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Manifiesto para las chicas listas

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Qué vergüenza, ¿no? Un manifiesto. Así, a lo loco. En realidad, no tanto. En realidad, esto es un cúmulo de apuntes que resumen, sin teorización alguna, lo que a mí me hubiera gustado oír cuando empecé a pensar acerca del lugar que ocupamos en el mundo. El resultado de conversaciones, discusiones y charlas con mujeres que se dieron el Golpe en la Cabeza e intentaron luchar contra la sensación de sentirse impostoras, las injusticias constantes y absurdas en la intimidad y en el trabajo, la apremiante y terrorífica imposición mediática de lo que teníamos que ser y en realidad no somos.

Así que no, no es un manual de instrucciones, no son consejos, sino más bien unos principios básicos que pueden servir de ayuda y a los que llegué solo gracias a la ayuda de mujeres brillantes.


1.
El feminismo es variado, ¿y qué?

Uuuuh, las feministas se pelean todo el día entre sí. Uuuuh, esa es una abolicionista y la otra es radical. Uuuuh, esa es anarcofeminista.

Nada le gustaría más al sistema que nos rodea que, como en La vida de Brian, la película de Monty Python, los diferentes grupúsculos que componen la lucha feminista acabaran enfrentados hasta la implosión por puro desgaste. Ja. Sigue soñando, chaval.

El mayor mito sobre el feminismo es que su extremada pureza hace que sea inaplicable a gran escala. Y lo cierto es que es una falacia como la copa de un pino: hay corrientes diferentes, posturas variadas e incluso enfrentadas, pero la realidad demuestra que están de acuerdo en lo esencial. Y eso es ampliar los derechos de las mujeres, recortar sus desigualdades y que vivamos en una sociedad más justa.

El feminismo, o más bien, los feminismos han logrado a base de lucha y presión todos los derechos que disfrutamos las mujeres hoy en día. TODOS. Si eso no es una razón para hacerte feminista, ya me dirás. ¡Viva!


2.
Si te hace sentir bien, es bueno para ti. Ya sea un bocadillo o una persona

¿Fácil, eh? Pues así es. Evidentemente, tiene su letra pequeña. Que te haga sentir bien sin que después te sientas fatal. Que te haga sentir bien como te hace sentir un buen concierto, una ducha en el infierno, conspirar contra los malos, ese tipo de cosas.

El truco es la falta de comparación: a las mujeres nos han enseñado a tener que cumplir una imagen aspiracional imposible, y esa imagen se nos repite constantemente. Ya sea como un anuncio de perfume francés o un montaje musical de películas románticas —¿alguien ha follado alguna vez como se folla en las
películas?—, cumplir el ideal es imposible.

Por eso, independientemente de las contradicciones, independientemente del hecho moral que haya detrás, hay cosas que te hacen sentir bien. Practícalas.

Un día puede que incluso se conviertan en algo que te salve la vida.


3.
Jamás vayas hacia el lugar donde la música se pone tétrica (a menos que lleves un hacha en la mano)

Hablando de vivir: ¿a que mola? O, al menos, ¿a que mola una gran parte del tiempo? Sin ningún tipo de fármaco en el cuerpo puedo afirmar que vivir es mejor que cualquiera de las otras opciones posibles. Es por eso que doy el único consejo que se me ocurre después de ver muchas pelis: si eres un personaje de ficción, no sigas avanzando en el bosque a oscuras.

¿Oyes cómo los violines son cada vez más tensos y rápidos?

¿Y no se te ha ocurrido que pueda ser porque en esa cabaña solitaria, en esa escalera que cruje, en ese rincón de la fábrica deshabitada PASA ALGO MALO? Esto se lo digo únicamente a personajes de ficción, y ¿sabes por qué? Porque alguien ordena sus movimientos. Es decir: hay un/a director/a, un/a guionista, una actriz. En el mundo real no. Porque en el mundo real una mujer no debería tener miedo volviendo a casa sola por la noche, en un bosque, en un pasillo que no termina nunca. Porque una mujer no es un objeto, porque una mujer no es un personaje, porque una mujer es un ser humano.


4.
Si te hace sentir mal, gorda o fea, no es bueno para ti. Ya sea un bocadillo o una persona

O un jefe. O el amor. O la depilación integral. La idea del amor que hace sufrir, de que la letra con sangre entra, la del sacrificio constante para llegar a la realización, es tan solo una manera muy sencilla de justificar el sometimiento. Por supuesto, no me refiero a que la vida sea un baile de hedonismo y martinis—o no, al menos, fuera de mis sueños—. La rutina existe, como existen el tedio, el esfuerzo y las acelgas. Pero hay algo que se nos inculca, ya no necesariamente desde la familia, sino desde todas y cada una de las narrativas que tenemos alrededor: el amor duele si es de verdad. Si no duermes, no comes y sobre todo no SUFRES por amor, no has estado enamorada.

Analicémoslo como se merece: ¿realmente debemos sufrir para amar? ¿Qué chorrada es esa? No me refiero a tener nervios por las ganas de ver a la persona amada, no. Los mitos del amor romántico: Cleopatra y Marco Antonio, Cumbres borrascosas, Duelo al sol..., todas son parejas alzadas al cielo del amor destructivo y por tanto poderoso que hace que cualquier otro amor palidezca a su lado.

Pero... ¿realmente es así? Cathy y Heathcliff acaban fatal de lo suyo, y Gregory Peck le da una patada LITERALMENTE a Jennifer Jones antes de confesar que sí, que la ama profundamente. Angelito. Ninguna historia de amor que realmente triunfe parte de la anulación de la otra persona, de socavar la intimidad del otro, de normalizar el conflicto. Si te monta un pollo cada vez que puede, no te quiere. Como poco, solo se está haciendo el guion de su propia película.


5.
La belleza dejará de ser tu principal currículum tarde o temprano (a menos que salgas en Supermodelo o seas un robot)

La belleza es opcional. Parece mentira, ¿eh? Pero sí, la belleza, independientemente de todo lo que digan los anuncios, los medios y en general todo lo que tienes a tu alrededor, no es una obligación. Probablemente ahora no respiras aliviada, porque ninguna lo hacemos, pero es importante recordarlo: ser guapa no es una casilla necesaria para ser mujer, solamente se concibe como tal para resultar deseable. Si has nacido con el cálido confort de gustar inmensamente por tu físico, hay quien lo verá como una suerte. En cualquier caso, no se lo debes a nadie, todo lo tuyo es exclusivamente tuyo.

Seas convencionalmente guapa o no, ten un plan más allá de esa lotería genética. Estudia, lee, trabaja. Porque, tarde o temprano, el sistema te dirá que eres obsoleta, vieja o no lo suficientemente flaca. Francamente, bastantes exámenes tiene la vida como para no optar a nada más que a un muro de lamentaciones hecho de gente a la que siempre decepcionarás. Además, estamos convencidas de que «porque yo lo valgo» tiene que ser algo más que un lema para vender champús.


6.
A partir de los doce años, todo cuesta

Seguir el consejo anterior te hará poco cómplice del status quo. Y eso tiene consecuencias: la más importante es que no gustarás a muchos. Qué rollo. Toda la infancia creyendo que si trabajabas duro y hacías caso a los demás te iría bien en la vida, ¿eh? Es mentira. El mundo a tu alrededor te miente, ese es uno de los primeros lemas, y, si no, pregúntaselo a Justin Bieber, ahí, cantando en playback cada vez que puede.

No te preocupes, el dolor de saber que no gustarás siempre acaba pasando. Te dura lo que tardas en entender que en realidad no querías gustar a todo el mundo, que hay gente asquerosa por ahí suelta de la que no quieres ser espejo.

Lo más importante de ser feminista es darse cuenta de que, como en todas las demás luchas sociales, nadie ganó nada siendo complaciente. A cambio tendrás trolls, incomodidad laboral y algún que otro desengaño con quienes pensabas que eran tus aliados naturales. Pero las amigas te salvarán. Ganarás muchas y serán constantes, leales y divertidas.


7.
Ríete

Hablando de diversión. El punto uno del decálogo de cómo ligarte a un tío siempre ha sido: no seas graciosa. No, rectifico: el punto uno es que no hables de ti misma,
pero, si lo haces, por favor, NUNCA JAMÁS seas graciosa. Estoy mintiendo, pero no en lo esencial: ese decálogo en realidad no necesita ser escrito. Porque está ahí, grabado a fuego ya no en el ADN sino en la cultura popular mediática como la conocemos. ¿Lista? Bien. ¿Guapa? Ideal. ¿Graciosa? Perdona, acaba de estallar el cerebro del guionista, ¿y si mejor la hacemos vulnerable?

Bienvenidos a la Nueva Era, en la que la Tierra es redonda, hemos descubierto la penicilina y la capacidad de las mujeres para hacer reír. Hay mujeres graciosas por todas partes, y curiosamente no tienen tres cabezas ni escamas. Eso sí, tienen tetas, e incluso alguna que otra hará chistes sobre ellas. Disfruta del humor y únete.


8.
Crees que realmente quieres ESO pero a lo mejor no lo quieres

Insisto: son los amigos y las amigas los que te salvarán con sentido del humor y lealtad, no un par de zapatos o todo ese chocolate lujurioso de la publicidad. Si hay una imagen humillante es la de los anuncios en los que una mujer desea, indefectiblemente, no un mejor salario o que el pesado de contabilidad deje de tirarle la caña, sino una barrita de chocolate.

¿Qué somos, un cocker spaniel esperando su huesito? No importa lo que diga la televisión, no importa lo que digan los catálogos: una gran cantidad de velas aromáticas no te hará más feliz, es solo una solución del capitalismo para mantenerte a flote hasta el próximo anuncio.

A lo largo de una larga experiencia por las teletiendas de fin de semana en la madrugada, he descubierto que nada de lo que te prometan que es mejor que el sexo es mejor que el sexo. A menos que sea sexo.

Y nada que pretenda sustituir a una experiencia real será, jamás, una experiencia real.


9.
Discute, te hace mejor

«¿Qué hace una mujer callada? Es que se le ha estropeado el teléfono.» Ja, ja, ja. Hay cincuenta mil variaciones de este chiste rulando por ahí. La mayoría proviene de una muy arraigada idea de que a las mujeres hay que callarlas, porque no cesan de parlotear.

No vamos a gastar energía en derribar un estereotipo machista, sino que vamos a potenciarlo.

¿Que hablo mucho? Ya verás tú lo que puedo llegar a hablar. Porque sí. Porque me da la gana. Porque es necesario discutir para avanzar. Y, sobre todo, porque si hablo desmonto la principal idea que hay detrás de hacerme callar: las cosas no hablan.

A lo largo del camino encontrarás maneras de discutir. Algunas escuecen más que otras. En algunas tu interlocutor alzará las cejas y entornará la comisura
de los labios. Esa mueca la reconocerás como el Rictus Condescendiente Para Contrarrestar a Feministas.

Es tan peligroso como un troll, porque está destinado a minimizar tu discurso. En otras ocasiones, en las discusiones alguien aportará datos o enfoques que te hagan crecer y aprender.

Pero, lo mejor de todo, encontrarás un mundo plagado de gente queriendo charlar y argumentar y contradecir y de todo ello aprenderás. Y todo partirá siempre de la premisa de que tu opinión, por defecto, por el mero hecho de tenerla, merece ser tenida en cuenta.


10.
Pase lo que pase, cuéntalo

Es lo verdaderamente importante. No te lo calles. Cuéntaselo a alguien. Sea lo que sea, y cuanto más haya impactado en tu vida, más debes hacerlo. Claro, da pudor. A mí me pasa, aquí, hablando de mis cositas, siempre con una voz interior que dice:

«¿Por qué cuentas eso, no te da vergüenza?». Por supuesto que me da vergüenza, especialmente cuando sé que corro el riesgo de que se me tome poco en serio, que lo que cuento se piense como una experiencia menor. Pero no lo es, nunca lo es. Porque
estamos ávidas de historias, de narraciones, de experiencias.

Porque hemos aprendido, año tras año, hecho tras hecho, que lo que nos pasa es cultural, pero además es político. Y que todos los verdaderos cambios políticos empiezan cuando alguien cuenta algo por primera vez. Los movimientos en favor de los derechos civiles, los campesinos durante la revolución china, las mujeres en Argentina con el movimiento Ni Una Menos. Si no lo cuentas, no existe. Si no lo narras, no pasó. Y cada vez que intentan convencerte de que estás sola, de que tus sensaciones son individuales, hay una única manera de contradecir esa mentira: contándolo y viendo qué pasa. Te garantizo que ninguna experiencia está aislada, que siempre habrá alguien que ha pasado por algo así antes.


El cuento de 'La Chivata', de Luisa Carnés

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I

¿Quién era? No podía ser la madre del niño recién nacido, de aquel niño de piel rosada, llena de arrugas, cuyos puñitos apretados eran los únicos puños que podían cerrarse ante las miradas agudas de las celadoras. No podía ser la madre recién llegada, cuyo hijo acababa casi de abrir los ojos a la luz de aquellas galerías, cuya claridad no descubría graciosos pájaros, ni iluminaba un solo árbol, un árbol siquiera, que pudiera contar el paso de las estaciones con su desgranar de capullos en cada rama o su crujir de hojas secas bajo los invisibles dedos del viento. No podía ser aquella madre nueva, cuyos labios pálidos sellaban el camino de la libertad del marido («Podéis matarme, pero no diré por dónde se fue»).

Su cabello apretado en rueda sobre la nuca todavía no encanecía. Sus manos alzaban al hijo para que recibiera el rayo de sol que paseaba despacio, de doce a una, por el patio, para que recibiera el aire delgado que a las oscuras celdas no quería pasar. No podía ser tampoco la madre del niño doliente, que no sabía lo que era un caballo, ni menos aún conocía la leche de la vaca mugidora, e ignoraba que dos hileras de casas formaban una calle, y varias casas puestas en rueda forman una plaza. El niño de piernas de alambre, que desconocía otras aves que no fueran aquellas que cruzaban por encima del penal, con un ruido que hacía temblar todos sus pequeños huesos.

No podía ser tampoco la maestra. La maestra no era joven ni bella. Sus manos se habían deformado con ropas ajenas. Había lavado en lavaderos públicos, en pilas frías, por las cuales pasaban ropas de todas partes, pero sobre todo señaladas con un signo (USA) que la maestra conocía muy bien; en lavaderos de hospitales, oscuros, húmedos, acompañada a veces de algún cadáver, en espera de la noche para ser rescatado por la tierra. Así se enclavijaron los dedos de sus manos, mientras los niños españoles no sabían que dos y dos son cuatro. Cuando en las batas tiesas de un hospital aparecieron unas hojitas en contra de Franco y de los yanquis, la maestra fue puesta en cautiverio. Y ahora sus dedos torcidos apenas pueden sostener el pedazo de lápiz que escribe, para los hijos de las presas, cuántos días tiene un año sin leche, sin pájaros, sin juguetes, y con aquellas grandes alas de metal norteamericano traspasando los aires… No podía ser tampoco la maestra.

No podía ser la anciana de los zuecos (otro beso de amor sobre un camino). Le preguntaban «¿Dónde está tu hijo?», y ella respondía «¡Sábelo Dios!». Y ahora estaba allí, en el día eterno de la cárcel, con sus viejos zuecos, que nadie podía arrancarle de los pies y que producían durante todo el día un ruido seco por las galerías y el patio, añorando las viejas piedras de la aldea. No podía ser tampoco la vieja de los zuecos

¿Pues quién entonces?, ¿quién era? ¿Carlota, la de los ataques; Jacinta, la Madrileña; Pepa, la Tuerta (culpa fue del vergajazo de la funcionaria); Maruja, la Liviana (flaca como un perro flaco, saltarina y ligera como un alambre azotado por el vendaval); Filo, la Asturiana; Carmen; Amparo…? ¿Quién de ellas? ¿Cuál de todas aquellas sombras de mujer era «ella»?

—Bueno, yo no digo que si aquella o la de más allá, pero entre nosotras está la prójima.

