abusa de su carisma y de su posición de poder para poner el pene en la pierna de alguien y pensar que ha sido consentido", dice Judd Apatow, productor de Girls, en el detrás de las cámaras de American Bitch.

Dunham quería abordar ese tipo de abuso que permanece en las sombras a través de un personaje poderoso que se aprovecha de la impresión que genera sobre una joven aprendiz.

Chuck Palmer invita a Hannah a su pisazo del Upper West Side porque dice haber visto "algo diferente" en ella. La cubre de elogios hacia su escritura y personalidad, diciendo que es más lista, aguda y brillante que las demás. Cuando Hannah baja la guardia, le confiesa sus traumas y el tiempo que hace que no ha tenido una conexión verdadera con alguien, más allá del sexo con chiquillas que le persiguen como a una estrella de rock. Esto, para un personaje ambicioso y egocéntrico como es el de Hannah, es la peor trampa de araña.

"No creo que lo tuviese planeado, simplemente es la única forma que conoce para conectar con una mujer", dice Dunham como comentario hacia su antagonista. La finalidad era simple: demostrar el trasfondo machista de las dinámicas de poder que están aceptadas en la sociedad. Pero Chuck Palmer no es solo un personaje imaginario, es el reflejo de alguien real a quien la joven artista ha querido situar de nuevo en el ojo de la polémica. 

Philip Roth, el tercer protagonista

Si hay un escritor estadounidense vivo que provoca la misma ruptura entre personalidad y obra que el protagonista de American Bitch, ese es Philip Roth. Cierta parte de la opinión pública no consigue separar la lectura de su fama de misógino, algo que Lena Dunham coloca en la misma área gris que el concepto de consentimiento. "No puedes dejar que la política influya en quién lees o sobre a quién te tiras", dice Chuck en un momento.

Él, escritor del método, defiende la búsqueda de historias aunque sea usando lo más bajo del ser humano. Por eso dice que abusan de él todas esas chicas necesitadas de una historia sucia y de una dosis de atención. De pronto, las tornas cambian y el misógino se convierte en víctima de un aquelarre digno de Salem. Suena aquejado y convencido, por lo que Hannah llega incluso a pedir perdón por haber sucumbido a los cotilleos antes que a la honorable trayectoria de un hombre digno.

Ese es el verdadero dilema al que se enfrenta Hannah. Cuesta bajar del pedestal a alguien que tiene las estanterías llenas de premios y fotos junto a Toni Morrison. Si además ese alguien te hace sentir como la reina del baile, parecerá que se ha ganado el derecho a convertir esa admiración en un pago sexual. "Por supuesto, en la literatura de Roth parece que la adulación es el único camino para que la mujer sucumba al poder del pene", escribía una crítica literaria de The New York Times sobre Philip Roth. "Luego, las mujeres desaparecen".

Esta línea de la reseña toma forma al final de American Bitch. Después del episodio sexual, Hannah se convierte en un florero más para Chuck Palmer. Hay una escena fantástica que lo deja de manifiesto, y es cuando la hija de este llega a casa y les ofrece un pequeño concierto de flauta travesera. Palmer mira embelesado a su hija, como si no se acabase de sacar el miembro delante de una desconocida. Con esta imagen, Lena Dunham mata dos pájaros de un tiro: primero, el de todos aquellos que niegan ser misóginos porque quieren a sus madres, hijas y hermanas; y también la forma en la que las mujeres se vuelven invisibles para estos hombres poderosos y machistas que ya han conseguido atención sexual.

Hannah sale de la casa y nada a contracorriente de una masa homogénea de chicas que se dirige al piso de Chuck Palmer. Algo ha cambiado, ella ya no es la brillante aprendiz de escritora que puso en jaque a un pez gordo de la literatura. Se ha convertido en una más de la corriente. Él, en cambio, sigue siendo el machista y abusón del principio, pero con un nuevo palo en su libro de conquistas.

La serie 'El cuento de la criada' es fascinante, feminista y aterradoramente plausible

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Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.

Génesis 9:1

Antes de que la tierra de las oportunidades se convierta en una república teocrática y feudal llamada Gilead, hubo manifestaciones. Pero, como explica el texto original de Margaret Atwood, "fueron más pequeñas de lo que cabría esperar". "No nos despertamos cuando masacraron el Congreso. Tampoco cuando culparon a los terroristas y suspendieron la Constitución", dice la narradora, protagonizada por Elisabeth Moss. Como en Children of men, la ola de infertilidad causada por la contaminación atmosférica parece uno de los desencadenantes.