—¿Tú, no quedrás decir…? Pero, ¿por qué me miras? ¿Tengo yo cara de chivata?

—¡Mía esta!… Estás enfrente de mí. A algún lao tiene una que mirar.

—Pero, casualmente, me has mirao a mí.

—Pues eso habrá sido, casualmente… ¡Mía esta!

Estaban en el patio. El sol, ya alto, apenas calentaba. Alto, alto. La madre joven levantaba a su hijo entre las manos —el niño de carina menuda, como una cereza arrugada—, pero no lograba que el infante alcanzara aquella débil flecha amarillenta que apuntaba a una pared gris. La Liviana tiritaba dentro de su toquilla negra, y con sus largos brazos rodeaba su propio cuerpo. Carmen, María, Angustias, Filo, hacían guantes y pañitos de perlé, y la anciana de los zuecos medía las losas frías de aquel pozo que se comía los colores, los senos, las caderas, la juventud de las reclusas.

—Tú dices, pero una tiene que recelar de todo. Aquí todas somos de confianza, pero ¿quién dio el soplo el día de la clase política?, ¿y la noche de la lectura del periódico? ¿Cómo se supo quién escondía la bandera republicana el año pasado?

—Tiene razón. Todo eso es más que sospechoso. Las funcionarias no son adivinas. ¡Hay que ahorcar a la que… !

—No puede ser una política.

—Tié que ser una de las comunes, que se haya infiltrao.

—¿Pero quién puede ser, quién? Otra vez a mirar, a buscar con los ojos, en los ademanes, de un grupo en otro (no podían ser más de cinco). ¿Quién? ¿Quién? Y otra vez, la misma de antes:

—¡Y dale!… Mira pa’ otro lao, tú.

—¡Pues a algún sitio tengo que mirar, ¡mía esta!…

Siguieron mirándose unas a otras después, en el comedor, y más tarde al formar en la galería para que las contara la celadora. Y en los días que vinieron. No había descanso. No se sabía quién era, pero se la sentía en todas partes. Se la sentía como algo impalpable, pegajoso y frío, algo que enmudecía el labio y hacía cerrar las manos debajo de los delantales y en los bolsillos de las batas. Era algo contra lo que era difícil luchar. Porque, ¿cómo se defiende la gente de una sombra? Y eso era la chivata, una sombra que resbalaba sobre el patio y la galería; una oreja adherida a todas las celdas, arañando en todos los cerebros y robando los pensamientos, quizá antes de que nacieran.

Había introducido en el penal algo peor que el hielo: la desconfianza. La desconfianza sellaba las bocas y enfriaba los corazones de las presas. Los corazones, antes tan encendidos en amor. Se cerraban las mujeres dentro de sí mismas como lo hacían cada noche en las celdas con sus cuerpos las funcionarias. Y en la oscuridad casi total — solo la pequeña bombilla de carbón al final de la galería— se adivinaba al poder maligno deslizándose ante las puertas, captando los suspiros, las lágrimas, los anhelos de libertad y de justicia, la nana de la madre joven, de pechos henchidos, que soñaba para su hijo un rayo de sol, como la madre del niño raquítico soñaba para el suyo un caballo con cola de algodón.

II

—Os digo que es ella.

—¡No puede ser!

—Es la que mejor cumple las tareas.

—Con su cuenta y razón.

—Es la primera que reclama a las funcionarias…

—Y hasta la metieron en celda de castigo el mes pasado.

—Sí, menuda celda de castigo… ¿Sabéis cómo se llama su celda?; la Puerta del Sol. Mi hermana la vio en la calle hace dos semanas.

—¿Cómo es posible?

—Toma, siéndolo. Entra y sale de la cárcel como Pedro por su casa. ¿Qué más pruebas queréis?

—Si fuera verdad, era para matarla.

—Y tanto que lo es. Mi hermana no inventa infundios. Me lo escribió en un papelito. Aquí está. Pasarlo a las demás, con cuidado.

—Sí, con tiento… La anciana de los zuecos contaba baldosas en el patio. La madre joven había conseguido al fin que su hijo aprisionara en sus puñitos cerrados el rayo de sol, y reía:

—¡Qué rico solecito para mi niño!

Carmen, Filo, Carlota, María y Angustias movían entre los dedos las agujas de hacer croché. El pequeño papel blanco pasó entre sus dedos ligeros, entre los aleteos juguetones. En él unas letras a lápiz decían: «Cuidado con la Liviana. La he visto en la calle». Entre los dedos de la última se convirtieron en diminutos pétalos, que más tarde desaparecieron en el retrete.

—¿Lo creéis ahora?

—¡Qué horror!

—Es la más interesada en las clases políticas.

—La más interesada en la lectura del periódico.

—¡Qué descanso para todas!

—Cuando yo decía que «ella» estaba entre nosotras…

—Pero lo decías mirándome a mí.

—¡vaya manía que te ha entrao! Bien sabe Dios que no te miraba a ti ni a ninguna, pero desconfiaba de todas. Alguna de nosotras tenía que ser.

—Eso sí.

—¡Y pensar que ella tiene el secreto de nuestro trabajo!

—Y sabe cómo entran las cartas en la cárcel.

—Y cómo salen.

—Ya se nos estropeó lo del 14 de abril.  

—¡Que te crees tú eso!

—veréis como hay cacheo el 14.

—¿Y qué que lo haya? En peores nos hemos visto.

—¡Y tanto!

—Callarse, que ahí viene…

Pero como eran cinco en el corro, la Liviana pasó de largo.

—¿Se habrá olido algo? Es muy larga.

—Es que somos cinco.

—Es verdad.

—Cumple bien el reglamento.

—Demasiado bien. La madre aupaba en sus brazos al niño recién nacido, que seguía apretando en sus puñitos el sol, que tendía a escaparse.

—¡Qué solecito tan rico para mi niño!

Los zuecos de la anciana seguían arañando las losas del patio, buscando acaso los perdidos pedruscos de la aldea.

III

Ya el sol calentaba aquel 14 de abril, pero a nadie le extrañó ver a la maestra envuelta en la manta de su catre. Llevaba algunas semanas que se quejaba de tercianas, pero apenas le hacían caso las funcionarias, y por todo tratamiento le suministraban dos aspirinas al día. A nadie le extrañó verla aquel 14 de abril envuelta en la manta, tiritar bajo el sol alegre, que envolvía en su calor al niño de carita de cereza arrugada, como metida en alcohol.

A pesar del cacheo de la mañana, las funcionarias no habían prohibido la hora del paseo en el patio, aunque estaban más vigilantes que de costumbre en las galerías altas que miraban al patio. Por la mañana, después del desayuno, cuando las reclusas atendían al aseo de sus celdas, sonó un timbre largo rato, y la jefa de galería apareció a lo lejos.

—¡Cacheo tenemos!

Venía la jefa acompañada de otras dos celadoras de la prisión. La jefa gritó:

—¡Todas afuera! ¡Cada una de pie al lado de su celda! Las celadoras subalternas registraron a las mujeres una por una. Registraron las celdas, una por una. Nada quedó sin registrar. Sus manos palpaban las pobres prendas remendadas, arrancaban de las paredes los retratos familiares, deshacían los catres.

—¿Dónde están las banderas?

—¿Dónde las habéis metido, cochinas? Cien banderas que se había llevado el viento. —Buscad, no dejéis nada sin mirar.

Otra vez, las manos temblonas de las celadoras rasgaron papeles y arrugaron trapos limpios. Los libros, si alguno había, quedaban destrozados. Dentro de los secos pechos de las tres celadoras, los corazones negros trepidaban como locomotoras.

—¿Dónde están?… ¿Dónde las habéis metido?

Las cien mujeres de aquella galería aparecían tiesas, pegadas a las puertas de sus celdas abiertas. Eran cien estatuas sin vida. Los ojos miraban fríamente a las tres mujeres que destrozaban sus pobres prendas. Levantaban los colchones de borra apelmazada, vaciaban los viejos baúles, las cajas de cartón, donde crecían las labores de croché que más tarde venderían en la calle los familiares de las presas; el trabajo que se convertiría en mejor pan, en «café, café», o en lana para los calcetines del invierno. Todo era apretujado, pisoteado, pero las banderas no aparecían. Y en aquella galería había cien mujeres. Las mujeres eran estatuas erguidas ante sus celdas.

Entre ellas estaba la de la Liviana, desarticulados los largos brazos y piernas, pegada a la puerta oscura como una delgada oblea. Y la madre joven, rebosantes los pechos hasta mojar la fea bata. Y la anciana de los zuecos, impaciente por emprender su interminable caminata en busca de la aldehuela que no se vislumbraba en patios ni pasillos. Y la maestra, tiritando de frío en 14 de abril.

—¿Por qué tiemblas tú? —inquirió la jefa.

—Me siento mal.

—Tiene calentura —dijo la madre joven.

—Cuando acabéis, dadle a esta dos aspirinas —ordenó la jefa a las celadoras.

Media hora más tarde quedaron solas las reclusas. Cada cual se entregó a la tarea de arreglar sus pobres bienes destrozados. Reían y cantaban, y se abrazaban unas a otras. Una vez que la Liviana intentó abrazar a una de ellas se sintió rechazada, y oyó una voz muy baja que le dijo:

—¡Quita de ahí, Judas! 

La Liviana fingió no haber oído nada. Siguió haciendo su vida ordinaria: el taller, la labor de croché, como todas. Nadie le volvió a decir nada. Pero empezó a sentirse sola. A la hora del paseo en el patio comenzó a sentirse sola. Sorprendió en sus compañeras miradas que no conocía. Le llegaba un sordo rumor de voces, como el ruido airado del mar cuando se escucha desde lejos, al otro lado de una montaña. Abría mucho los ojos y los oídos pero nada oía ni veía, salvo las miradas extrañas, que avanzaban hacia algo, que buscaban algo sin acabar de posarse en nada. Y aquel ruido sordo de las voces sin palabras, aquel como fino oleaje que la cercaba… Arriba, en la galería superior, las celadoras vigilaban el patio, pero estaban muy lejos. No podía reclamar su atención. No encontraba el medio de comunicarles su miedo, de hacerlas partícipes de aquella amenaza que sentía sobre sí y la llenaba de temor. Nunca supo lo que era el temor, esa cosa que enfría las manos y paraliza las piernas. Eso que debían sentir las presas políticas cuando la Falange las llamaba a declarar a la dirección de Seguridad, y que ella desconocía.

Desde arriba las celadoras veían el patio como lo veían siempre, florecido de cabezas de mujer a falta de flores auténticas, ni siquiera con la más leve brizna de hierba asomando entre las piedras. No podía traspasarlas aquel sordo rumor como de mar que comienza a embravecer. No podían ver aquellas miradas que cambiaban. Ahora tenían una expresión solo captada por la Liviana, aquellas miradas que al fin convergieron en un punto, como aquel que llega a una cita. Y acallaron aquel rumor, que no tenía nada de humano, para dar paso a un grito extraño, desarticulado, que no era de temor ni de alegría ni de odio, proferido por cien gargantas. Que ahogó el de la Liviana antes de nacer. En el barullo alguien dijo:

—Todavía están ahí las funcionarias.

Y alguien:

—No importa. Tiene que ser ahora. Así se acordó.

La manta en que se arrebujaba la maestra voló sobre muchas cabezas. El grito se dividió en gritos. Pero ahora eran de alegría, contenida por mucho tiempo, más bien desconocida de siempre. Era la locura del silencio transformado en voz y luego en cántico. Cantaban canciones infantiles, y mientras las sílabas formaban en sus labios palabras candorosas, las voces eran aullidos sin forma que atraían las miradas de las celadoras de la galería superior. Cantaban y golpeaban sobre la manta de la maestra con tercianas que, después de revolotear sobre las cabezas, había caído al suelo. Golpeaban sobre la manta con risas y alaridos.

La madre joven entregó a su hijo a la vieja de los zuecos y golpeó también con fuerza. Todas golpeaban ciegamente encima de la manta, con los pies y las manos. Golpeaban por ellas y por las demás reclusas del penal. Golpeaban por sus hombres presos o muertos, por sus propias penas y por las ajenas. Golpeaban por los cautivos víctimas de las delaciones, por los eternos días de la cárcel, por las noches sin sueño, por los años sin pan y sin leche, por la juventud sin amor, por la niñez de los niños que no conocían de España más que unas celdas estrechas y unos altos muros grises…

Cuando aquel flaco cuerpo de la Liviana, aquella fea rata delatora, dejó de ofrecer resistencia debajo de la manta, sintieron miedo, un miedo colectivo, que es más profundo y trágico que el miedo de un solo ser, que es un miedo que no cabe en el mundo. Pensaron: «La hemos matado». No, ellas no querían matar. No querían devolver muerte por muerte. Querían castigar. Demostrar a las celadoras que la chivata no había podido interrumpir en la cárcel el trabajo de las políticas, cortar su apasionada esperanza, su confianza en el mañana de España y la propia confianza, la amorosa confianza de unas en otras, la mutua ayuda, la solidaridad, la comprensión. Todo eso tan bello, tan alentador, que las ayudaba a sobrellevar la larga espera redentora, el mañana español que sería esplendoroso, como lo era ya para otros pueblos de la tierra…

Con temor, alguna tiró de una punta de la manta de la maestra y se vio a la Liviana moverse, sentarse en el suelo, recogerse sobre sí misma, extender sus brazos, con aire dolorido, a las celadoras, que miraban la escena con estupor, que hasta entonces no comprendieron.

—¡Socorro! ¡Me matan! —gritó la chivata con las pocas fuerzas que le quedaban.

Y las celadoras acudieron de todas partes en su ayuda. Pero iba a ser difícil encontrar a las culpables. Habría que castigar a las cien mujeres de las cien celdas del piso bajo del penal. Mientras la Liviana era atendida en la enfermería de los golpes sufridos aquella noche del 14 de abril, en las celdas del piso bajo, cien voces gritaban una canción de la guerra española que en este momento, para las reclusas, era una canción de victoria: El ejército del Ebro, una noche el río pasó, y a las tropas invasoras, buena paliza les dio.

Cuando las funcionarias encendieron las luces de la galería baja, cien banderitas republicanas ondearon a través de los ventanucos de las cien celdas, bajo las bombillas de carbón.

Colocan la figura de un perro orinando a la 'Niña sin miedo' de Wall Street

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Una nueva escultura se ha sumado a la controversia que rodea a la Niña sin miedo de Wall Street, tras la aparición de una figura de un pequeño perro orinando sobre la pierna de la estatua de la menor.

El responsable de la figura del perro, Alex Gardega, dijo en declaraciones a la cadena NBC que en su opinión la figura de la niña "no tiene nada que ver con el feminismo" y que "falta al respeto" al artista del toro de Wall Street.

La acción de Gardega se produce menos de 3 meses después de aparecer la Niña sin miedo, que mira con actitud desafiante al Charging Bull de Wall Street con el objetivo de llamar la atención sobre la necesidad de una mayor presencia de la mujer en el sector empresarial.

La provocadora escultura cosechó críticas en las redes sociales y también en vivo. La actriz Debra Messing calificó la estatua de "desagradable" y llamó al artista "misógino y patético bastardo". Después de tres horas, Gardega retiró al perro porque la gente "lo estaba pateando". 

La Niña sin miedo, obra de Kristen Visbal, fue colocada sin autorización la víspera del Día Internacional de la Mujer por orden de una firma de inversiones, y poco después las autoridades de Nueva York decidieron que permanecería en su lugar al menos un año.

En su momento, el autor de Charging Bull, Arturo Di Modica, criticó duramente la presencia de la Niña sin miedo frente a su toro de bronce, y arguyó que infringía sus derechos de expresión artística al modificar la dinámica creativa.

Gardega afirmó que colocó la estatua del perro orinando sobre la niña en solidaridad con Di Modica, por el que dijo que sentía "mucha empatía".

"(La Niña sin miedo) no fue hecha por un individuo queriendo lanzar un mensaje. Fue hecho por una compañía financiera multimillonaria intentando promocionarse. Se trata de una campaña de publicidad disfrazada de arte", explicó Gardega.

El autor del perro afirmó también que entre sus motivos estaba el humor. "Soy una persona feliz, no estoy enfadado y desde luego no soy antifeminista. Mi pieza tiene un sentido del humor y además me siento identificado con Arturo (di Modica) y con la integridad de su arte", agregó.

Lassalle pide reforzar el número de mujeres en el sector de la ciberseguridad

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Tras inaugurar el primer Foro de Género y Ciberseguridad, el secretario de Estado para la Sociedad de la Información y la Agenda Digital, José María Lassalle, ha demandado una mayor presencia de mujeres trabajadoras en el ámbito de la protección digital. En el foro organizado por el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) en León, se ha detallado que solo un 7% de las personas que trabajan en el ámbito de la seguridad en Europa son mujeres mientras que, a nivel mundial, el porcentaje aumenta hasta el 11%.

A pesar de la tendencia a lograr una mayor diversidad en el ámbito tecnológico, esto es un tema que continua preocupando. Por ello, más de 500 asistentes y expertos en ciberseguridad de 11 países distintos debatirán posibles soluciones en los próximos dos días. Concretamente, analizarán qué se puede hacer al respecto desde el ámbito educativo, el sector privado y asociaciones relacionadas con la diversidad de género en el mundo digital.

Por otro lado, también se discutirán formas de frenar la violencia de género en el ámbito digital. Algunos de los temas tratados serán los delitos de género en la red, la seguridad informática y la protección ante ataques, o aspectos relacionados con el mundo de la medicina como la autopsia forense digital.

Las ponencias del primer Foro de Género y Ciberseguridad se desarrollarán con dos temáticas diferenciadas: el 5 de junio, día en el que se debatirán Iniciativas y oportunidades en el ámbito profesional; y el 6 de junio, en donde se discutirán acciones contra la violencia de género en el ámbito digital. Todos los ponentes podrán seguirse en directo a través de la página del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE).

Porno político y arquitectura Kardashian: lo mejor de 'Princesas y Darth Vaders'

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La pornografía de Bruce LaBruce tiene una finalidad más política que erótica. Como tótem del movimiento homocore, el artista, cineasta y fotógrafo canadiense abrió las puertas a una nueva concepción de la sexualidad allá por los años 80. Su idiosincrasia es extrema y sin complejos, por eso algunos no saben diferenciar la vanguardia artística de LaBruce de la obscenidad gratuita. 

Con él dará comienzo la tercera edición del festival Princesas y Darth Vaders, que regresa a La Casa Encendida los días 8, 9 y 10 de junio. El festival se ha consolidado en la capital tras dos años tumbando mitos alrededor del humor y las mujeres. Pero, ¿qué pinta Bruce LaBruce en todo esto? Lucía Lijtmaer, organizadora del evento y colaboradora habitual de este diario, quería introducir un espacio de pensamiento en su proyecto, pero siempre desde la transgresión y los nuevos lenguajes.

"Este año nos apetecía incluir propuestas que partieran del mundo LGTB y tener una conferencia inaugural que no tuviese tanto que ver con el humor sino con alguien que ha cuestionado los límites de la censura", reconoce Lijtmaer. Bruce LaBruce es una especie de iconoclasta de las convenciones sociales y nunca estereotipa a los personajes de sus películas porno, ya sean sobre el movimiento queer, feminista o capitalista.

Durante más de tres décadas de producción, LaBruce ha convertido a sus actores y actrices en neonazis, zombies, ancianos de geriátrico o chaperos prostitutos. Tan pronto aúna las relaciones homosexuales con la crisis de refugiados -argumento de su corto Refugee's Welcome-, como sitúa el germen de una organización terrorista de lesbianas en un instituto de niñas caprichosas. "Está a la orden del día, se ha jugado el pellejo y su concepción del género y del feminismo es muy interesante", concede Lucía.

Un arranque potente que abre el telón a espectáculos más reconocibles de Princesas y Darth Vaders. Tras la charla con el director, el dúo electrónico Hidrogenesse pondrá la nota musical con canciones de su Recital para Alan Turing, Así se baila el siglo XX y Eres PC/Eres Mac. "Son el complemento perfecto a LaBruce porque su recorrido musical es totalmente irreverente y su trabajo sobre la obra de Alan Turing me parece un homenaje a este concepto", apunta la organizadora.

Pero, a partir de este momento, las risas en femenino plural volverán a hacerse con el foco de la escena. Aquí van unas cuantas recomendaciones, desde arquitectas amantes de Kim Kardashian hasta feminismo para dummies, que no hay que dejar escapar. 

Ariana Grande y las orcas

YouTube siempre ha sido un nicho de oportunidades para Princesas y Darth Vaders. En la primera edición, Malena Pichot -más conocida como Loca de mierda- llegó desde Argentina para demostrar que hay ejemplos humorísticos más allá de Estados Unidos. Pero Lucía Lijtmaer también quería poner a prueba a los talentos españoles. Las youtubers Andrea Compton y Nikki García pasaron el examen el año pasado y, como nuevos referentes audiovisuales, dejaron claro que no hay una receta del éxito, solo muchas ganas de romper tabús.

Con esa intención llegó Ter a la plataforma de vídeo. Esta arquitecta madrileña de 26 años reunió en menos de tres meses a 22.000 de suscriptores en su comunidad terdashian. No apto para "puristas" o prejuiciosos, el vídeo que le hizo despegar en las redes sociales fue en el que aplicó la proporción áurea al culo de Kim Kardashian.

"El Modulor de Le Corbusier tuvo un exitazo, fue un best-seller en Estados Unidos y Europa. Pero, ¿qué pasa? Que estamos en 2016 y la proporción más bella ya no es la áurea, ahora es el culo de Kim Kardashian". Ter conjuga la cultura celebrity, que ella aleja de los estereotipos de frivolidad que la sepultan, con conceptos arquitectónicos, cinéfilos, literarios y pictóricos. 

Si te acercas a su vídeo La audacia de Selena Gómez, seguramente no esperes encontrar un repaso a la vida de Kandinsky y Mozart, pero los caminos de Internet son inescrutables y los del canal de Youtube de Ter, aún más. Desde ahí, reflexiona sobre la relación entre las orcas y Ariana Grande o por qué algunos fotogramas de Beyoncé y Katy Perry son mejores que El Padrino. "Ha llegado el relativismo cultural que estábamos esperando. Es un humor muy inteligente", dice Lijtmaer sobre su invitada del próximo viernes.

Junto a Ter actuará Somadamantina, una reina del trap que despuntó antes de que este género fuese reconocido en los medios. "El año pasado ya incorporamos música que no tuviese que ver con el indie y en este me apetecía mucho darle un espacio al trap. Además, ella juega mucho con lo sexual, la perspectiva de género y el feminismo desde un lugar muy joven y un estilo novedoso", explica la organizadora sobre el que llama entre risas "el día más millenial".

Los límites del humor...feminista

Por último, el sábado hay organizadas actividades desde la hora del vermú. Esta sección se repite de otros años y correrá a cargo de los periodistas Celia Blanco, de la Cadena Ser, y Marc Giró i Costa, de la revista Marie Claire. "De Marc me encantaba la colaboración que hacía con Buenafuente, una especie de Manual para señoritas que resultaba una vuelta de tuerca total al género de los consejos de belleza y saber estar para mujeres", dice Lucía.

A esta sesión-aperitivo le seguirá un taller muy necesario en los tiempos que corren. Tomarse el humor en serio, con Monstruo Espagueti está orientado no solo a trabajar la expresión del humor mediante la viñeta, si no sobre todo a comprender y trabajar los conceptos y procesos íntimos que nos llevan a elaborar una viñeta tales como la denuncia, la queja y la necesidad de expresión. Y, para Lijtmaer, nadie mejor que la viñetista Anastasia Bengoechea para moderar esta clase.

Por último, el famoso stand-up de Princesas y Darth Vaders correrá a cargo esa noche de Nerea Pérez de las Heras. "Feminismo para torpes pone sobre la palestra las contradicciones en nuestras batallas diarias. Revistas femeninas, estupideces en el trabajo, lugares comunes, infantilización de las mujeres, los "piropos" e incluso cómo evitar la cárcel si te has metido con un columnista de prestigio".

La organizadora tiene grandes expectativas hacia un evento "que se va consolidando poco a poco" y que le ilusiona como el primer día. Sin embargo, si hay algo de lo que puede quejarse es de "la falta de apoyo institucional, sobre todo de un ayuntamiento que habla tanto de feminismo". Una petición que, en cualquier caso, no afecta a la raíz del festival: "llena de humor e imbuida de un espíritu pop y libertario como el primer día".

'Wonder Woman' lo tiene fácil para devolver a 'La momia' a la tumba

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El estreno de La momia podría pasar desapercibido de no ser porque quizá estemos ante el mayor fracaso de los próximos años. Su estrategia fallida de marketing ha consistido en convertir a su monstruo en un icono feminista a la altura de Wonder Woman y en imitar las exitosas franquicias de superhéroes, pero no ha colado entre la crítica.

Para quienes aún no lo sepan, la nueva película de Tom Cruise está concebida dentro de una gran saga de Universal llamada Universo Oscuro, la cual pretende unir bajo el mismo éter de terror a un buen puñado de villanos populares. 

La fórmula es otra copia descarada del universo cinemático de Marvel y, lo que es más importante, de sus ansias multimillonarias en taquilla. Después de La momia llegará La novia de Frankenstein -con Javier Bardem como el monstruo de Mary Shelley-, El hombre invisible interpretado por Jonhny Depp, y un nuevo Doctor Jekyll y Mr. Hyde en la piel de Russell Crowe. La intención es que más adelante se unan el Hombre Lobo, el Fantasma de la Ópera, el Jorobado de Notre Dame y la Criatura de la Laguna Negra. 

El anuncio se hizo hace unas semanas aprovechando la campaña de La momia, el filme delantero que debuta con un presupuesto de 125 millones de dólares y un lugar reservado en 4.000 salas de todo el planeta. En un primer momento parecía una idea óptima para dar alcance temporal a la película de Alex Kurtzman. Integrada en un proyecto de futuro megalómano, este primer plato dejaba de ser la típica de acción del verano para convertirse en la base de un plan maestro.

Pero de pronto, la productora levantó el embargo a la crítica y se descubrió el pastel. Las primeras reseñas de La momia son tan devastadoras que harían temblar a todo su nuevo chiringuito de villanos. La de Kurtman tiene un 25% en Rotten Tomatoes y un 39/100 de media en Metacritic, además de las mordaces palabras de la prensa. Por suerte para ellos, la continuidad de la saga no depende de opiniones, sino de taquilla.

En la promoción, La momia tampoco ha tenido suerte. Su campaña dio comienzo casi al mismo tiempo que la de Wonder Woman y quedó eclipsada a la sombra del mayor hype de los últimos meses. La última apuesta de DC ha logrado crear un vínculo emocional con el espectador de cualquier rango, ya sea el nostálgico del cómic, el fan de los superhéroes, los periodistas e incluso los mismos actores de Hollywood. Posiblemente Universal también consiga su recaudación millonaria, pero el triunfo de su contrincante es algo menos material que La momia nunca podrá conseguir.

La revolución de Wonder Woman va mucho más allá de querer rescatar el prestigio de DC, un poco mermado después de Batman vs Superman y Escuadrón Suicida. La revolución de esta heroína en Hollywood, como dicen en Vanity Fair, será feminista (o no será). Y a esto también quiso sumarse La momia en sus horas más bajas. 

Un feminismo de pega

Durante la promoción en Madrid, el director Alex Kurtzman declaró a la prensa que esta nueva versión del clásico de 1932 es "feminista" porque, a diferencia de sus antecesoras, la protagonista es una mujer. Los ejecutivos de Universal vieron una oportunidad de oro en las reacciones que estaba despertando Wonder Woman por todo el mundo, ya fuese con sus controvertidos pases solo para espectadoras o con el cambio de paradigma que pretende abanderar.

Si la heroína de DC es mujer y la suya también, blanco y en botella. Por desgracia, este discurso responde a la urgencia de la película, de la saga Universo Oscuro y de toda la promoción en general. 

"La imagen de Sofía como la momia es muy interesante porque, si la miras, piensas que te va a asustar, que te va a aterrorizar, que te va a seducir y eso también es porque el casting ha sido perfecto", dijo también Tom Cruise en la capital. El actor quiso destacar la importancia crear personajes femeninos de acción que no sean solo la damisela en apuros, sino también el peligro en sí mismos. 

"¡Sí, es una película feminista!", dijo la actriz Sofía Boutella. "Soy un monstruo, ¿por qué las mujeres no íbamos a poder ser monstruos? Las mujeres podemos ser muy letales, sobre todo en determinados momentos del mes", terminó entre risas. Si bien quedó demostrado que ningún miembro del equipo de La momia temía pronunciar la palabra feminismo, su mensaje fue demasiado espontáneo como para que el público lo identificase como un leit motiv principal. 

"No me extraña que los hombres blancos estén siempre tan seguros de sí mismos, yo he visto Wonder Woman una vez y ya me siento preparada para ir a la guerra", escribió una mujer en Twitter a la salida del estreno en EEUU. Una opinión que han compartido otras actrices como Jessica Chastain, Octavia Spencer y Lupita Nyong'o. Pero el de DC no solo ha sido un triunfo oral, sino que ha recaudado 103 millones de dólares en Norteamérica y va camino de otros 50 millones este fin de semana

El armario de los monstruos

Al igual que el resto de la promoción, las intenciones de La momia parten con unos buenos cimientos, algunas palabras bonitas y ningún tipo de plan ulterior. Esa ha sido una de las grandes críticas a la trama de la película.

"Tiene algunos momentos buenos, pero básicamente es un desastre que toma prestadas varias cosas, incluidas algunas partes 'momificadas' de Un hombre lobo americano en Londres. El guión decae como una extremidad descompuesta desde hace eones: un batiburrillo de ideas y escenas que parecen salidas de los borradores de diferentes guiones", escribe The Guardian en una de las reseñas más benévolas que se han podido leer. 

El peligro de esta lluvia de reproches también reside en sentar un precedente nocivo para el resto de la saga Universo Oscuro. También es cierto que el fracaso no dependería en exclusiva del batacazo de La momia, puesto que la propia estrategia del nuevo proyecto brilla por su ausencia. Parece que Universal ha sacado del armario de los juguetes a todos sus personajes míticos para revenderlos bajo la misma etiqueta y con un guión unido por hilo transparente. 

Lo único que tenía claro Alex Kurtzman es que "probablemente se jodan con crueldad los unos a los otros". Una idea bastante pobre para justificar como mínimo tres películas más (sin trama) y ocho posibles gametos monstruosos.

La momia tiene un gran tarea este fin de semana: cumplir con las expectativas de recaudación mundial y, por lo menos, callar a los periodistas lanzando sus fajos de billetes. Es ahí donde DC ha dado un golpe de humildad a las otras grandes majors y cuya herida, aunque interna, es mucho más difícil de curar que un batacazo en taquilla.

'Wonder Woman' se estrenará con polémica ofreciendo pases solo para mujeres

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Son las primeras líneas del comunicado que los cines Alamo Drafthouse de Austin (Texas, EEUU) han colgado en su página web. En él anuncian que la película Wonder woman tendrá varios pases especiales solo para mujeres a partir del 6 de junio. La iniciativa, que en un primer momento solo iba a estar vigente ese día, agotó los tickets tan rápido que el cine tuvo que programar más sesiones para los días siguientes. En España, la cinta protagonizada por Gal Gadot llegará el 23 de junio.

A los cines de Texas se les han sumado otros dos que la cadena tiene en Nueva York. Alamo Drafthouse ya organizó en el pasado promociones en las que solo permitía entrar a un colectivo en concreto: por ejemplo, hizo pases especiales para veteranos de guerra, soldados en activo y otros.