Para cualquiera habitante de una democracia post-11S, la cadena de acontecimientos le producirá una sensación incómoda. A un atentado le sigue el estado de emergencia, después se exige la identificación de los ciudadanos mediante un documento de identidad. Pronto se empiezan a reorganizar los recursos y a enterrar los derechos civiles. La narradora especulará más adelante si el golpe de estado fue especialmente fácil porque el dinero electrónico era el único dinero en circulación.

Cuesta creer que Margaret Atwood escribiera El cuento de la criada a principios de los 80. Se entiende mejor sabiendo que vivía en Berlín oeste y que era 1984. Ahí están George Orwell y los últimos estertores del bloque comunista, desde los disidentes tratando de cruzar la frontera perseguidos por perros y metralletas al supermercado de racionamiento, donde hay un producto de cada clase, marcado con etiquetas descriptivas y anodinas. También el desastre radiactivo, encajado entre el accidente nuclear de Three Mile Island en el 79 y Chernobyl, en el 86.

Y, sin embargo, esta aterradora fantasía distópica no parece el recuerdo de un pasado traumático, sino el presagio de un futuro cercano e inminente. "En determinadas circunstancias puede pasar cualquier cosa en cualquier lugar", dice la autora en el prólogo de la última reedición. Más cuando 60 millones de personas votan al candidato que ha dicho en campaña que las mujeres que abortan deberían ser castigadas por ley.

Sobre el utilitarismo como medida de todas las cosas

En la República de Gilead hay cinco clases de mujeres. Las doncellas del cuento (maltraducido como "criadas") son mujeres fértiles que han sido detenidas y reacondicionadas para dar servicio a la élite como vientres intermediarios. Tras una formación son enviadas a casas de los altos cargos de la República donde son violadas en una lúgubre ceremonia mensual que subraya su condición de vasija. Cada dos años cambian de casa, y tienen un máximo de tres oportunidades. Si después de tres casas no han producido ningún hijo, son ejecutadas o enviadas a las colonias a limpiar residuos hasta que mueren carcomidas por la radiación. Van vestidas de color escarlata y salen siempre de dos en dos.

Después están las esposas, que visten de azul y reinan en lo doméstico, donde se ocupan de cuidar a su marido, tomar el té con otras esposas y de criar a los hijos de las doncellas, a las que sujetan durante el ritual. Las "tías" son la parte de la milicia que somete, entrena, vigila y castiga a las doncellas. También las hacen participar el rezos, ceremonias y ejecuciones colectivas (como la violación de las doncellas, los crímenes ritualizados ya no son crímenes sino tradición). Las Marthas cocinan y se ocupan de la casa. Las mujeres que no "sirven" para ninguno de estos cometidos son enviadas a las colonias. De cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad.

Los altos cargos o comandantes pueden tener una esposa, una doncella y una Martha. La doncella que relata su cuento se llama Offred porque el comandante al que ha sido asignada se llama Fred. Su familia es poderosa y sabemos que vive en Cambridge, Massachusetts por la Catedral de San Pablo que sobrevive al nuevo régimen. El fundador de la iglesia católica es un pilar fundacional del nuevo orden. Carta a los corintios: "Si una mujer no cubre su cabeza, habría que raparle el pelo; y si es una desgracia para ella que le rapen el pelo, debería haber cubierto su cabeza".

Hay espías -"ojos"- por todas partes pero nadie sabe quiénes son. "Nos hacen sospechar unas de otras", dice la compañera de Offred. La culpa la sustancia que separa a las mujeres. El odio hacia ellas, la que une a todos los demás.

En el Centro aprenden a convertir la natural resistencia en una natural sumisión. "Ahora mismo esto no os parece lo normal, pero dentro de un tiempo lo será", les explica la tía Lidia cuando llegan a la escuela . "Todo lo que tienes que hacer -se dice Offred- es mantener la boca cerrada y parecer estúpida. No puede ser tan difícil". Las dos tienen razón: el ser humano es adicto a la rutina. Después de un tiempo callando y bajando la cabeza, la sumisión se convierte en tu estado natural.