La exhibidora ha anunciado que donará todos los fondos que recaude a través de la iniciativa a Planned Parenthood, una ONG que se encarga de dar cuidados y asistir en el parto de las mujeres sin medios económicos. También se encarga de ayudar a las mujeres que quieren abortar y da charlas y cursos sobre educación sexual y aboga por los derechos de las mujeres en el ámbito reproductivo.

Wonder woman se estrena el día 2 de junio en EEUU con polémica incluida. Morgan Hendrix, el director creativo de Alamo Drafthouse, ya le ha dicho al Washington Post que la iniciativa se podría extender por otras localizaciones. La misma exhibidora "reconoce" que Wonder woman "es una película para todas las audiencias aunque nuestros pases solo de mujeres hayan creado confusión -queremos que vaya todo el mundo a ver esta película-".

Varios usuarios de las redes sociales no han dudado en atacar estos pases, alegando que es un acto discriminatorio hacia los hombres. Ante ellos, el CM de Alamo Drafthouse se defendía contestándoles con humor, alguna disculpa irónica y una mordaz respuesta a un usuario que preguntaba si alguna vez organizarán pases exclusivos para hombres. "Nunca hemos organizado pases en los que tuvieras que ser un hombre para entrar, pero sí proyectamos la película El séquito hace unos años", contestó el CM de la exhibidora.

Kinepolis regala estropajos y píldoras dietéticas a las espectadoras de 'Wonder Woman' en Bélgica

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Wonder Woman ha demostrado que está llamada a convertirse en el fenómeno del verano. La película dirigida por Patty Jenkins quiere forzar un cambio de paradigma en Hollywood a través de la heroína de DC y, hasta ahora, le está yendo bastante bien. Tanto en taquilla como en promoción, Wonder Woman es la líder absoluta por delante de otros proyectos presuntamente feministas como La momia

Ante las expectativas también empezaron a surgir las polémicas. Primero, la cinta protagonizada por Gal Gadot provocó la ira de muchos espectadores al organizar pases exclusivos para mujeres en Texas, EEUU. Días más tarde y al otro lado del Atlántico, una proyección dirigida al público femenino en el Kinepolis de Lovaina, en Bélgica, también sembraba el desconcierto.

Esta vez no fue tanto por la iniciativa en sí misma como por el paquete de regalos que ofrecieron a las espectadoras a la salida del cine. Según informa el medio local VRT, la cadena de cines mundial entregó la semana pasada una bolsa rosa con la consigna "Cool things inside" (Cosas guays dentro) que incluía varios productos de limpieza y muestras de pastillas para adelgazar.

Muchas de las asistentes pensaron que era una broma, y así lo manifestaron en sus redes sociales, mientras que otras se mostraron indignadas ante el extraño regalo. "Es irónicamente inapropiado, teniendo en cuenta que estás viendo una película que gira en torno a un personaje femenino superfuerte, una superheroína", declaró una de ellas a VRT.

La exhibidora salió a pedir disculpas en cuanto trascendió la polémica y aclaró que el personal del cine no seleccionó los artículos, sino sus patrocinadores. Aún así, asumen la responsabilidad de no haber revisado las bolsas y sospechan que "la intención no era ser machistas", aunque comprenden el enfado de las mujeres que asistieron al pase de Wonder Woman. Lo que sí ha asegurado Kinepolis Lovaina es que este desliz no volverá a ocurrir. 


La teoría que explica por qué Hollywood trata a la mujer como un trozo de carne

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La representación de las mujeres en el cine está en crisis, pero no es algo nuevo. Hoy en día nos parece normal que este problema se debata en las universidades y que las actrices exijan su parte equitativa del pastel en voz alta. Aunque no lo sepamos, esto se normalizó en 1975 gracias a Laura Mulvey (Oxford, 1941) y al ensayo Placer visual y cine narrativo, que convirtió a su autora en una pionera en el análisis feminista del séptimo arte.

A través de la teoría del psicoanálisis de Freud, este texto relaciona la imagen de la mujer en Hollywood como objeto sexual con el falocentrismo de la industria del cine. "Pretendemos ocuparnos aquí de cómo ese placer erótico se intercala en el cine, de su sentido y, en particular, del lugar central que ocupa la imagen de la mujer. Suele decirse que al analizar el placer o la belleza se los destruye. Esa es la intención de este ensayo", escribió la directora en plena Segunda Ola Feminista.

Mulvey basó todo en la escopofilia, la búsqueda desesperada del placer sexual a través de la mirada, y en la figura del personaje femenino como materia prima. O, dicho de otra forma, en su representación como un un trozo de carne con ojos. "Las mujeres son mostradas para producir un impacto visual y erótico tan fuerte, que puede decirse de ellas que connotan mirabilidad", explica a través de los casos de Marilyn Monroe en Río sin retorno y Lauren Bacall en Tener o no tener

Budd Boetticher, director clásico de Hollywood, afirmó: Lo que cuenta es lo que la heroína provoca o, mejor aún, lo que representa. Es ella, o más bien el amor o el miedo que inspira en el héroe, lo que le lleva a a actuar tal como lo hace. Por sí misma, la mujer ni tiene la más mínima importancia. 

La autora asegura que hoy en día el ensayo ha perdido cierta vigencia porque se escribió en un contexto determinado y porque el feminismo al fin forma parte de los debates académicos, algo que parecía imposible en los años 70. "Yo lo escribí como una especie de intervención política, influenciada por el Movimiento de Liberación de la Mujer, en el que leímos a Freud y comprendimos la utilidad de la teoría psicoanalítica para un proyecto feminista", cuenta Laura Mulvey a eldiario.es.

Los derechos reproductivos

Nos reunimos con la cineasta de 76 años en el centro de Madrid, donde estos días imparte un curso en la Universidad Complutense y participa en el festival de cine Filmadrid. Más de cuatro décadas después, la autora opina que la batalla por la igualdad en las pantallas no ha hecho más que empezar. Agradece que los más jóvenes aún reivindiquen su ensayo, pero piensa que hay que abrir el foco a otros países y a nuevos discursos.

Eso es lo que ella intenta en Una mirada a las representaciones de la maternidad a través de la imagen y la narrativa, la conferencia que está recibiendo más de un centenar de asistentes al día.

"Podemos pensar de una forma muy sofisticada sobre el género y la maternidad, pero en otras muchas partes del mundo hay mujeres luchando por sus derechos más básicos", recuerda Mulvey. Defiende que este es un tema tan candente como el de la hipersexualización de las actrices o la desigualdad salarial en los rodajes, sobre todo porque no solo afecta a Hollywood. 

"Ya que estamos en un momento nada progresista de la historia, la cuestión de los derechos del cuerpo de la mujer y de la reproducción se vuelven casi tan urgentes como en los primeros días del Movimiento Feminista", asegura. Para ilustrar este difícil debate al público madrileño, la catedrática ha elegido títulos muy distintos por su época y procedencia. 

El realismo social iraní, la vanguardia británica o el documental feminista italiano le sirven para rescatar temas comunes como el complejo de mala madre, la violencia machista o la depresión derivada de la austeridad y la decadencia posindustrial. "En tiempos de austeridad, son las mujeres quienes sufren primero y pierden el apoyo institucional. A pesar de que ellas son quienes luchan por dar de comer a sus hijos, mantener su trabajo y en encontrar una guardería. Ese es el feo mundo en el que vivimos", se lamenta.

Considera que las políticas austeridad son la peor excusa para mermar el control de la mujer sobre su propio cuerpo. "En mi país, los fondos dedicados a mujeres que sufren violencia machista han sido arrancados de raíz. En EEUU, el nuevo gobierno ha eliminado el dinero de los cursos de formación anticonceptiva y las ayudas a los abortos. También ha prohibido cualquier asistencia extranjera en los países en desarrollo para ayudar a controlar la natalidad. Nos tratan como recipientes, casi como en la época medieval", enfatiza Mulvey. 

"Hollywood es muy cansino"

Lo que de verdad le sorprende a Laura Mulvey del ensayo Placer visual y cine narrativo es su error al pensar que todo iba a cambiar en cuarenta años. "Si me hubieras preguntado entonces qué proporción de mujeres estarían haciendo películas en el cambio de siglo te habría dicho que 50 %, con mucha seguridad", confiesa. "También pensaba que los años de esplendor de Hollywood tenían los días contados", dice con sorna.

Hoy más que nunca, la directora cree que la industria estadounidense debería dejar de ser el espejo en el que Europa se quiere mirar. "El Hollywood actual no es la misma industria que fue en su día. Los estudios son muy poco ingeniosos, hacen remakes constantemente. Es un cine muy cansino", espeta.

Sin embargo, reconoce que debemos aprovechar los fondos y la plataforma que tienen al otro lado del Atlántico para incentivar el debate sobre la representación de la mujer en la gran pantalla. Es ahí donde Mulvey coloca al fenómeno de Wonder Woman, la heroína de DC que está arrasando en taquilla.

Según su teoría de la escopofilia, laWonder Woman de Gal Gadot no combate la dictadura estética que somete al personaje desde hace años. "Creo que es interesante porque millones de chicas jóvenes irán a verla y se preguntarán esto mismo. ¿No debería ser distinto ahora que la directora y gran parte del equipo de producción son mujeres? ¿Qué tipo de heroína va a ser? ¿Cuál es su principal virtud como chica de acción?", enumera Mulvey.

Aunque reconoce que el progreso es muy lento, como ella ha podido comprobar en sus propias carnes, aplaude la acogida de estos proyectos y los considera una buena forma de medir el pulso al séptimo arte. "Creo que hay todavía un enorme deseo por el cine y la gente no solo se sienta en su casa con el portátil en las rodillas para ver una película -que también-. La muestra es que, cuando se estrena Wonder Woman, las salas se llenan", recalca.

Mulvey insiste en apuntar que no es algo exclusivo de los blockbusters, que los clubs de cine, los festivales menos masificados y las salas autogestionadas están haciendo mucho por las nuevas narrativas y el apoyo a la mujer cineasta. "Es aquí donde las mujeres jóvenes necesitan crear historias sobre ellas mismas y los problemas de las nuevas generaciones con las redes sociales", opina la veterana directora.

"Las mujeres siempre han estado sometidas a presiones por su apariencia, pero esa presión ha crecido con Facebook o Instagram; una presión por tener que encajar con un patrón físico determinado", observa. Piensa que esta nueva cultura, peligrosa en ciertos casos, necesita ser explorada y analizada a través del cine de la misma forma que lo hicieron en los viejos tiempos.

"Tengo muchas ganas de ver cosas nuevas y aún más interesantes de las que hicimos nosotras". Mulvey abre así unos puntos suspensivos en su legado para "una guerra que no ha hecho más que empezar".

"La mayor parte de los insultos que recibo en YouTube son por ser mujer"

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Tiene una Oda a los cuñados tocando el ukelele, midió la proporción áurea del culo de Kim Kardashian (que tiene un volumen de 0,047 metros cúbicos) y creó un diagrama en forma de tetracontakaieneágono (de 49 lados) para comparar las aptitudes de las celebrities. A partir de este momento, ya podemos afirmar que el canal de YouTube de Ter es un torbellino indescriptible. También es un soplo de aire fresco, lo que se ha visto recompensado con más de 38.000 seguidores en apenas ocho meses.

Esta arquitecta madrileña de 27 años llegó para reírse del esnobismo cultural de este país y alardear de su conocimiento del star system (y de muchas otras cosas). La distinción entre alta y baja cultura es una farsa para Ter, por eso aúna en el mismo vídeo a Selena Gómez y a Kandinsky o nos explica la Ilíada de Homero a través del drama entre Kanye West y Taylor Swift.

Pocas personas admitirían en público que les marea leer a Gabriel García Márquez o que Picasso les parece un "misógino y maltratador". Debería ser normal, pero en este siglo la diversidad de opiniones está muy castigada. Algo que pasa por encima de Ter y de su pelo multicolor. Ella seguirá haciendo vídeos, ensalzando el empoderamiento de las Kardashian y haciendo sonar su ukelele contra Arturo Pérez Reverte y Jorge Cremades.

En tus vídeos no tiemblas al comparar a Malévich con las Kardashian o El padrino con un videoclip de Beyoncé. ¿En qué momento decides traspasar el límite entre la alta y la (mal llamada) baja cultura?

Me empezaron a interesar las celebrities en 2006, con el nacimiento de YouTube, que es cuando las observé más allá de sus producciones, canciones o películas. A partir de ahí ha sido bastante progresivo. Necesitaba poner en palabras por qué me interesaba tanto un mundo que está tan mal visto, que es tan despreciado.

Me llamaba la atención que hubiese cosas que sí eran comúnmente respetadas. ¿Por qué nos enorgullece conocer el suprematismo ruso y no el show de las Kardashian? Empecé a relacionar estos conceptos porque pienso que todos los gustos son igual de respetables y no creo que exista una alta y una baja cultura.

En cambio, admitir que no te gusta Gabriel García Márquez, Picasso o Quevedo te ha costado muchas críticas. ¿Cómo desaprendes los gustos universales y empiezas a analizar la cultura desde tu punto de vista?

A mí también me los vendieron como referentes intocables. El nombre de Picasso incluso se utiliza de forma ajena a sus propios cuadros, cuando se quiere decir que otra obra es muy buena. Ya está asumido en el imaginario colectivo que es el mejor pintor del mundo. Yo me acuerdo que, instintivamente, Picasso no me gustaba. Pero tampoco quería llevar la contraria.

Y luego hay otro tema. ¿Por qué nunca me han hablado de arquitectas o pintoras mujeres? ¿Es que no había o fueron obviadas? Creo que es una mezcla de las dos: las pocas que conseguían destacar, más tarde eran ninguneadas en la historia. Empecé a investigar y encontré a pintoras maravillosas, pero en la universidad y el colegio solo mencionaban a Picasso.

Recuerdo que en una de mis primeras asignaturas en Arquitectura, mi profesor nos dio una lista con las figuras más importantes del siglo XX. Estaban Le Corbusier, Mies van der Rohe, Lloyd Wright o Alvar Aalto. Lo tenía normalizado, hasta que hace unos años miré mi estantería y vi que todos mis libros de arquitectura estaban escritos por hombres.

Esto tiene que ver con una labor de deconstrucción de lo que te han enseñado desde pequeña. La intención no era desprestigiar el trabajo de Picasso, sino decir que a mí no me interesa y abrir una inquietud hacia otras muchas cosas. Yo paso de Picasso, pero tú no tienes por qué hacerlo.

¿Crees que estas teorías argumentadas se tomarían más en serio si las hicieses desde una columna de opinión o un ensayo? ¿Quizá YouTube es una plataforma desprestigiada?

A lo mejor sí. Podría haber escrito un libro, una obra de teatro o un artículo, pero siento que YouTube es lo que más me representa. Quizá la gente que no respeta esta plataforma es la misma que piensa que no se puede tocar a Picasso. Qué voy a hacer ante eso.

Lo bueno de YouTube es que he creado mi propio espacio y la gente entra a mis vídeos haciendo un esfuerzo, porque hay otras mil cosas que ver. No soy yo la que voy a sus casas a decirles que lo que han pensado siempre está mal. Ofenderse por lo que dice una persona en su propio canal me parece estúpido. 

Con la presión del aumento de seguidores o las visitas, ¿te vuelves más rigurosa en tus vídeos?

No de forma consciente. Pero sí que, al sentir que hay más gente mirando, me esfuerzo por justificar y documentar mejor los vídeos. Pero, ¿qué es el rigor? Todo lo que te enseñan en la Universidad se presupone como riguroso. Sí, pero ahí solo me han hablado de arquitectos hombres. Pues vaya rigor.

Yo hablo de las cosas que a mí me interesan. No intento convencer a nadie ni hacer teorías científicas. Aunque me encantaría conseguir que lo que cuento fuese el equivalente a estar con probetas en un laboratorio. Y eso es muy difícil. Pero sí que puedo decir que hay mucho trabajo detrás de mis vídeos. 

Cada vez hay más polémica por la calidad del contenido que se da en estas plataformas. ¿Pesa sobre un youtuber la responsabilidad del mensaje que se transmite? 

Sigo pensando que un creador de contenido no tiene ningún tipo de responsabilidad moral, ética o intelectual. La única persona responsable de sus actos es ella misma, no las influencias externas que reciba. Intentar buscar culpables o hacer juicios morales de otros me parece peliagudo. Todos hacemos cosas mal constantemente.

Los creadores con mentalidades retrógradas son un reflejo de la sociedad. No es que ellos eduquen así a la sociedad. No va a haber más gente machista porque Cremades haga vídeos machistas. Como la sociedad es machista, él hace un tipo de vídeos con esa mentalidad.

Sorprende la cantidad de detractores que tienen tus vídeos en comparación con otros. Un formato bastante sano en el que aplaudes lo que otra gente desprecia. ¿Por qué crees que ocurre?

He llegado a la conclusión de que mis haters son personas con un odio, frustración o decepción previas que necesitan canalizar por algún medio. Y ese medio es mi canal. Es como la termodinámica. La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Lo que sí me parece un paso más es dejar un comentario hiriente. Yo no lo haría porque entiendo que al otro lado hay una persona que lo va a leer. Ahí entra en juego la empatía del espectador. 

¿Cómo has llegado a relativizar los insultos?

Para empezar, no los veo como insultos. La primera vez me llamaron analfabeta, que bien pensado es un comentario muy clasista. El siguiente que recibí fue puta y para mí puta es una profesión, no algo ofensivo. Feminazi no sé ni lo que significa, todavía estoy esperando a que alguien me explique cuándo ocurrió el Holocausto feminista. 

Son insultos que forman parte de un imaginario colectivo, del que también yo formé parte, pero que ahora siento muy ajeno. No estoy fuera de la estructura social en la que vivimos, pero de repente hice click y me desligué. 

La gente reconoce como insultos machistas el de guarra o puta, pero cuando te llaman analfabeta o ignorante, ¿sientes que intentan desprestigiar tu trabajo por ser mujer?

La mayor parte de los insultos que recibo en YouTube son por ser mujer. Vienen desde un lugar muy machista porque dan donde ellos piensan que más duele.

Analfabeta no es un insulto solo dirigido a mujeres, pero dependiendo del contexto sí que puede ser machista. En mi caso, que hablo sobre las Kardashian u otro tipo de cultura, es una forma de frivolizar mis intereses y reducirlos al nicho "de las chicas". Una forma de reírse de la concepción más superficial y cutre de este mundillo. 

De hecho, una de las lecciones que aplaudes de las Kardashian es que ayudasen a acabar con el ideal homogéneo de belleza en la mujer.

En los 90 la belleza era piramidal. La cúspide era la mujer rubia, de pelo liso, blanca, alta y muy delgada. Justo debajo de este cánon de belleza estaba cualquier cosa que se pareciese a este estereotipo; y abajo del todo estaba lo que no se parecía en nada. 

Esta forma de pirámide hacía que las mujeres tuviesen algo a lo que aspirar. Las Kardashian -y otras muchas mujeres- lograron subir toda la base de la pirámide al mismo nivel que la cúspide. Se creó una línea con un montón de variables por en medio y todos los tipos de belleza estaban a la misma altura. 

¿Incluso aunque no sean ejemplos de belleza natural?

Kim Kardashian decidió ponerse más culo y tener una estética fuera de la norma en 2007, pero no estaba imitando a nadie. Estaba creando su propio cánon de belleza. Está muy bien estar a gusto con tu cuerpo y también querer cambiar cosas de tu cuerpo si eso te hace sufrir. Lo que en general nos ha hecho mucho daño a las mujeres ha sido esa comparativa con el ideal de belleza. Es una tortura psicológica y emocional.

Después empezaron a surgir las redes sociales, con tantos tipos de belleza y todas tan bonitas. Estamos alcanzando una mentalidad en la que ya no hay un ideal. Ese ideal que viene de los griegos, de su cánon de belleza, de la proporción áurea, de las ocho cabezas. ¡Qué tortura! ¿Y si no tienes el número áureo? Es tan estúpido. Así que ellas me ayudaron a entender que la belleza no era una pirámide, sino un plano infinito.

Aún así, las Kardashian y el mundo celebrity en general representa ese culto al cuerpo que tanto ha combatido el feminismo. ¿No sigue siendo el resultado de un sistema opresivo?

Conozco a muchas feministas y cada una entiende el feminismo de una manera. Aunque buscamos lo mismo, hay distintos caminos para llegar a ese bien común. La base es no pelearnos entre nosotras, sino dialogar, pensar y sacar conclusiones.

Por ejemplo, con el maquillaje cada día cambio de opinión. Hay veces que pienso que forma parte del heteropatriarcado, y hay otras que no. El maquillaje es la manera que tienen muchas personas, ya no solo mujeres, de expresar su interés artístico y estético. Hacen verdaderas obras de arte, pero en vez de usar un lienzo lo hacen sobre sus caras. No me creo que esa persona haya estado tres horas haciéndose una sombra de ojos para el disfrute de los demás. 

Pero también entiendo el discurso de la presión sobre el físico la mujer. Hay conceptos que en un inicio forman parte del heteropatriarcado, pero que luego nos apropiamos y sirven para empoderarnos. Todo lo que haga sentirse más fuerte y más poderosa a una mujer, me va a parecer bien.

Al mundo celebrity y a los realities les rodea cierto esnobismo cultural. ¿Qué es lo que te llevó a admirarlo y a defenderlo en público?

Hay algo que no soporto, que es cuando me rebaten diciendo: "eso también lo podría hacer yo, vivir del cuento". Pues hazlo. Como cuando dijeron que Britney Spears era un producto creado por los empresarios y que podría haber sido ella o cualquier otra. Entonces, ¿por qué no eres tú Britney Spears? Odio que se despersonalice con tanta facilidad.

Por otro lado, es admirable el aguante emocional que tienen. La gente los ve como ídolos en los que proyectar sus ilusiones, frustraciones y expectativas. Ellos reciben una energía emocional constante y no debe ser nada fácil. Cuando Britney Spears tuvo su crisis en 2007, fue un hito. La muestra de cómo una persona no pudo más y explotó. Lo que me pregunto es cómo no ocurre más entre las celebrities. Solo tengo agradecimiento hacia ellas, porque son personas que se sacrifican para que seamos más felices y estemos más entretenidos. 

Tu libro, El poemario de las famosas, ya va por la segunda edición. ¿Habría ocurrido sin el impulso de YouTube?

Los youtubers no estamos contratados por YouTube, es solo la infraestructura donde volcamos nuestro contenido. Lo que sí ha fomentado la plataforma es que cada persona pueda montarse su propio proyecto y gestionarlo. Es la recompensa que recibes por estar tan expuesto.

Yo me alegro porque el feedback del libro está siendo muy positivo. Estoy recibiendo críticas muy buenas de personas que han leído mucha poesía y también de gente que no la ha leído nunca y se ha interesado a través de mi libro. Son puntos de vista distintos e igual de valiosos. Pero si a alguien no le gusta, está en su derecho. Igual que yo lo digo sobre los cuadros de Picasso, lo pueden decir de mi libro (ríe)

Siendo YouTube una plataforma que ha lanzado a tantos creadores en los últimos años y que tu canal va tan bien, ¿te genera un poco de ansiedad el futuro?

Yo me metí en YouTube con la mentalidad de no tener que dar explicaciones a nadie. Es lo único que me da cierta seguridad, porque exponerte al mundo de esta manera da mucho miedo. Si en algún momento no pudiese estar en control de todo eso, sí que me generaría ansiedad. 

Con el libro me pasó lo mismo. Aunque son poemas que hablan de famosas, no riman y a la gente le hacen gracia, forman parte de una intimidad que me da mucha vergüenza compartir. También es que llevo ocho meses, soy una pipiola. Seguro que todos los youtubers lo decían al principio.

Por último, como defensora de los duetos femeninos como fuerza duplicada. ¿Para cuando uno entre Amarna Miller y Ter?

Yo me hice muy fan de Amarna en 2014, cuando se abrió ante mí un mundo nuevo en el porno que desconocía. Siento mucha admiración por su canal y me encantaría hacer un vídeo con ella. Espero poder decir en poco tiempo que se ha hecho realidad. 

Ter responde a Pérez Reverte y a otros 5 señores

Feminismo, 'bondage' y superhéroes: el insólito origen de Wonder Woman

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No fue la primera superheroína del cómic, pero sí que ha sido la más importante e influyente. El estreno de su nueva película, batiendo récords de taquilla, ha revitalizado el Universo DC cinematográfico -que lleva demasiado tiempo oculto bajo un manto de tenebrismo- y ha renovado el interés por una heroína que nunca ha dejado de estar de moda.

Wonder Woman ha sabido, al menos en el papel, reinventarse constantemente: de su categoría de icono pop escasamente subversivo, gracias a la mítica y adorable serie de televisión de Lynda Carter, a la increíblemente mítica etapa de reinvención en los ochenta, capitaneada por George Pérez, pasando por versiones tan interesantes como la última y fundamental de Greg Rucka.

Sin embargo, hay una etapa, la primera de todas ellas, que duró hasta los años cincuenta y estuvo capitaneada por sus creadores literarios y gráficos originales. Ya en esta primera época Wonder Woman exhibió buena parte de las características que no se separarían nunca de ella: un retrato fuerte y primario de la mujer; un feminismo esencialista con raíces en la mitología y la cultura clásica, pero a la vez muy consciente de los cambios sociales que estaban teniendo lugar en la época; y, por supuesto, una clara consciencia de que el comic-book era el medio perfecto para entretener, educar y transmitir. Los tebeos de superhéroes de una treintena de páginas eran un medio recién nacido que estaba ganando popularidad a una velocidad monstruosa.

Las mentes maestras

William Moulton Marston, creador de Wonder Woman y guionista del personaje hasta su muerte, nació en 1893 y pronto demostró un carácter hipersensible y peculiar: se planteó el suicidio en su primer semestre de estudios cuando advirtió la dificultad de la carrera de Psicología.

Pero su voluntad fue más fuerte que la adversidad, y tanto con ésta como con la de Derecho bajo el brazo comenzó una brillante carrera profesional, iniciando estudios sobre temas que luego influirían en la configuración de la inimitable amazona de los cómics. La dominación y la sumisión, la verdad y la mentira (Marston siempre presumió de haber inventado la máquina de la verdad), la voluntad y el carácter femenino.

Su atrevida visión de muchos de estos aspectos y su desprecio hacia los convencionalismos educativos de la academia le brindaron buena parte del carácter que necesitó para configurar Wonder Woman.

Pero hacía falta más. Una mujer, claro: Elisabeth Holloway se casó con Marston en 1915 e inició con él una relación tan íntima y creativa que, aunque Marston ha permanecido en la memoria oficial como el creador de Wonder Woman, entre el fandom nadie niega la participación clave de Holloway a la hora de configurar a la heroína.

De hecho, es habitual otorgar también crédito a una segunda mujer algo más joven, Olive Byrne, a la que el matrimonio conoce en 1925 y con quien inician una relación sentimental tricéfala y consensuada (las dos serían madres de un par de hijos de Marston cada una).

Ambas fueron mujeres avanzadas a su tiempo: Holloway perteneció a la primera generación de feministas que se definió como tal, y Byrne era la combativa sobrina de nada menos que la histórica luchadora por los derechos de la mujer Margaret Sanger. La primera aportó a Wonder Woman su ideario y la segunda, su juvenil e imparable carácter.

En una entrevista con Marston de 1940, hecha por la propia Olive Byrne y firmada bajo seudónimo en la revista The Family Circle , el creador asentó las bases de sus teorías acerca del comic-book como medio educativo y difusor de ideas, sin por ello perder un carácter popular y de entretenimiento.

Fue ahí donde habló de la conveniencia de crear una superheroína que contrastara con tanta testosterona enmascarada. La entrevista fue leída por Max Gaines, entonces editor de All-American Publications, empresa fundamental para entender el tebeo superheroico, y que dio su primera oportunidad a la creación de Marston. Éste no disfrutaría demasiados años del éxito: Marston murió tras un cáncer fulminante en 1947, con 53 años y solo seis años después de la creación de la heroína. 

Se debe añadir a este equipo creativo inicial la presencia del dibujante Harry G. Peter, visionario ilustrador que dio un uniforme y características físicas a la heroína que apenas ha sufrido cambios hasta hoy. Estuvo al frente de los dibujos de la serie hasta su muerte en 1958 y le otorgó al personaje una dignidad regia y firme alejada del elástico dinamismo de otros superhéroes de la época. En su excelente y recién publicado ensayo sobre el personaje, Wonder Woman - El feminismo como superpoder, Elisa McCausland cita como referentes del trabajo de Peter a las ilustraciones de pin-ups del pionero Charles Dana Gibson y del inevitable Alberto Vargas. Peter creó una heroína que gracias a los guiones de Marston tenía un carácter sensible y humano, y debido a la formación artística de Peter, unos rasgos inevitablemente femeninos, pero a la vez una corporeidad robusta e imponente. El modelo de una nueva mujer para el siglo XX.

Así se crea una supermujer

Wonder Woman se benefició de nacer en un momento idóneo para la industria del cómic. Había pasado el momento de los comics distribuidos en prensa, y las revistas conocidas popularmente como comic-books movían a millones de lectores. El género que hoy es mainstream dentro del medio, los superhéroes, gozaban en el momento de la creación de Wonder Woman una fama inusitada gracias a personajes como Superman, creado en 1938, solo tres años antes. Pero Wonder Woman llegó a vender medio millón de ejemplares de su propia publicación en su primer año de vida, superando en algunos momentos al mismísimo Superman. ¿A qué se debía este atractivo? ¿Dónde residía su magnetismo? 

Por encima de todo, en el carácter franco, refrescante y liberador de la condición femenina de Wonder Woman: el primer texto que puede leerse en una historieta del personaje dice “En un mundo hecho trizas por los odios y las guerras de los hombres, aparece una mujer para la que los problemas y los temores de los hombres son juegos de niños”. La filosofía de Marston está clara: la sensibilidad e inteligencia de las mujeres las pone en una condición a la que los hombres, enfrascados en sus ridículos conflictos territoriales o de exhibición de ego, no son capaces ni de comenzar a comprender. Pero esto no se manifiesta a través de la agresividad o la guerra de sexos, dado el carácter conciliador y eminentemente femenino de Wonder Woman. Y quien mejor lo entiende es aquel que en otras circunstancias habría estado llamado a ser el héroe de la historia, el oficial Steve Trevor que descubre la Isla Paraíso donde viven las amazonas por accidente: siempre un comparsa pero también un comprensivo apoyo de una diosa que, física y mentalmente, está por encima de él. Una circunstancia que Marston no se preocupa de justificar dada la flagrante obviedad, en la mente del guionista, de esta superioridad, tal y como justificó una y otra vez en múltiples entrevistas y textos académicos.

Es conveniente subrayar que pese a lo chocante que puede resultar el concepto, la creación de Marston estaba lejos de ser conflictiva. Wonder Woman exhibe unos valores conciliadores y humanistas pero, como las sufragistas que influyeron en los valores que propaga la heroína, no está dispuesta a dar un paso atrás. El otro icono femenino que maneja Wonder Woman, el de las amazonas (y que no solo tiene una raíz mitológica, sino que sirvió para definir un tipo muy particular de protofeminismo), también funciona en esa dirección: un grupo de iguales que viven en paz y concordia son invadidas por los hombres, y una de ellas sale al mundo a lanzar un mensaje de justicia e igualdad.

Quizás el resumen perfecto de esta personalidad coherente pero aparentemente contradictoria esté en las muy difundidas y comentadas incursiones de la heroína, en esta primera etapa, en algunos códigos visuales del BDSM, el bondage y el sadomasoquismo. Por supuesto, todo desde una perspectiva completamente pop: Wonder Woman, como heroína cuyas raíces estéticas se hundían en las chicas de portada pulp, aún cuela en sus viñetas una buena cantidad de secuencias en las que la protagonista es atada e inmovilizada casi hasta la asfixia, en ocasiones en poses claramente provocativas.