Mujer contra mujer: víctimas que colaboran

Como The young pope, la serie empatiza estéticamente con el estado represivo que retrata. Como El jardín de los suplicios, ofrece un escenario goloso para los sentidos, un mundo de grandes espacios abiertos, de bellos uniformes rescatados de pinturas flamencas, de rituales que son líricos y grotescos a la vez. Nuestra sensibilidad se alía fácilmente con la belleza y el orden de los objetos. También en el pacto entre mujeres donde les espera otra trampa: la empatía.

En la novela, Offred compara a su captora con la esposa de un guardia de un campo de concentración nazi que vio en un documental. Para ella su marido no es un monstruo. "Probablemente silbaba en la ducha o adoraba a su perro o le gustaban las trufas -reflexiona Offred. - Qué fácil es inventarle una humanidad a alguien, a cualquiera. Qué tentación más habitual". Offred empatiza con la esposa porque esa empatía hace más llevadera su esclavitud. La esposa, mientras tanto, se esfuerza para no empatizar con Offred para hacer más llevadera su complicidad con el régimen que las oprimen a ambas.

La verdadera inspiración para el personaje de Serena Joy no fue una esposa nazi sino algo peor: Phyllis Schlafly, la congresista que se opuso a la primera Ley de igualdad estadounidense porque "le robaría a las mujeres el maravilloso derecho de ser esposa y madre a tiempo completo en su casa a cuenta de su marido", como cuenta Susan Faludi en su famoso libro Reacción. La guerra no declarada contra la mujer, de 1991. "Han conseguido que las víctimas estén de su lado, trabajando en contra de sus propios intereses". Esto no es una cita de Margaret Atwood ni de los 80, sino de una entrevista de hace tres días a Rosa María Calaf.

Ellas también hablan: los diez mejores discursos jamás oídos en una película

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La web Polygraph realizó en abril un estudio para demostrar (o desmontar) una tesis recurrente: que Hollywood está dominado por el hombre blanco. Agruparon 2.000 guiones de películas, clasificados por décadas y géneros, y contaron cuántas palabras pronunciaban ellas y cuántas ellos. Con esa metodología pretendían llegar mucho más allá de lo que llega el test de Bechdel, un sistema que es únicamente referencial. Comenzaron por los clásicos Disney, acabaron por El renacido. El resultado fue, al mismo tiempo, decepcionante y atronador.

En 1.513 de las películas, el peso del guión lo llevan entre el 60% y el 100% los hombres. Lograron encontrar paridad en los diálogos en 314 títulos, y sólo en 9 de las 2.000, el peso de la trama recaía en ellas al 90%.

Había otros datos muy reveladores, como los extraídos del despliegue por edades: el 70% de los diálogos femeninos son entre mujeres de entre 21 y 42 años. En los personajes protagonizados por hombres, ese mismo porcentaje sube a un rango de entre 32 y 65 años. Y muchas curiosidades: en Mulán, una película cuya tesis es que una mujer tiene derecho y capacidad para hacer el mismo trabajo que un hombre, las chicas no ganan en frases de diálogo. Cabe señalar que el estudio no tuvo en cuenta a los distintos grupos étnicos.

Por esto, no es raro que cuando Jot Down presentó una lista de los que considera los 16 mejores discursos cinematográficos de la historia para que sus lectores elijan entre ellos su favorito, todos los haya pronunciado un hombre. Tampoco nos debemos extrañar si ni siquiera nos damos cuenta, o si lo pasamos por alto. Que lo normal, lo neutral y lo universal es el hombre lo sabemos desde que en 1949 Simone de Beauvoir publicó El segundo sexo.

El resultado es lógico y sintomático: si ellos protagonizan más escenas y hablan más, también dan más y mejores monólogos. Hay que tener en cuenta otros datos: actualmente sólo el 19% de las películas de Hollywood las dirigen mujeres. Y entre las películas más valoradas en IMDB apenas hay largometrajes con protagonistas femeninas absolutas (Amèlie y Eva al desnudo). En el debate generado, alguien alegaba que no es culpa de los hombres que las mujeres no estén a la altura en pantalla. Pero sí es culpa de algunos hombres; los que han reinado en el séptimo arte durante décadas. 

A pesar de todo, sí existen discursos femeninos memorables. Con ayuda de los lectores y usuarios de Twitter, hemos elaborado una contralista de diez momentos que toda actriz (y actor) soñaría con interpretar. Y que queda abierta en los comentarios para sugerencias. 

Por cierto: como hemos tratado de seleccionar escenas que el imaginario colectivo considera realmente emblemáticas, casi todas pertenecen a películas dirigidas por hombres. Y todas las protagonistas son blancas. Pero esas son otras historias de las que hemos hablado y hablaremos en otra ocasión.

Vivien Leight en Lo que el viento se llevó

Antonia San Juan en Todo sobre mi madre

Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses

Hillary Swank en Million Dollar Baby

Uma Thurman en Kill Bill. vol. 2

Susan Sarandon (en colaboración con Geena Davis) en Thelma & Louise



Meryl Streep en La decisión de Sophie



Julian Moore en Magnolia



Meryl Streep (otra vez) en Sufragistas

Candela Peña en Princesas

10 +1: Emilia Clarke en Juego de Tronos


Sabemos que hablamos de cine y que es trampa. Pero si se habla de discursos, pensamos en ella.

El sexo de las estatuillas: ¿por qué solo los actores separan sus premios por género?

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Imaginemos por un momento que mañana dividen el Premio Nobel por género. Obras, investigaciones y grandes avances científicos serían destacados por partida doble, unos capitaneados por hombres y otros por mujeres.

Así se garantizaría un tardío equilibrio en el galardón más prestigioso del planeta, que ha reconocido la labor de 47 mujeres frente a los 815 hombres premiados. ¿Sería la solución?

Los premios de la MTV Movie & TV Awards no lo creen así. De hecho, en la última gala han optado por eliminar las categorías de Mejor actriz y Mejor actor para aunarlas en una sola de Mejor interpretación. Emma Watson estrenó orgullosa el primer premio "libre de género" por su papel en La bella y la bestia y reconoció su bol de palomitas rojo como un triunfo para el feminismo.

"El primer premio a la interpretación en la historia que no separa nominados según sus sexos dice algo de cómo percibimos la experiencia humana", dijo una de las caras más reconocidas en la lucha de la igualdad de género en Hollywood. "Pero para mí, indica que la actuación es sobre la habilidad de ponerte en los zapatos de otro. Y eso no es necesario separarlo en dos categorías diferentes. La empatía y la habilidad para usar tu imaginación no deberían tener límites", continuó emocionada.

Watson suscribía las palabras de la columnista de The New York Times Kim Elsesser, que en 2010 afirmó que la separación "simplemente insulta a las mujeres, porque sugiere que ellas no saldrían victoriosas si la categoría fuese conjunta". En su artículo Y el Oscar de género neutral es para..., la experta en igualdad establecía una parábola como ejemplo de lo nociva que puede ser esta duplicación en la lucha feminista. "Imaginemos que la Academia presentase premios distintos para actores blancos y negros. A todas luces serían tachados de intolerantes y desfasados", escribió hace siete años. 

Así ocurre en otras categorías cinematográficas como la dirección o el guión. Claro que en ellas, como en los Nobel, el premio Cervantes, los Priztker e incluso los Grammy, las mujeres son siempre el peso ligero en la balanza. El hecho de que la categoría neutra acepte a profesionales de ambos sexos no significa que tengan las mismas oportunidades. Pero también es cierto que separar los premios en Mejor actriz y Mejor actor solo maquilla una desigualdad enquistada en la industria del cine

Nadie imaginaba que este debate fuese capaz de dividir así a la opinión pública. Los premios, en cuanto a escaparate del gremio para lucir su trabajo, ofertan su mejor mercancía en primera fila para facilitar el trabajo a los productores. O al menos la que les interesa vender. Por eso, perder un hueco seguro en el palmarés no es plato de buen gusto para los actores ni para las actrices.

"Es arriesgado porque nos enfrentamos a desaparecer, como desaparecemos de los guiones", opina Berta Ojea, actriz y secretaria de Igualdad de la Unión de Actores. El sindicato comprende la relevancia que tienen los premios para los intérpretes, sobre todo para las actrices, que se encuentran en una trinchera continua para demostrar la valía de su trabajo.