Pero Marston veía estas viñetas de otra manera, más allá del obvio recurso comercial: la sumisión voluntaria, igual que los juegos consensuados del BDSM, es parte de la ética de Wonder Woman, que transmite que un sometimiento parcial es esencial para el buen discurrir de una relación. Todo ello deriva de las relaciones personales de Marston, donde entra en juego una nueva amante, Marjorie Wilkes Huntley (bibliotecaria que inició al clan Marston en el bondage y que acabaría entintando Wonder Woman), y que enseñó a la insólita familia juegos eróticos en los que cada una de las “unidades del amor” que participaban asumían papeles de “líderes del amor”, “amantes” o “chicas del amor”. 

Pero hay más: las cadenas que tan a menudo aparecen sujetando a Wonder Woman (la única forma de inmovilizar a la heroína es sujetando sus brazaletes imbuídos de poder) son iconos de la lucha feminista. Los panfletos que Byrne, su madre y su tía distribuían ilegalmente hablaban del control de natalidad usando las cadenas y las ataduras como símbolo. Y las cadenas son una forma expresiva de la lucha sufragista, desde que un grupo de mujeres se encadenara a las puertas de la Casa Blanca en 1917.

Todo un entramado de influencias y signos que delataban una visión única por parte de Marston y sus compañeras y que han acabado dando una vitalidad única a Wonder Woman. Más de ocho décadas después de su creación, su lucha contra la opresión es más actual que nunca.

El invierno llega a ‘Juego de Tronos’: nuevo tráiler de su próxima temporada

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El invierno ha llegado a Poniente. La séptima temporada de Juego de Tronos se estrenará el próximo 17 de julio en HBO España y Movistar +. Mientras tanto, el nuevo adelanto deja algunas pistas sobre qué podrá verse en los siete episodios que están por llegar. “Cuando cae la nieve, y sopla el viento blanco, el lobo solitario muere, pero la manada sobrevive", menciona Sansa Stark en el avance.

Así, los Siete Reinos tendrán que dejar sus diferencias para unirse contra un enemigo común que cada vez está más cerca del norte: los Caminantes blancos. “Durante siglos nuestras familias lucharon unidas contra un enemigo común. Al margen de sus diferencias, juntos. Necesitamos hacer lo mismo si queremos sobrevivir porque el enemigo es real. Siempre ha sido real”, avisa la voz en off del tráiler.

Cuando Ned Stark advertió que "se acerca el invierno", pocos le creyeron. Pero ahora, comienza una larga estación donde, lo que estaba en el aire como una amenaza, se vuelve real. La gran guerra ha llegado.

Los dragones de Daenerys Targaryen ya amenazan ante las puertas de Desembarco del Rey para reclamar lo que creen suyo. Sin embargo, todo parece indicar que la lucha entre las distintas fuerzas quedan en un segundo plano ante el mayor peligro de los Caminantes Blancos.

El próximo 17 de julio, y si los spoilers no lo impiden, se conocerá el desenlace de las incógnitas desveladas en este adelanto y que mantienen en vilo a muchos aficionados.

Emilia Clarke: el sexismo en Hollywood es "como lidiar con el racismo"

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Emilia Clarke, actriz de Juego de Tronos que da vida a Daenerys Targaryen, ha denunciado en una entrevista a la revista Rolling Stone cómo ha sido tratada de forma diferente en los rodajes por el simple hecho de ser mujer y lo ha comparado con el racismo.

"Me siento ingenua por decir esto, pero es como lidiar con el racismo", ha asegurado. "Eres consciente de ello, pero un día vas y, oh dios mío, está en todas partes (...) Es como si despertases de repente, 'Espera un segundo, estás... ¿estás tratándome diferente porque tengo un par de tetas? ¿Está pasando esto de verdad?", añade.

Clarke explica que le llevó "un largo tiempo" ver que realmente era "tratada de forma diferente", pero ahora "miro alrededor y es mi día a día".

La 'madre de dragones' señala hechos como que por regla general tienen menos frases que los hombres, aunque sean las protagonistas, o que tienen que llegar horas antes al set de rodaje para las sesiones de peluquería y maquillaje.

La actriz, que durante varias temporadas se negó a rodar escenas desnuda, reivindica en la entrevista que es compatible grabar este tipo de escenas con luchar por la igualdad y ser feminista. "Eso no me impide ser feminista. Como, ¿sabes qué? Sí, llevo rímel y también tengo un alto cociente intelectual, ambas cosas pueden ser una y la misma". 

Clarke asegura además que se siente "jodidamente afortunada" por poder interpretar a una líder femenina fuerte como es Khaleesi, personaje que ve incrementado su poder a medida que avanza la serie de HBO que estrenará el próximo 17 de julio su séptima temporada. 

La actriz recuerda que las mujeres a lo largo de la historia "han sido grandes líderes" por lo que personajes como el suyo son claramente necesarios dado el "clima político que estamos viviendo". 

"No estamos educados para dar apoyo emocional a una víctima de violación"

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11 de la noche en el metro de Barcelona. Una mujer se encara con dos vándalos. Al llamar su atención, los adolescentes la persiguen y la fuerzan, a punta de navaja, a realizarles una felación. Aún paralizada en el suelo por el miedo, ve como sus dos atacantes atrapan a una joven y le rajan la ropa con el cuchillo. Huye. Echa a correr como todos los que han pasado de largo en el metro sin socorrerla. Ella es Janine y es Brava, la última película de la directora catalana Roser Aguilar. 

La violencia sexual aún es la asignatura pendiente del medio audiovisual. Cuando no es representada como romántica, se ceba en el dolor superficial de la víctima. Desde hace algunos años, sin embargo, están surgiendo proyectos poderosos que no temen en situar al espectador en una posición incómoda y real. Paulina, ganadora del gran premio de la Crítica en Cannes 2015, y la que nos ocupa son dos grandes ejemplos.

Ambas eluden ese "plano voyerista de la segunda fila" que criticaba el filósofo Eloy Fernández Porta sobre las escenas de violación en el cine. Roser Aguilar lo quiso así para poner a prueba a una sociedad "anestesiada ante el dolor ajeno". Brava, que llega a los cines este viernes, hurga en la herida que no se ve. En esa sensación de soledad, incomprensión y vergüenza que atormenta a la víctima tras la agresión y, en el caso de Janine, de remordimiento por no haber ayudado a otra mujer en peligro.

"Al principio, quería hablar del dolor y del miedo de una mujer, lo de la violencia sexual salió más tarde. Trabajando en el guion, vimos que la mejor opción para proyectar los dilemas morales de la protagonista era a través de temas de género", cuenta Aguilar en una entrevista con eldiario.es. La directora asume feliz su papel al visibilizar la cara más machista de la sociedad, aunque esta no fuese su intención primigenia. "Sin querer, al ser mujer, todo eso sale", explica.

Ante una evidente carencia de historias contadas por directoras, la barcelonesa sí quería darle un enfoque femenino a su cuento de superación. Estas pinceladas de sutileza se notan sobre todo en Janine, la protagonista interpretada por Laia Marull. Mujer de cuarenta años, con pareja estable pero sin hijos, exitosa en el trabajo y con un futuro proyecto de vida en China. Alejada de la ristra de estereotipos que reinan en la ficción, el personaje se muestra maduro, introvertido y emocional de manera espontánea.

"Si las mujeres contamos historias, usaremos un abanico más amplio que el de las tías sexys de 25 años. Que está muy bien, pero es injusto que solo veamos ese reflejo o el de la madre de familia sufridora", dice convencida. Esa madurez y respeto se proyectan en el uso la cámara, donde la agredida nunca es observada con condescendencia tras la violación ni se deja llevar por la pornografía sentimental.

Janine no solo es víctima, sino también su propio verdugo. Más allá de los efectos de la agresión, la película gira sobre la culpa y la expiación de nuestros fallos morales. Es humano correr si se tiene miedo. Es comprensible el instinto de supervivencia. Se sabe que la superación de un trauma está llena de zonas grises. Entonces, ¿por qué no vemos todo esto en la ficción? "Me interesaba hablar de esas zonas oscuras y tan difíciles de transitar. Intenté humanizar los sentimientos que aún son un tabú en el cine y en la vida", cuenta Roser Aguilar sobre su valiente e imperfecta protagonista.

Falta de educación emocional

Brava bebe de varias fuentes como la crisis económica, la violencia endémica en las grandes ciudades y, sobre todo, la bondad de esas personas que arriesgan su vida de forma cotidiana por defender a desconocidos. "La sociedad nos transmite el mensaje de que pasemos de largo ante las injusticias. Pero, ¿qué pasa si todos hacemos eso?". El resultado es un bombardeo de noticias dramáticas que convierten a los habitantes de "estos tiempos oscuros" en una masa sin empatía.

"¿Cómo se soporta el dolor psíquico? ¿Con ayuda o en soledad? Quise poner a esta mujer en situaciones que fuesen fáciles de reconocer y que nos despertasen del letargo. Estamos demasiado acostumbrados a la violencia", resume. En la película, Janine confiesa su agresión a su pareja y a su padre, pero ninguno le brinda apoyo más allá de las soluciones pragmáticas o de las lecciones de vida vacías -de todo se sale-. 

"¿Por qué no estamos mejor educados emocionalmente o preparados para afrontar situaciones duras? Es absurdo. Están ocurriendo violaciones continuamente y la sociedad no está educada para dar apoyo emocional a la victima", se replantea Aguilar. La directora piensa que, "hasta que no se elimine el tabú de las agresiones, la sociedad será más débil como conjunto y las mujeres estarán más indefensas". 

Durante la promoción, Roser Aguilar se ha sorprendido de que su película despierte el debate y haya alimentado tantas preguntas. "No se habla del tema porque molesta y duele. Quiere decir que la sociedad está un poco podrida, o quizá bastante", reflexiona. La barcelonesa piensa que es terrible que aún se culpe a las víctimas de violación y espera que Brava, sin pretender dar lecciones, abra alguna mente al respecto. 

Janine es una muestra de que se puede tener arrojo y temor al mismo tiempo. "Me han dicho que no es valiente, que es una cobarde, pero la tía toca fondo, llega a la puerta del infierno, para más tarde salir y plantar cara. No hay nada más valiente que eso", dice orgullosa.

Por todo esto, Roser Aguilar eligió el título de Brava. En homenaje a todas aquellas que fueron derribadas y se levantaron. Las que tuvieron que justificar su valentía por partida doble. Las silenciadas en la sociedad y en la gran pantalla. Las que apostaron por una historia de mujeres y, tras años de intentos, han conseguido llegar a las salas. Bravo por todas ellas.

Películas donde las mujeres mandan (y eso da miedo)

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Sacerdotisas despiadadas que lideran tribus supersticiosas, invasoras alienígenas, brujas amantes de los sacrificios humanos... El cine comercial, espejo y amplificador de estereotipos y convenciones, no ha sido particularmente amable cuando ha imaginado sociedades gobernadas por mujeres.

Las películas que nos han presentado civilizaciones ginocéntricas han sido, a menudo, otra muestra de la cara más excluyente del humanismo. Aquel que ha postulado, de manera más o menos consciente, que el centro del universo es el hombre blanco y heterosexual. Y que ha contemplado a los otros, todos los otros seres humanos, como figuras subalternas o amenazantes.

Ama a los colonos, teme a las mujeres

La influencia de las novelas Ella, de H. R. Haggard, y La Atlántida, de Pierre Benoit, ha sido perdurable. Ambos textos fijaron un arquetipo, el de la sacerdotisa cruel que gobierna un mundo perdido, difundido a través de veinte adaptaciones cinematográficas y de variaciones como La reina de Cobra.

Eran películas de aventuras exóticas que tendían a educar en la superioridad de los exploradores coloniales. Las sociedades que visitaban se representaban como atrasadas, supersticiosas, crueles. El matriarcado podía considerarse una aberración más.

Los mundos ginocéntricos de celuloide no cumplían siempre todos estos requisitos. En el pintoresco serial The phantom empire, por ejemplo, la gobernante cruel de turno lideraba una sociedad tecnológicamente avanzada. En Tarzán y las amazonas, los personajes femeninos eran primitivos e idólatras pero no maléficos. Incluso resultaban algo blandengues dentro de la lógica naíf y violenta de la saga. La compasión inoportuna de las amazonas podía considerarse un signo sexista más de unas películas muy retrógradas.

En Tarzán y los hombres leopardo, el protagonista se enfrentaría a dos figuras amenazantes para el androcentrismo y el etnocentrismo: la mujer poderosa (de nuevo, sacerdotisa de una tribu primitiva) y el colonizado indignado, unidos en una insurrección tan homicida que legitima el imperialismo. Sacerdotisa y revolucionario eran derrotados por un Hombre Mono que defendía simultáneamente la pax británica y su mundo de hombres con pipa.

Pesadillas intergalácticas

Las diferentes versiones de Ella, Tarzán o La Atlántida derivaban de textos publicados en 1886, 1912 y 1919, respectivamente. Pero sus fundamentos ideológicos no quedaron en el pasado e incluso viajaron al espacio en plena Guerra Fría. En la extravagante cult movie Las mujeres gato de la Luna, unos astronautas aterrizaban en una ciudad lunar habitada por mujeres autóctonas.

De nuevo, el trasfondo de la civilización ginocéntrico era terrible: había usado el exterminio masivo para ahorrar recursos naturales. Aun así, la supervivencia de las selenitas está en peligro, y por ello planean el robo de una nave espacial terrícola. Cerca del desenlace, aparecía un motivo ya presente en algunas versiones de Ella: la mujer que traiciona a sus compañeras porque se enamora del visitante.

En Mujeres gato de la Luna, la vuelta al orden colonial-patriarcal a través del amor no tenía premio, quizá a causa del tabú del emparejamiento interracial. En otro filme de la misma época, Bajo el signo de Ishtar, los productores impusieron un chapucero cambio de final: debía evitarse un happy end de amor entre un estadounidense y la sumeria que le ayudaba a huir de su mundo perdido. Era inaceptable que los personajes de ficción pudiesen alumbrar a un hijo mestizo.

Devil girl from Mars no caía en el racismo sino que escenificaba una confluencia de miedo a la mujer independiente y anticomunismo. Una enviada de Marte secuestraba hombres para que impulsasen la reproducción sexual en su planeta: las marcianas habían reivindicado sus derechos, eso derivó en una guerra y las féminas vencedoras oprimieron a los varones hasta que estos entraron en una especie de decadencia genética.

En sintonía con ese machismo catastrofista que dice defender la concordia entre sexos, Devil girl from Mars asoció la lucha por la igualdad con estallidos de violencia. La antagonista, además, mantenía ese discurso antisentimental propio de los alienígenas comunistoides de la sci-fi maccartista. Nyah encarnó, a la vez, la amenaza soviética y el miedo al fin de la familia basada en el reparto sexista de tareas y roles.

Censura y sexismo

El influyente cine estadounidense de esa época se autopresentaba como el cine del mundo libre, pero estaba sujeto a un código de censura que fue aplicado, con rigor oscilante, entre 1934 y 1968. Eso implicó una dinámica de invisibilización o satanización del diferente, que se entrelazaba con la defensa del matrimonio como único camino hacia una vida plena y honesta. La homosexualidad, por ejemplo, fue un tabú que plantear a través de guiños y sobreentendidos.

En ese contexto, las mujeres soberanas, liberadas, eran figuras polémicas cuyo destino tendía a un cruce de caminos: redención (a menudo a través del amor romántico, un comodín narrativo con connotaciones de mecanismo de control) o castigo (social o incluso penal, cuando se trataba de figuras en la órbita de la femme fatale). Debía escenificarse una vuelta al orden incluso en las narraciones más fantasiosas.

Las sociedades ginocéntricas de celuloide solían estar condenadas al hundimiento simbólico (mediante amores que aceptaban el orden sexista) o literal. Con todo, no siempre se producía el castigo. En La sirena de Atlantis, la protagonista gozaba con la muerte de su amante y terminaba el filme gobernando la sociedad que la idolatra. Quizá Antinea escapó de la lógica moralista porque era tan obviamente malvada que no podía considerarse un modelo de conducta.

Las productoras independientes estadounidenses, que no necesariamente se sometían al dictamen de la censura, fueron expandido los límites de lo que se podía ver en pantalla. La asfixia moralizante, defensora de una feminidad sumisa, iba dando paso a otros fenómenos androcéntricos. A lo largo de los 60, reforzaron el componente voyeur de las aventuras coloniales: más mujeres salvajes vestidas con ropas exiguas para consumo del público masculino heterosexual.

Dentro de las limitaciones del macarthismo y sus alrededores, títulos como Love-slaves of the amazons habían trabajado ese camino. En paralelo a modas extremadamente turbias, como el cine de cárceles femeninas, el mito de las amazonas sirvió para exhibir actrices para satisfacer el fetichismo chicks with guns. En clave de serie Z, reemergieron clásicos como Ella, que inspiró una fantasía postapocalíptica, y The phantom empire, reelaborada de manera libre (y babosa). Posteriormente, proliferaron las heroínas mainstream embutidas en trajes de látex o vinilo con tintes BDSM (Underworld, Ultravioleta), siempre como figuras solitarias sin estructuras matrocéntricas detrás.

Debates del siglo XXI

En fechas más recientes, se han concebido matriarcados de ficción neutros (Fantasmas de Marte) o vislumbrados con simpatía (Mad Max: furia en la carretera). Wicker man, en cambio, se ha interpretado como una muestra delirante de miedo a la liberación de la mujer y se ha convertido en objeto de burlas por su aspecto de comedia involuntaria.

La película reelabora un clásico del terror folk británico que mostraba la colisión entre la moral cristiana y la era hippie. La nueva versión abordaba una especie de choque entre sexos: un investigador se introducía en una isla gobernada por un culto ginocéntrico.

En una entrevista anterior al vapuleo crítico que recibió el filme, el realizador Neil LaBute evidenció su intención: refutar la idea de que “si las mujeres estuviesen al mando, las cosas irían mucho mejor”. Quizá LaBute, ya tachado anteriormente de misógino, elevó una crítica a toda estructura de poder o proyectó una misantropía igualitaria. Pero su obra puede interpretarse como una muestra especialmente demencial de alarmismo antifeminista, que previene sobre los presuntos horrores de un mundo futuro de mujeres emancipadas. En esta linea, el falso documental No men beyond this point visualizaba un mundo donde los hombre están casi extinguidos. Lo hacía con vocación cómica y mensaje dudoso.

Las brujas de Zugarramurdi planteó debates similares a los generados por Wicker man con humor negro carnavalesco y una cierta sátira asimétrica. Ellas son unívocamente amenazadoras y desagradables. Ellos, con sus ridiculeces evidentes, tienen rastros de humanidad. Por ello, los espectadores más misóginos pueden sentirse cómodos con unos insistentes discursos de resentimiento hacia un sexo femenino castrador. Inercias de la mirada androcéntrica, que redifunde arquetipos apolillados sin apenas cuestionarlos.


¿Es posible un cine de terror feminista? Siete películas para el debate

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El cine de terror tiene su historia y sus convenciones acumuladas. Entre ellos, está el uso de los desnudos femeninos para llamar la atención de la audiencia, o la explotación morbosa y voyeur de las relaciones entre sexo y violencia. Con esta tradición, ¿puede construirse un cine de terror con sensibilidad feminista sin resetearlo? Los aficionados al género suelen buscar narraciones extremas que despierten emociones fuertes. No debe sorprender, por tanto, que varias propuestas que se han señalado como potencialmente feministas muestren reacciones violentas contra el machismo. A menudo, como en los casos de Jennifer's body o Una chica vuelve a casa de noche, parecen reapropiaciones de una figura misógina: el monstruo que representa la sexualidad femenina descontrolada, amenazadora.

¿Pueden darse otros caminos de representación del empoderamiento de las mujeres en el campo del terror, más allá de las historias de justicierismo y venganza? ¿Hasta qué punto son convincentes los intentos de crear terrores fílmicos que no solo se separen de la misoginia, sino que incorporen guiños a los feminismos? ¿Hay espacio para la subversión dentro de un terror 'mainstream' donde abunda el pánico a la caída de la familia tradicional? Examinamos siete películas de procedencias y autorías diversas.

Amer (Hélène Cattet, Bruno Forzani; 2009)

Amer no parece la elección más obvia para hablar de cine de terror y feminismo. Su propuesta es muy esteticista, incluso se aproxima al videoarte digital. Y sus autores parten del homenaje del thriller de terror italiano de los años 60 y 70, en el que abundaban las tramas e imágenes que podrían considerarse misóginas. Sin discursos explícitos, con una propuesta basada en la imagen por encima de la palabra, Amer esboza caminos posibles de un terror cinematográfico que, feminista o no, tome distancia respecto a las convenciones más machistas.

En la película se explican tres momentos de la niñez, adolescencia y madurez de su protagonista, que termina sumergida en una surrealista dinámica de asedio homicida. Antes de este acoso notoriamente criminal, se muestran situaciones menos obvias de intrusión. Estas violencias cotidianas se retratan con un estilo muy sensorial e inmersivo, que facilita la identificación del espectador con la protagonista. Cattet y Forzani apuestan fuerte por la mezcla de sexualidad y violencia, pero su punto de vista no es marcadamente masculino. Y la Ana de Amer no sólo es víctima deseada, sino también sujeto deseante.

The woman (Lucky McKee, 2011)

Las historias sobre mujeres salvajes suelen defender una cultura basada en el progreso tecnológico, la ciencia... y el dominio del hombre. Con The woman, Lucky McKee (May) rompe con esta tradición para afirmar que todos somos salvajes. E intenta abrazar una cierta sensibilidad feminista, con limitaciones y contradicciones. Para ello, recupera un personaje de la película Offspring: una mujer de una tribu caníbal. Un cazador la secuestra con el turbio propósito de hacer un experimento civilizatorio... que acaba basándose en la dominación y los abusos sexuales.

La narración comienza en forma de horror contenido y acaba estallando como un gran guiñol sobre una sociedad violenta y patriarcal. Clásicos como Las colinas tienen ojos mostraban el enfrentamiento de familias tradicionales con versiones deformadas y homicidas de estas, pero aquí el monstruo es la familia tradicional. El visionado del filme es adecuadamente desagradable. Entre el hundimiento ético general, la mujer caníbal es casi el referente por descarte. Su venganza, que también castiga la sumisión de la esposa maltratada, es terrible. El empoderamiento con sangre entra, parece decir McKee con esta obra perturbadora... que incluye algún plano innecesariamente exploitation del cuerpo de la protagonista.

Carrie (Kimberly Peirce, 2013)

La historia de Carrie ha sido tratada en la novela de Stephen King y sus diversas adaptaciones audiovisuales. Tras su primera menstruación, una chica que sufre acoso escolar comienza a mover objetos con la mente. El escritor estadounidense creó una historia que reivindica unas relaciones humanas alejadas de la represión religiosa, pero también sugiere el miedo del hombre hacia las mujeres poderosas. Se critica el fundamentalismo cristiano, pero el relato también puede entenderse como una advertencia sobre la Segunda Ola feminista, en auge en aquella época.

En sus momentos más apacibles, la película de Kimberly Peirce (Boys don't cry) conecta a la protagonista con una tradición poco explorada en el cine de terror: Carrie es una especie de bruja laica, en contacto profundo con la naturaleza y sin connotaciones malignas. Pero no estamos ante una historia ejemplar de autosuperación. La inmadurez de la protagonista y su final trágico no facilitan una lectura en clave liberadora. Y su ejercicio final del poder, en forma de venganza, contiene mucha crueldad pero también compasión.

Babadook (Jennifer Kent, 2014)

Babadook ejemplifica que se pueden usar elementos convencionales del cine de terror y expandirlos con resultados sugerentes. La película trata la problemática relación entre una madre y su hijo, amenazados por un monstruo surgido de un siniestro libro ilustrado. No faltan los sustos, la oscuridad, los sueños o el miedo en el escenario cotidiano del hogar. Pero el factor humano es el eje principal de la función, que se enriquece con sobresaltos y atmósferas desasosegantes.

El filme se estrenó tras los éxitos de Expediente Warren o Insidious, historias de amantísimas familias en peligro. La realizadora Jennifer Kent, en cambio, nos muestra a una viuda abatida que rechaza el cariño de su hijo: el duelo ha envenenado la relación filial. A través del protagonismo de una mujer trabajadora, empobrecida, que vive en solitario una maternidad nada ideal, se ponen en primer plano algunas realidades poco visibles en la gran pantalla. No hay liberaciones del machismo en clave festiva, pero el resultado parece una aportación destacable a la representación de las mujeres en el cine comercial.

Una chica vuelve a casa sola de noche (Ana Lily Amirpour, 2014)

Una joven vampiresa deambula de noche, vestida con un chador, por las calles de Bad City. Esta es la premisa de un pastiche estéticamente sugerente que su misma autora describió como un spaghetti-western iraní de vampiros. Los paseos solitarios de sus dos protagonistas, perdidos en un mundo fotografiado en blanco y negro, pueden remitir a diversas obras de Jim Jarmusch (Extraños en el paraíso). Aun así, la realizadora Ana Lily Amirpour señala otros referentes como David Lynch o Frank Miller.

Amirpour parece apostar por la solidaridad entre mujeres: la protagonista castiga, por ejemplo, a dos hombres que han maltratado a una prostituta. Pero el justicierismo de la antiheroína es algo arbitrario e incluye una escena de amenaza brutal a un niño. Si le añadimos que la historia acaba tomando el camino de un extraño amor romántico, basado en los secretos y en la necesidad desesperada de esquivar la soledad, no parece que la propuesta sea especialmente vanguardista.

Insidious: capítulo 3 (Leigh Whannell, 2015)

Quinn, una joven huérfana de madre, quiere formarse como actriz lejos de su familia. Antes de marcharse, intenta contactar con su madre muerta para recibir consejo, pero un demonio maligno se cuela por las rendijas de su invocación. Insidious: capítulo 3 parece un intento de guiñar el ojo a los feminismos. Se diría que sus responsables intentan recoger, en clave fantasiosa, la preocupación por la violencia de género: algunas imágenes de la película remiten al abuso sexual y la dominación.

La cooperación entre la joven protagonista y una médium veterana para deshacerse de un antagonista acosador puede leerse en clave empoderadora. Pero ambas (la chica que quiere independizarse, la médium viuda) acaban necesitando la ayuda salvadora del fantasma materno. ¿Se las señala como mujeres incompletas, que no han accedido a la fuerza superior derivada de tener hijos? El relato, además, puede entenderse como una advertencia a las jóvenes que quieren vivir su propia vida, lejos del padre y de escuderos románticos. El resultado quizá escenifica las limitaciones del Hollywood que juega con un superficial feminismo 'pop'... mientras asume un modelo social conservador.

La bruja (Robert Eggers, 2015)

Después de ser expulsada (¡por ser excesivamente rigorista!) de una comunidad puritana, una familia de colonos estadounidenses se instala en los alrededores de un bosque habitado por brujas. La hija mayor del matrimonio, una chica adolescente, es un elemento discordante y sospechoso. Parte de la crítica ha tratado La bruja como una revisión feminista del género, a pesar de estar construida con materiales cuestionables. Se da por buena la visión clásica de la bruja como un ser cruel y asociado a lo diabólico. La madre de la familia protagonista, además, supera a su marido en severidad e intolerancia.

El presunto empoderamiento final de la chica pasa por la mediación de una figura masculina... que la ha manipulado durante toda la película y le ofrece capacidades mágicas a cambio de sumisión. Como sucedía en El último exorcismo 2, la mujer debe aceptar la voluntad de una figura acosadora para tener acceso al poder. Por ello, y aceptando otras interpretaciones posibles, La bruja no parece la historia de una liberación sino de una derrota.

'The love witch': una experiencia estética de muerte, amor y feminismos

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Hace cerca de una década, la polifacética artista Anna Biller debutó en el campo del largometraje con Viva, un acercamiento a la revolución sexual de los años 70 que se inspiraba en el estudio del cine sexploitation aportándole una perspectiva femenina. Con The love witch, sube la apuesta mediante una propuesta sorprendente, desconcertante, conceptual y estéticamente arrebatadora.

La protagonista del filme, Elaine, es una bruja que huye de la ciudad después de que su marido muera en circunstancias extrañas. Se instala en una pequeña población californiana, dispuesta a vender sus productos artesanales en una tienda local. Por encima de todo, está decidida a perseguir nuevas oportunidades de amar. Porque, como ella misma dice, es una adicta al amor.

Biller firma una propuesta difícil de clasificar, sensual y estética, pero también política. Replica de manera artesanal los colores pastel del Hollywood que, en los años 50 y 60, filmaba la guerra de sexos en forma de comedia androcéntrica con tonos Technicolor. Y añade a la ecuación unas gotas de gusto por los espectáculos de variedades burlesque. Se trata de ofrecer "una experiencia cinematográfica placentera", en palabras de la autora, que a la vez trata de asuntos "extremadamente oscuros": la mujer enamorada se entrelaza con la femme fatale, el deseo lo hace con la obsesión y la muerte. Y sí, en esta ocasión podemos hablar (quizá más que nunca) de una autora. Porque Biller se multiplica como productora, guionista, diseñadora de vestuario e interiores...

La cineasta nos transporta a un mundo con tecnología moderna y estilismo retro. La audiencia viaja a una extraña realidad paralela en la que se diría que la cultura hippie triunfó. Cultos alternativos, como el de las brujas, se han asentado como una presencia underground pero cotidiana dentro de la sociedad.

Las ocurrencias, orientadas a desconcertar y solazar a la audiencia, se entrelazan con las cargas de profundidad. Quizá la autora solo juega con el público al diseñar un presente fifties de tonos Technicolor, con salones de té donde suena música de arpa. Pero también hace emerger las contradicciones internas de películas como The wicker man. Ese pequeño clásico de Robin Hardy, estrenado en 1973 e hijo del choque cultural entre hippies y conservadores, trataba de un aparente matriarcado gobernado por un hombre.

En The love witch, por su parte, se nos muestra un culto que trabaja la soberanía femenina a través de la brujería, liderado por un maestro paternalista y que se cree con derecho a tocar a sus discípulas. La crítica es evidente, y Biller la ha explicitado en declaraciones públicas: la revolución sexual le parece un fenómeno asimétrico, y androcéntrico, que no liberó a las mujeres de la manera prometida. A través de la letra de su película, y también de la manera de filmar situaciones y cuerpos, la autora camina por el alambre del sexploitation. Y consigue una mirada propia que se distancia del cine terrorífico que usaba (y usa) el desnudo femenino como simple reclamo. 

Víctima del amor

The love witch no es una película de terror al uso, ni tampoco una comedia satírica como mandan los cánones, sino una rareza agridulce y rica en diálogos-debate sobre las diferentes concepciones del amor, los sexos y los géneros. Su protagonista tiene algo de versión hipersensual e inquietante de las hechiceras enamoradas de ficciones más cándidas como Me enamoré de una bruja. Añade, eso sí, muchas dosis de sexualidad, humor negro y acidez.

Entre bromas y veras, Biller lanza alguno de los dardos más evidentes al amor romántico y sus peajes. Elaine quiere amar, no importa a quién, y cree que para amar debe ser la persona que su amante desee, sin que tampoco importe qué papel deba acabar representando. Su empoderamiento mediante la magia y el uso del cuerpo es solo aparente, porque se basa en la sumisión a la mirada de un otro.

Eso no implica que esta bruja del amor sea conformista. Sus amantes le resultan siempre decepcionantes. Es algo comprensible, porque los personajes masculinos parecen una parodia de los héroes del macartismo: galanes de madera con evidentes difícultades para gestionar sentimientos complejos. De alguna manera, aunque quizá no sea la voluntad de la creadora, también pueden verse como víctimas del sexismo. Estar acostumbrados a un reparto marcado de roles, a una masculinidad poco sentimental y más bien lacónica, les convierte en seres desbordados por el arrollador amor mágico de Elaine.