"Las cuotas para que las mujeres estén más representadas son necesarias. Pero en seguida nos dicen que favorece a la mediocridad, y eso no es cierto", dije Ojea. Para la portavoz, eso provoca que la sociedad reciba un espejo distorsionado de su vida cotidiana. Mientras que en la realidad hay tantas mujeres como hombres, en las ficciones ellas desaparecen casi siempre a la sombra de un héroe masculino.

"Apenas existen personajes de mujeres con una vida profesional, independencia o algo que decir en el libreto. Se reduce a ser la enamorada del protagonista", se lamenta la actriz.

Por esto último, la Unión de Actores no cree que la segregación de premios incida aún más en los estereotipos, en contra de uno de los argumentos esgrimidos a favor del género neutro. "Ayuda a perpetuar el estereotipo de que las diferencias entre hombres y mujeres son tan grandes que los dos sexos no pueden ser evaluados con igualdad en sus profesiones", escribía Elsesser en su columna de The New York Times.

El otro motivo que señalan los antiseparatistas es el de la concepción binaria del género per se. Este año, con la preselección de Kelly Mantle en los Oscar en ambas categorías, Mejor actriz y Mejor actor, el debate alcanzó un nuevo grado de complejidad. También enlazó directamente con los próximos premios Emmy, donde la serie Billions suena muy fuerte y su protagonista, Asia Kate Dillon, no se siente identificada con ningún género. "¿Cómo no cuestionar esta concepción binaria en un mundo en plena revolución sobre la concepción del género?", se preguntaron en Vanity Fair

Berta Ojea responde que "siempre hay que escuchar las peticiones de todos los colectivos, pero las mujeres no somos un colectivo, somos más de la mitad de la población". La actriz considera que comparar la lucha racial o LGTBI con la representación femenina es un error, porque "las mujeres (de cualquier raza u orientación sexual) somos la parte que falta para que los ciudadanos se sientan representados en el audiovisual". 

Antes que la MTV fue Aragón

No hace falta cruzar el Atlántico y meterse entre las bambalinas de la MTV para encontrar unos premios que usan el género neutro. La Academia de Cine de Aragón hizo lo mismo en su última edición de los premios Simón. La ganadora a Mejor interpretación fue la actriz Laura Contreras. "Intentamos minimizar el número de premios y pensamos que se entendía de una forma un poco sexista", explica José Ángel Guimerá, vicepresidente de la Academia aragonesa.

"Si se plantea desde el punto de vista de la igualdad, estamos valorando la interpretación como tal", explica en defensa de la decisión. Los premios Simón partían de un escenario paritario en el que la mitad de las nominadas eran mujeres. Pero esa no es la norma y, según creen los separatistas, tampoco animaría a los altos cargos del sector a cambiar la situación para las mujeres.

¿Qué pasa entonces con las directoras, las guionistas o las productoras? ¿No sería injusto para ellas? Por ejemplo, el 81% de las candidatas a mejor película de los Goya han sido dirigidas y escritas exclusivamente por hombres. Dividir el talento también en estas categorías supondría un trampolín para muchas cineastas y guionistas que están invisibilizadas en la industria. Pero el responsable de la Academia aragonesa lo considera "un disparate".

"Las galas serían eternas si empezamos a separar todos los premios entre hombres y mujeres, tendrían que durar hasta dos días", reflexiona Guimerá. Según él, habría que aplicar la discriminación positiva desde la raíz, no al final del proceso. "No me parecen tan importante los premios como los puestos de responsabilidad, es ahí donde se demuestra que vivimos en un mundo machista", argumenta.

Una forma de analizar la industria radicalmente opuesta a la de Berta Ojea. Según ella, los premios y lo que aparece en la pantalla es "donde se asoma el trabajo". La opción neutra que se plantea la secretaria de Igualdad es un premio especial que valorase ficciones "que no estén sesgadas por los patrones sociales", como la discriminación por edad, la sexualización de las mujeres o la diferencia salarial entre actrices y actores. Entonces sí que aceptaría un premio a la interpretación "libre de género".

Quizá, con el cebo de un jugoso galardón, las productoras se animasen a financiar películas comprometidas con la igualdad y faltas de estereotipos. Una quimera que se debe gestar desde la médula del sistema, como coinciden tanto en la Unión de actores como en la Academia aragonesa. Ahí es donde tienen el poder y el dinero para crear un campo de juego igualitario, en el que, con suerte, las discusiones sobre el género de los premios no tendrían cabida. 

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