Ante una realidad frustrante, la protagonista sigue buscando ese amor intenso, único, irrepetible, que prometen los cuentos de hadas y que nadie parece capaz de darle. No hay enemigos malvados que obstaculicen voluntariamente el camino de la protagonista. No estamos ante una de esas películas que guiñan el ojo a los feminismos pop con empoderamientos basados en el ejercicio de la violencia, y que encuentran su catársis en la muerte de monstruos que pueden ser dioses (como el Ares de Wonder Woman) u hombres (el Immortan Joe de Mad Max: furia en la carretera). Quizá porque Biller es consciente que no existen los monstruos, sino dispositivos de creencias que facilitan la comisión de actos monstruosos. Y porque su protagonista no solo es una víctima del amor romántico, sino también una verdugo llevada por el narcisismo más extremo.

Por el camino, sea en forma de homenajes directos (Hitchcock), citas (diversas músicas que Ennio Morricone compuso para películas de terror) y ecos (como el folk horror británico de desnudos rituales), The love witch regala elementos para seducir a una parte de la cinefilia con su envoltorio formal. Pero no nos ofrece un cóctel de referencias sin discurso concreto, en la linea de algunos exponentes de la escuela tarantiniana.

Las imágenes rodadas por Biller, como las bebidas que sirve la bruja protagonista, incluyen un hechizo en forma de discurso feminista. Un discurso controvertido, abierto a interpretaciones, que fricciona con los modelos cinematográficos de los que parte. Y que nace para generar debates animados sobre nuestras maneras de vivir, amar... y contradecirnos.

Unas horas sin distinción de géneros en el planeta feminista de Ursula K. Le Guin

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Hay dos damas de la literatura que han vuelto este año a la palestra gracias a sus universos ficticios. Ambas son feministas, activistas del medio ambiente y, hace cuarenta años, fueron pioneras al disfrazar los debates de género de ciencia ficción. Margaret Atwood y Ursula K. Le Guin nunca se fueron del todo, pero su obra debería ser lectura de urgencia en los tiempos que corren.

Cuesta creer que Atwood crease la república teocrática de Gilead en los años 80. El cuento de la criada, como dijimos, es tan rabiosamente contemporánea que parece el presagio de un futuro inminente. Es un  lugar donde la presencia de las mujeres se limita a cumplir su labor reproductiva e interceder lo mínimo en el pensamiento crítico de la sociedad. Ursula K. Le Guin, en cambio, imaginó una realidad paralela más amigable para el género femenino y para la humanidad en su conjunto.

Gethen, más conocido como Invierno, es un planeta extraterrestre en el que no existe una distinción de géneros. Sus habitantes son hermafroditas durante tres semanas al mes, excepto una en la que pueden adoptar características fisiológicas masculinas o femeninas. Le Guin presentó La mano izquierda de la oscuridad en 1968, cuando los debates sobre el género fluido o transgénero eran inexistentes. Ella siempre ha dicho que su novela representa un "activismo deliberado", tanto contra la misoginia y la transfobia, como el racismo y las políticas belicistas.

Su bravo discurso ha sido tomado como documentación sociológica fuera del tan denostado arte de la ciencia ficción. Las últimas en dejarse inspirar por el planeta Invierno han sido dos organizadoras de la Plaza en Verano del Matadero. A través de música y performances, Gema Melgar y Sonsoles Rodríguez recrearán el próximo sábado este frío universo en medio del bochorno madrileño.

"En este mundo de posverdad, recurrir a la ciencia ficción es una herramienta muy útil para plantear nuevos discursos", cuenta Melgar a eldiario.es. Primero crearán un ambiente relajado, cercano a ese estado superior que definió K. Le Guin en su libro llamado Handdarata, con el artista Álvaro Chior.

"Toma prestadas técnicas de la reflexología. Hay un punto en la mano que, si se aprieta, te crea una sensación de caída al vacío y entras en un estado de relajación total. Esa caída se relaciona en la novela con una mejora de la consciencia y una percepción sensorial magnificada", desvela la organizadora.

Tras alcanzar el Handdarata, la artista visual y música Raisa Maudit subirá los decibelios con su actuación Pelea con el diablo. "Vimos que ella era perfecta para representar ese periodo en el que los habitantes de Invierno eligen entre el género masculino o femenino. La autora lo llama kémmer y es cuando están más radiantes y con más ganas", explica Melgar.

Ese fue el concepto que más interesaba explorar a las dos organizadoras. En La mano izquierda de la oscuridad, la escritora estadounidense considera que el kémmer puede poner en riesgo otros aspectos políticos de la sociedad. Esta falta de dualidad de género es lo que garantiza la inexistencia de guerras o conflictos en Invierno. Ursula quiso deshacerse de la idea del "otro" por ser la causante de la intolerancia y el desencadenante de la violencia.

En Gethen son todos iguales para arrancar las distinciones propias de la sociedad y específicas del género. "Es el punto de partida del universo de la autora y a nosotras nos interesó porque las programadoras de los sábados de la Plaza en Verano son todas mujeres. Esa cuestión de género estaba siempre presente", dice Gema Melgar.

Breve acercamiento a la sexualidad del Invierno

El protagonista de La mano izquierda de la oscuridad es un hombre normal que aterriza en Invierno para negociar de parte de la federación de planetas. Genly Ai traerá consigo todos los prejuicios de una sociedad dividida por géneros y por la que considera a los gethenianos "hombres desgraciadamente afeminados". Ursula K. Le Guin no le retrató como un "misógino malvado", sino un hombre con las opiniones emponzoñadas de su lugar de origen, pero también dispuesto a aprender y a empaparse de esta raza increíble.

"Ha aceptado que las mujeres, según su sociedad, son más débiles que los hombres, más tortuosas, menos valientes y físicamente e intelectualmente inferiores. Este prejuicio de género ha existido durante miles de años en tantas sociedades diferentes que no dudé en llevarlo al futuro", comentó la autora al New Yorker hace unos años.

Aunque reconoce que se planteó poner de protagonista a una mujer, el riesgo ante un batacazo en las ventas le hizo decantarse por Genly Ai. "En 1968, la ciencia ficción no era cosa de mujeres. Se trataba de hombres. Sentí que ya estaba tomando mucho riesgo con esta raza sin asignación de género. Quizá debí arriesgarme más", meditó décadas más tarde.

Pero como decíamos, La mano izquierda de la oscuridad no solo presenta una utopía a nivel de género, sino también de raza y de rechazo de la violencia. De hecho, aunque Genly Ai proviene de un mundo donde existe la división por sexos, se ha erradicado por completo la distinción entre razas. En el libro se señala como una pincelada que el protagonista es negro, pero no se reconoce como tal porque en su lugar de origen el color de piel ya no es una característica etnográfica.

"He aquí mi trampa de activista malvada: Dele a su héroe una piel oscura, pero no diga nada al respecto hasta que el lector esté acostumbrado a identificarse con esa persona, y entonces de repente se da cuenta. ¡Ey, no soy blanco! Pero, ¿sabes qué? Soy humano", explicó entonces Ursula K. Le Guin. Lo maravilloso de esto es que ella tomó esas decisiones hace cinco décadas pensando que en el presente serían cuestiones superadas. Dio una lección de humanidad casi medio siglo atrás, pero nada ha cambiado. 

Hay muchos lectores que a día de hoy siguen dándole las gracias por atreverse a ir contracorriente en un mundo liderado por hombres blancos. "He recibido cartas conmovedoras últimamente de personas de color diciendo que mis libros -sobre todo la saga Terramar- eran los primeros de ciencia ficción o fantasía en los que no se habían sentido deliberadamente y odiosamente excluidos", contó orgullosa.

Esta mujer valiente nos coló el reflejo de las partes más feas y arraigadas de la sociedad a través de una escritura fluida y esclarecedora. Decidió ir por el camino de la ciencia ficción porque, en sus palabras, "crea fantasía sin vulnerar la razón. Pueden aparecer sociedades ajenas, extrañas y desconocidas, pero con una explicación científica para su existencia".

Así que nunca es tarde para visitar el Invierno de Ursula K. Le Guin -ya sea en las páginas o en el Matadero- y hacer un ejercicio de conciencia y admiración por una de las grandes visionarias de nuestros tiempos.

Para su propio concierto para denunciar una agresión sexual entre el público

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Pensándolo bien, lo raro es que no ocurra más a menudo. Hace cuatro días, durante el Lowlands Festival en Biddinghuizen, Holanda, Architects interrumpió su concierto a la mitad para increpar a un asistente por lo que parece haber sido una agresión sexual. 

"Pues llevo un rato dándole vueltas en mi puta cabeza sobre si debería decir algo sobre algo que acabo de ver durante la última canción", dijo Sam Carter, cantante de la banda de metalcore británica, visiblemente enfadado.  "No voy a señalar al mierda que lo ha hecho, pero te he visto agarrándole una teta".

Carter había visto a una chica entre el público a la que cogían entre varias personas y que fue manoseada por un asistente, claramente sin su consentimiento. "He visto a una chica, una mujer -siguió Carter- flotando por allí, y no voy a señalar al pedazo de mierda que lo ha hecho, pero te he visto cogerle una teta, lo he visto. Es jodidamente asqueroso y no hay lugar para esa clase de mierdas". 

"No es tu puto cuerpo! -gritó furioso. -¡No es tu puto cuerpo y no se agarra así a nadie! ¡No en mi puto concierto!" Después de quedarse bien a gusto en el silencio de la sala, Carter dijo: vamos a continuar y hacer que este sea un espacio seguro para todos". Después de un merecidísimo aplauso, el concierto se reanudó. El vídeo del cantante increpando al público tardó menos en llegar a la red que la banda en dejar el escenario. 

Conciertos seguros para todos 

Aprovechar la confusión, el alcohol y la densidad de cuerpos para manosear a mujeres sin su consentimiento es bastante habitual en este tipo de espacios. Lo que no es habitual es que el músico que has venido a ver te llame la atención desde el escenario. Una asociación que trabaja para que estos abusos no sucedan le agradeció el gesto en Twitter: "Hemos tenido una avalancha de actividad gracias a Architects; muchísimas gracias por lo que hiciste. Necesitamos a más grupos haciendo lo mismo".

Casi una tendencia: vigilar a tus propios fans

De hecho, hace tres meses el guitarrista de Circa Survive se bajó del escenario en San Louis para enfrentarse a un hombre por el mismo motivo. Brendan Ekstrom llevaba un rato tocando y viendo cómo una mujer de la audiencia lo rechazaba una y otra vez, y cómo el hombre seguía insistiendo. "Eso no es ligar", le dijo al atribulado fan. 

"Llevaba casi una canción entera viendo cómo un tío que estaba detrás de una chica tratando de besarla -explicó más tarde en Twitter. - A veces parecía que ella estaba de acuerdo pero después de verla apartarle la cara con las manos y tratar de seguir viendo el concierto le pedí al de seguridad que fuera a ayudarla. Pero el guarda no veía a quién estaba yo señalando y la cosa seguía. Bajé del escenario con la cabeza hecha un torbellino emocional. Los de seguridad me siguieron. El hombre se quedó perplejo cuando me vio aparecer como si nada. No se qué pasó después. Volví al escenario y los de seguridad se ocuparon de todo". 

Es probable que, después de la atención mediática que han recibido los dos músicos, otros sigan su ejemplo y empiecen a controlar a sus propios fans. 

Hay un hombre que no existe y que ayudó a dos emprendedoras a combatir el machismo

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Witchsy es un mercado online donde se pueden encontrar obras de arte y artesanía de lo más peculiares. Desde hace un año, la plataforma estadounidense pone en contacto a artistas fuera de lo convencional y compradores en busca de piezas únicas. En la empresa, Keith Mann se encarga de la relación con distintos proveedores, diseñadores o desarrolladores. Gracias a su trabajo, el proyecto va viento en popa. Y eso que Keith no existe.

Penelope Gazin y Kate Dwyer son las cofundadoras de esta tienda virtual de artistas alternativos. Las emprendedoras pronto se dieron de bruces contra las actitudes machistas del mundo de las empresas tecnológicas. Los proveedores se dirigían a ellas con condescendencia, no cumplían los plazos o despreciaban sus ideas por el hecho de ser mujeres.

Hartas de este trato, decidieron crear a Keith Mann, un tipo "trajeado" y "masculino" al que 'nombraron' cofundador y pusieron manos a la obra para encargarse de las relaciones hombre a hombre.

Desde Los Ángeles, Kate y Penelope cuentan por email a eldiario.es que crearon a Keith "como un medio para reiniciar la comunicación" con las personas con las que trabajaban. "Nos dimos cuenta de que nos leían de forma demasiado crítica y en ocasiones con cierta carga emocional", explica Kate. Después de una mala experiencia con un diseñador, decidieron inventarse a Keith y señalan que esto ayudó a cambiar "el impulso del proyecto". 

Antes de usar al socio ficticio como interlocutor, "se producía un montón de retroceso después de contratar a alguien. Cuando queríamos hacer algo, nos preguntaban constantemente '¿estáis realmente seguras?', y teníamos que defender y explicar una y otra vez qué era lo que queríamos. Era agotador", recuerda Kate.

Pero todo cambió con la llegada de 'el hombre'. Cuando él escribía los correos electrónicos, "era tan afortunado que podía obtener respuestas casi instantáneas a preguntas y sugerencias" y, en general, "la relación entre 'los tíos' era notablemente mejor que con nosotras", añade Penelope. Keith además se abrió una cuenta en Twitter en 2015.

Kate y Penelope, también artistas que venden sus trabajos en la plataforma, aseguran que se han encontrado más sexismo en el entorno tecnológico que en el mundo del arte a la hora de poner en marcha su negocio. "¡Nuestras tetas se interponían en el camino constantemente!", señala Penelope. Kate recuerda cómo sufrieron "un mayor escrutinio en las fases iniciales" y añade que entiende que esas situaciones "puedan desalentar a otras mujeres que tratan de sacar sus ideas adelante". 

Preguntadas por si no creen que recurrir a un 'hombre' ayuda a perpetuar en cierta medida estas actitudes, Kate es clara: "Keith es una herramienta que nos ha permitido mover el proyecto más rápido, de forma que pudiéramos construir nuestro negocio y probar que nuestra idea merecía la pena. Cuantas más mujeres haya en puestos de control y poder ayudará a equilibrar las desigualdades y luchar contras actitudes sexistas. Es triste que tuviéramos que contar con Keith entre nuestras herramientas, pero vemos su uso como un medio para alcanzar nuestra meta y poner sobre la mesa dos voces femeninas más". 

Su idea del socio fundador inventado ha sido la forma elegida por Witchsy para denunciar el machismo. Kate explica que para combatir la desigualdad hay que "seguir manteniendo esta conversación y escuchar a las personas". "En este momento vivimos una cultura a la que le encanta hacer luz de gas a ciertas personas y decirles que están siendo demasiado sensibles o que están locas", denuncia. 

¿Morirá Keith?

Keith ha sido la nota más mediática de un proyecto que desde el principio abraza la provocación. Witchsy surgió para dar cobijo a aquellas piezas de arte que eran desahuciadas en otros mercados online por ser demasiado "arriesgadas". "Nos enfermaba la censura", explican en referencia a la prohibición en la popular web Etsy de objetos relacionados con la brujería ('witch' en inglés es bruja, y de ahí el nombre de su marketplace).

Un año después, la web es rentable gracias en parte a que se sostiene en un "presupuesto muy ajustado, por lo que no es difícil mantenerlo y convertirlo en beneficios", señala Penelope.

La compañía está poniendo en marcha también nuevos proyectos. Actualmente trabajan con Justin Roilan, creador de Rick y Morty, para diseñar "un merchandising inusual" de la serie de dibujos. 

Hace un tiempo que las socias no sacan a pasear a Keith, desde que terminaron "un montón de proyectos que tenían en desarrollo". Por el momento no piensan "matarlo", pero Penelope no descarta que pronto "se retire con su mujer a una isla, donde él podría masajearla todo el día como siempre ha soñado".

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